Entré al club a paso tranquilo, las luces rojas y moradas cambiaban cada unos quince segundos.Me encaminé a los vestidores, las risas de las chicas se comienzan a escuchar.
Diosa es la primera en hablar cuando abrí la puerta, la miré divertida escuchando su historia con el cliente de la noche anterior.
Dejé mi bolso en mi tocador, comencé a sacar las cosas escuchando atenta su historia. A veces las historias eran divertidas, otras veces daban miedo y algunas eran escuchadas entre largos llantos.
—Ángel, pásame los tacones que están a tu izquierda, por favor —Diosa me miró con una sonrisa.
Los tomé y me acerqué a ella. Joya me indicó el asiento antes de volver a mi tocador, le sonreí y negué.
—Hoy bailaré con el pelo suelto, la noche estará más tranquila.
—Con más razón deberías ir con el pelo tomado —Joya alzó una ceja.
Me senté delante de ella y me miré al espejo mientras esperaba a que el peinado estuviera listo me comencé a maquillar.
—El jefe me dijo que entre estos días vendrían socios importantes ―Bella interrumpió la conversación de las demás.
—Tendremos trabajo duro, chicas —Diosa suspiró.
—Y el Mayor regresa pasado mañana —Bella habló esta vez más bajo.
Después de unos minutos rompí el silencio que se había formado.
—¿Estarás bien? ―pregunté mirando a través del espejo a Joya.
—Sí, ya es costumbre —sonrió débil.
El día que el Mayor salió de viaje Joya había tenido un conflicto con un cliente el cual puso una queja con el Mayor y esté solo le advirtió que volviendo de su viaje la castigaría. Todas sabemos cuáles son sus castigos y la que más los sufre es Joya.
—Tratare de hablar con el jefe para que esté atento ese día en la noche ―Bella miró a Joya.
—No te preocupes, eso puede empeorar el castigo ―Joya habló sin apartar la mirada de mi cabello.
—Pero... ―Bella hizo una pausa.
—La vez anterior después de abusar de ti casi te mata —murmuré antes que Bella hablará.
—Estaré bien —nos miró—, enserio.
—Creo que hablo por todas al decir que prefiero que las cuatro recibamos un castigo antes que solo tú ―Diosa habló.
—Cuando eso pasó las tres fueron violadas por socios de él ―me miró.
—Podemos ver la forma de que el castigo sea otro —murmuré devolviéndole la mirada.
—El castigo sucedió cuando tenías dieciséis años, Ángel ―la voz de Joya se quebró―, aun no me perdonó por aquello.
—Han soportado muchas cosas por mí. Nos tenemos a las cuatro —respondí sintiéndome un poco débil al recordar aquello.
—Eres nuestra pequeña, Ángel ―Diosa habló esta vez―, prácticamente te criamos.
Dejé de hablar. Nos quedamos en silencio hasta estar todas listas.
Salimos y fuimos a probar las barras, practicamos un poco y estiramos. El jefe llegó a darnos los horarios y todo lo que estaba programado para esta noche.
A los minutos el club comenzó a tener hombres, habían de diferentes edades como era de costumbre. Diosa fue la primera en salir y a los minutos le siguió Joya, compartieron una canción juntas, los aplausos, gritos y comentarios de todo tipo se hicieron escuchar más fuerte en el momento que Diosa salió.
Algunas otras chicas habían llegado, algunas fueron ordenadas para servir tragos, otras para ser de compañía y algunas otras para bailar más cerca de los clientes que pagarán.
Diosa, Joya, Bella y yo éramos las bailarinas principales. Acostumbrábamos a bailar en los tubos del centro del club.
Por las noches antes de cerrar el club se ofrecían a las chicas y quién pagará la cantidad mayor se quedaba con ellas por algunas horas o hasta que su dinero les permitiera disfrutar de ellas.
Por mi parte, muy pocas veces me había tocado servir a un cliente. Era la chica VIP, o así me nombraba el Mayor, a los hombres que dieran una cantidad prácticamente inalcanzable el Mayor les permitía tenerme por unas cuantas horas vendiéndoles el cuento de que aún era una joven virgen. Las chicas siempre trataban de hacer todo lo posible para salvarme en las noches.
"Ángel"
fue la única palabra que me sacó de mis pensamientos. El resto de la presentación a mí persona fue opacado, mi nombre en el club era Ángel.
Salí y comencé con una caminata lenta hasta llegar al tubo, mi mirada se fue a un punto del club, la música me inundó y como era de costumbre me dejé llevar por la música dejándole mi vida a la larga barra de metal.
La melodía recayó y los gritos morbosos me inundaron, sonreí coqueta y traté de trasmitirlo con la mirada también. Me giré meneando la cadera con cada paso y antes de salir completamente giré mi cabeza y tiré un beso.
—Ángel —el jefe llamó mi atención―, ve a servir tragos, la barra está llena.
Asentí en respuesta. Volví a los vestidores y me cambié de ropa, era igual de corta que con la que bailábamos, pero era la misma ropa que tenían todas las que servían tragos.
Las que servían a las que bailaban se les diferenciaba por la ropa y que las encargadas de llevar los tragos por obligación tapaban con una tela fina desde la nariz hacía abajo.
Me acerqué a la barra y comencé a repartir los tragos en las diferentes mesas. Algunos agradecían, otros les agregaban apodos morbosos a sus agradecimientos y algunos solo soltaban sus supuestos piropos.
La noche paso, mis pies dolían y mi sonrisa estaba cansándose de estar impregnada en mi rostro. La hora de cierre se aproximaba y ya comenzaban a dar a conocer los nombres de las chicas que se ofrecían. Los gritos de altas cantidades de dinero se hicieron presente, las mujeres debían sonreír de forma coqueta cada vez que escuchaban sus nombres o alguna característica que las describiera.
Era increíble conocer las diferentes historias que traían cada una de esas mujeres, algunas se metían a este mundo por gusto, algunas por necesidad y otras eran arrastradas por el cruel destino que les produjo una calle equivocada.
Al verlas pareciera que estuvieran contentas de enamorar con sus cuerpos y esas traviesas sonrisas, pero después se les veía llorando en ataques de pánicos que a veces las llevaba a la muerte.
No siempre se tiene el control de las acciones, puedes llegar a acostumbrarte a esta mierda después de años y perder la esperanza de querer huir o siquiera de volver a intentarlo.
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Sector VIP
WerewolfMi cuerpo fue mi salvación y mi condena, la humillación fue mi construcción a una posible felicidad; y aquellas aguas cristalinas fueron la llave de mis cadenas. >> -¡Corre! Y sin perder tiempo corrí, no miré atrás, solo era consiente de los gritos...