Capitulo 1

2 0 0
                                    


Capitulo 1

Nadie sabía el sufrimiento de Milena. Ella deseaba que siguiera de esa manera. Así después de varias semanas se encontraba en otro lugar del mundo. El llegar aquel nuevo lugar no había sido fácil, después de abandonar todo por su culpa, pero le costaba más olvidar todo lo sucedido.

La travesía abarco. Dos trenes y un ferri, aparte de los tres autobuses.

La mayoría de la familia se mareo. Más de uno se vomito. Lo único bueno de aquel lugar fue el paisaje que parecía postales más hermosas, la modernidad. El único impedimento que le otorgaba era el frio y la nieve pondría a más de uno de temblar los dientes.

La mayor parte del lugar tenía más tecnología de donde vivían anteriormente. Tenían trasporte, más comercios, escuela. Al siguiente día de desempacar, Denía su hermana, fue la primera en salir. La fascinación no pudo salir de su rostro después de ver una biblioteca con suficientes libros.

Cada persona tarda en acoplarse a las diversidades, incluso los animales al llegar a una nueva hábitat. Milena le costaba lograrlo, intentaba acoplarse, pero existían diversas dificultades. Entre ellos, los mareos del ferry todavía estaban en ella una semana después de llegar. Se resigno al escuchar a su madre que era normal, cuando le comento su madre que ella también los sufría debido a la adaptación, se tranquilizó.

Por suerte, había conseguido un trabajo en una tienda de relojes.

Lo consiguió con el fin de llevar sustento a su nuevo hogar, además de ayudarle a distraer sus pensamientos erráticos abundaban en su cabeza que abundaban en más de una ocasión.

—Buenos días, Martín. — grito un hombre al entrar por la puerta y escuchar la campanilla del lugar. —¿cómo estás? tendrás lo que te pedí. —

Un hombre de estatura considerable veía a la mujer detrás de la vitrina.

Milena lo miro de arriba-abajo. Vio su cabello cortado en estilo militar. Lo cubría una chamarra gruesa que, creía, no dejaba pasar el frio. Llevaba un pantalón de mezclilla y unas botas de obrero. Pero, fueron sus ojos lo que la hicieron quedarse más tiempo viéndolo. Uno era de color café y el otro azul.

Milena intento sonreír, acoplando su postura de vendedora. Pero su cuerpo, demostrando que gobernaba, gano en el impulso de vomitar. Sin percatarse el joven la siguió, sin llegar a incomodar.

—¿Te encuentras bien? —

—Lo siento, me sigo acostumbrando.—contesto Milena. Tomo un trozo un pedazo de papel que le ofreció el hombre.

—¿A qué? —

—A este nuevo lugar.—una sonrisa triste se asomó en su rostro.

—¿Tan fea esta la relojería? — contesto el hombre, tratando de que el ambiente no fuera tan incomodo.

—Disculpe— reacciono diciendo Milena, al registrar que estaba hablando con un desconocido. —Lo siento, dígame ¿en qué puedo apoyarle? —menciono tras reponerse y mostrar su sonrisa

—Oye, sé que eres nueva. —

—¿Como lo sabe? —

—La mayoría de los que vivimos aquí, nos conocemos. A ti no te había visto, entonces debes de ser la familia que se mudó a una de las casas de la colina. —

—Vaya y pensar que de dónde vengo volaban los chismes, supongo que aquí es igual. —

—Queremos llamarnos "unidos"— aquellas palabras solo sacaron una risa apenas perceptible sobre la mujer.

—Perdón, creo que estoy hablando de más. — un sonrojo salió a los cachetes hasta que los sintió en las orejas de Milena.

—No te preocupes, por mi está bien. Por cierto, mi nombre es Laín. —

—Mucho gusto, Milena —al juntar sus manos, había algo que Milena no sabía y que solo algunos pocos conocían.

El podía ver cosas de las personas, parte de su pasado o por lo menos lo más cercano a un año. En unos segundos, pudo saber porque, sus ojos arándanos mostraban estar tristes. 

Ojos ArándonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora