Capítulo 5

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Es increíble como la mente humana a veces puede decidir torturante con recuerdos por años, esos que no deberías recordar al pasar el tiempo pero siguen presentes.

Mi vida anterior sigue plasmada en mis pensamientos como si hubiera sucedido ayer, el calor de mis padres, de mi hermano y de mi hogar se volvieron un recuerdo que sabe que fue una hermosa sensación.

Sus rostros son casi difíciles de recordar, solo aquella foto que mi hermano me mostró de ellos el día que nos reencontramos volvió sus imágenes un poco más claras.

Me impresiona lo malvada que se volvió mi mente al hacerme recordar los momentos vividos de una nena de diez años.

Una brisa fría golpeó mi cuerpo, abracé mis brazos desnudos haciéndome bolita, mis pies estaban helados al igual que mis manos. Necesitaba un poco de ropa abrigada y no finas telas pero la poca que tenía estaba sucia.

Mi estómago rugió, suspiré angustiada por saber que no debo comer pues la hora de comida ya pasó y mi porción ya fue consumida por mi estómago.

Salté en mi lugar al escuchar los golpes en la puerta.

—El Jefe solicita tu presencia en el club.

Asentí a las palabras del guardia, antes de cerrar la puerta él la detuvo.

—Ahora.

—Iré por algo par...

Su gran mano tomó mi brazo con fuerza.

—Ahora —rugió.

Me dejé llevar tropezándome en el camino. Mi corazón comenzó a golpear mi pecho y mi mente comenzó a viajar.

Abrió la puerta del auto y me empujó dentro de el, me senté rápidamente mirando a los dos hombres. Sin decir alguna palabra comenzaron a andar.

—Baja.

Abrí la puerta y salí, mis manos abrazaron mis brazos y mi cuerpo tembló, hacía mucho frío, mis dientes rechinaron entre sí. Corrí adentro rápido tratando de encontrar un poco de calor.

—Adrián, ¿sabes dónde está el Jefe?

—No ha llegado —me miró extrañado.

—Los guardias me dijeron que el Jefe me llamaba —temblé al finalizar de hablar.

—Puede ser el Mayor, él está en su oficina con un socio —guardó el vaso que estaba secando.

Mierda.

Asentí comenzando a caminar, al llegar a su oficina me centré en recuperar la compostura.

Mi cuerpo seguía temblando del frío, toqué y entré al escuchar su aprobación, me congelé más de lo que estaba al ver a su socio.

—Ángel, acércate.

Caminé dando leves temblores, miré al Señor M y al Mayor, temblé y no por el frío, los dos aquí solo conmigo, mis entrañas se revolvieron.

—¿Por qué estás tan desabrigada con este clima?

La pregunta del Señor M me tomó por sorpresa, miré al Mayor pidiendo permiso para responder, asintió.

—La pregunta la hice yo, si yo pregunto tú respondes sin mirar a tu jefe.

Mi atención se centró en él al escuchar su orden, tragué saliva.

—Solicitaron mi presencia, señor.

Bajé la cabeza sin levantar la mirada.

—Mírame.

De reojo miré al Mayor, él tenía la mirada baja, mi ceño se frunció.

—Mírame —demandó con más fuerza—, no me gusta repetir las cosas.

Alcé la mirada, sus iris celestes estaban casi desvanecidos detrás de sus pupilas.

—Sal.

Bajé la mirada y di un paso que fue detenido.

—Tú no.

Volví a alzar la cabeza confundida, dio una orden y la única que debe acatar ordenes aquí soy yo.

—¿Tengo que repetir las cosas dos veces? —su atención se centró en el Mayor.

Él lo miró y negó levantándose de su asiento, salió de su propia oficina.

¿Quién eres?

Me miró, solo eso, no habló ni se movió.

Mis manos comenzaron a sudar sobre la piel fría, su mirada me estaba poniendo nerviosa, él me ponía nerviosa y alertaba mis sentidos. Si el Mayor le temía, él era peor, peor que el monstruo que le quita la vida a las mujeres.

Se levantó caminando hasta mí, los pocos pasos que nos separaban, bajé la mirada estancándome en mi lugar.

—Alza la mirada, no me gusta que la apartes —habló suave, casi en un murmuro.

Alcé la mirada despacio, con miedo.

—Estás temblando —rozó la piel de mi brazo.

—Lo lamento, no puedo control...

—Hace frío, es normal que lo tengas.

Interrumpió mi explicación, la saliva me era difícil pasarla.

—¿Qué desea esta noche, señor?

Si quería follar prefería salir luego de esto y poder ir al hotel a tratar de entrar en calor.

No respondió, mi mente me golpeó por preguntar sin autorización. El Señor M hace días no venía al club.

¿Qué quiere exactamente de mí?

Se movió frente a mí, al alzar la vista sentí como cubría mi parte superior, mis ojos se abrieron de la impresión. Su perfume masculino invadió mis fosas nasales, su saco cayó sobre mi piel dándome una temperatura cálida de inmediato.

Reaccioné a los segundos, me aparté y me deshice de su saco.

—Lo lamento, señor, si mi temperatura le molesta deme unos minutos...

—Eres molesta —gruñó a lo bajo volviendo a interrumpir mis palabras.

Tomó su saco de vuelta, sujetó mi brazo y estampó mi cuerpo con el suyo. Su cuerpo estaba incluso más caliente que su braiser.

Mi cuerpo quiso quedarse contra el suyo.

Volvió a pasar el braiser por mis brazos pero sin despegarse de mi cuerpo.

—Dígame que desea.

Volví a pedir, me estresaba que nunca dijera nada, no me diera una orden normal.

Su voz no salió, pero su mirada analizaba mi rostro. Debía alzar la mirada aun cuando yo era alta, mi metro setenta no era suficiente para estar a su altura y él debía inclinar su rostro un poco para estar cerca del mío.

—Señor...

Mis palabras las dejé en el aire, nuestras miradas se cruzaron, sus pupilas eran muy notorias, constrataban completamente con sus iris claros, muy claros.

Me alejé como pude y mis pies se enredador entre ellos, mi cuerpo se desplazó hacía atrás ahogando el gritó. Sus manos agarraron mi cadera y me equilibraron frente al escritorio.

Al tratar de recomponerme sus manos me sentaron sobre el escritorio y se aferró a mi cintura, quedó entre mis piernas pero sin juntar nuestros cuerpos.

El impulso, por primera vez un impulso y no una orden. Mis manos se aferraron a su camisa atrayendo su cuerpo contra el mío y mis labios se juntaron con los suyos.

Sus manos dieron un leve apretón a mi cintura juntando aún más nuestros cuerpos si eso era posible. Era tan rítmico sus movimientos sobre los míos.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2024 ⏰

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