Capítulo 4

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—¿Están bien?

Me levanté rápido de mi asiento y corrí a ayudar a Diosa que estaba afirmando a Joya.

—Mierda, duele.

Joya se quejó una vez la sentamos, su cuerpo tenía cortes y moretones. Diosa estaba herida, pero supongo que sus heridas y golpes no eran tan graves como las de Joya.

—En un momento todos estuvieron con Joya.

—Estoy bien, solo debo descansar —respondió.

La miré, sabía que no era la primera vez que llegaba así con nosotras. Al ser la preferida del Mayor él se la ofrecía a todos sus socios y eso nunca le traía algo agradable.

—Me alegro que estés bien —Joya me miró cálida—, nos enteramos que él te había solicitado cuando llegamos al piso y no estaba.

—Pensamos que te haría algo, el Señor M es el socio que el Mayor más respeta y teme.

Las palabras de Diosa llamaron mi atención.

—No me quiero ni imaginar qué clase de hombre es para que el Mayor le baje la cabeza —Joya comentó entre una mueca.

Si aparentaba ser un hombre intimidante y respetado, pero que el Mayor le baje la cabeza.

¿Quién es en verdad?

—¿Lo conocen?

Pregunté entregándole un poco de agua a Joya.

—Sí, nunca pedía a alguien, siempre se iba antes que los socios compartieran chicas. Además, que es el socio más joven del Mayor —me entregó el vaso vacío.

—Creo que tiene veintinueve o por ahí, es un hombre de negocios y pocas mujeres —Diosa me miró asintiendo varias veces.

—Para ser un hombre con reputación temeraria ha de ser delicado a la hora de follar.

Joya miró las partes visibles de mi cuerpo. Es imposible que encontrará alguna marca si de las dos noches solo me ha tocado el abdomen y cabello.

—Joya hoy no podrá trabajar —Diosa habló después de unos minutos.

—Lo entiendo.

Respondí sin más. Bella y Joya estaba mal heridas, solo quedábamos Diosa y yo para el trabajo de VIP.

—Lo siento mucho, en verdad —Joya trató de levantarse—, hoy el club ira normal por lo que sé.

—Pero tu nombre estará igual al final de la noche.

Miré a Diosa asintiendo. Es mi vida y trabajo, no era como que lo podía cambiar.

—¿No fuiste a tus estudios hoy?

Negué.

—Se suspendieron por hoy y mañana.

Miré a las chicas en busca de algún tipo de ayuda que puedan necesitar de mi parte. Tomé mis cosas y salí de los vestidores en dirección al hotel.

Mis cosas quedaron botadas sobre el sillón, caminé hasta la cama y me tiré sobre ella, los barrotes rechinaron y el colchón viejo me recibió. Miré el techo con mi mente hecha un caos.

Mi estómago protesto, entre un suspiro pesado me levanté en busca de agua, podría jurar que tomé la cantidad de agua que debo tomar en una semana completa.

Mis manos se afirmaron en la mesa que con un solo golpe se quebraría, me senté sin saber qué hacer, analicé el departamento como si fuera la primera vez que entraba en él.

Me vuelvo a preguntar cómo sería mi vida si ese día no me hubieran secuestrado o si me hubieran encontrado a tiempo.

Hoy estaría cursando mis estudios universitarios quizás.

Estaría con mi familia y hubiera evitado muchas cosas duras.

Mis manos ocultaron mi cabeza y tomaron parte de mi cabello, lo removí de forma brusca y dejé escapar un sonido fuerte de frustración.

El día se me paso entre ejercicio y estudios, al llegar la tarde tomé mii bolso y salí camino al club.

Pasé directo a los vestidores y comencé a arreglarme, saqué la ropa diminuta y me la puse. Mi cabello estaba en una coleta alta y mis ojos resaltaban en el maquillaje.

—Diosa y Ángel abrirán la noche —el Jefe habló desde la puerta mirando su cuaderno.

Explicó el turno de cada una y se fue, suspiré mirándome por última vez.

Salí detrás de Diosa, nuestros nombres fueron anunciados y con ellos se escucharon gritos y silbidos. Diosa subió primero, dio un giro completo sobre el tubo y luego comencé a subir yo.

Ambas comenzamos a danzar con ayuda del tubo, ella estaba en la parte alta del tubo y yo más abajo, nuestros cuerpos se unían en sincronía junto a la música. Bajamos hasta tocar el suelo y comenzamos con una rutina de suelo en donde nuestros cuerpos no se separan con la intención que los hombres fantasearan con tener a dos mujeres comiéndose como muchos de ellos no saben hacer. La canción termino conmigo en el suelo y mi espalda arqueada y con Diosa sobre mis tetas y su cadera alzada.

Las demás continuaron con sus bailes mientras las que iban terminando corrían a los vestidores a prepararse para sus futuros clientes.

Terminé de vestirme y el Jefe entró con su cuaderno, lo miró y fue dictando el sector de cada una.

—Ángel, te quedas a ordenar el club —miró a todas mientras asentían.

¿Qué?

—¿Por qué?, siempre me piden —lo miré confundida.

De alguna era malo que nadie pagará, el Mayor podría dejar de tenerme como una de sus favoritas y el valor por mí sería mucho más bajo provocando que fuera más fácil comprar mis servicios.

El Jefe me miró sin inmutar alguna palabra al igual que Diosa, su rostro mostraba sorpresa, miedo y a la vez tranquilidad.

—Nadie se quedará en el club por lo que te encargaras de cerrar y limpiar, órdenes del Mayor —giró sobre sus talones y salió.

—Ten cuidado con el Mayor —Diosa tocó mi hombro dando un leve apretón.

Asentí observando como se iba junto con el resto de las chicas.

Suspiré y caminé hasta mi bolso tomando mi ropa cubierta, me cambié y salí a mirar el club.

No había ningún ruido, las luces seguían funcionando, cambiando de color o parpadeando en diferentes velocidades.

Eran alrededor de las tres de la mañana. Estiré mi cuerpo y comencé a limpiar el lugar.

Algunas noches las chicas se quedan en los pisos VIP, esos sectores son en donde el dinero pasa directamente a la trabajadora. El piso principal es para todo tipo de cliente y las bailarinas solo obtienen el dinero que logran recaudar en su turno de baile.

Mientras ordenaba algunos billetes estaban botados debajo de mesas, sillones o sobre estas, era lo bueno de quedarse de la última.

El ascensor se abrió provocando que brincara en mi lugar, de sus puertas salió el Mayor, rápidamente mi corazón se alteró.

—Mayor —pronuncié lo primero que se me ocurrió.

Su mirada estaba clavada en mí, sus pobladas cejas se juntaron y su labio se curvo en una mueca, carraspeó y miró el lugar.

—¿Terminaste?

Asentí apretando el palo de la escoba en mi mano. Volvió a mirarme después de unos largos segundos.

—Vete y deja bien cerrado —ordenó mientras caminaba a la salida.

No me tocó ni siquiera se acercó a mí.

Mi cuerpo se estremeció por alguna razón.

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