Capitulo 8

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Capitulo 8

— Laín— grito Milena tras acabar su orgasmo.

Los dos yacían desnudos sobre la cama. Milena intentaba recuperarse mientras su marido la observaba complacido al escucharla.

—No me canso de esto. — mencionaba Laín viéndola poseído por el deseo. —Escuchar mi nombre es glorioso.—

—Es que ando hipersensible. —

—Por eso me encanta. — y con un beso inicio a besarla. Con su mano acaricio su barriga, que se notaba más abultada y le otorgo otro beso en el lugar donde albergaba otro ser. —¿Estas bien? —

—Estoy feliz. —

Tras decir aquello. Laín volvió a besar los labios de su mujer. No era como los primeros besos; se sentía la necesidad y la intensidad en la respiración de los dos. Y el deseo mutuo de complementarse. La boca de Laín se desplazo hacia abajo hasta posarse en el lugar que pronto reconoció como la de debilidad de Milena.

El miembro de Laín estaba tan duro. El ver a su amada retorcerse con los besos, no podía contenerse, necesitaba que estuviera lista. Bajando la mano, donde tenia el anillo de casado. Y coloco su dedo índice y medio, iniciando a moverlos. La fricción era embriagadora, estaba posicionado en el lugar correcto.

—Sabes que me irrita.—comentaba mientras sus labios continuaba besando los lugares correctos. —que la doctora me negara poner mi boca aquí. — dejando claro de donde hablaba subió el ritmo de donde había colocado sus dedos. —pero, me encantan como han crecido estos hermoso monumentos.—

Y con ello succiono cada uno de sus pechos de un lado a otro. La necesidad de los dos crecía. Milena iniciaba a moverse sobre los dedos de Laín, en ese momento lo supo. Quito la mano e introdujo su miembro hasta el fondo. El grito de Milena solo hizo que creciera sus embestidas entrando y saliendo de ella. Viéndola como su manos izquierda se aferraba a su pecho y sus bíceps, destellando su anillo de compromiso y de casada.

Fue entonces que sus manos pasaron a las sabanas intentando jalarla, las piernas se aferraban mas a el. Lo hizo caer sobre ella, mientras volvía escuchar su nombre en un grito. Él en un gruñido balbuceaba "mía" hasta que se vació en ella.

—¿Estas bien? —fueron las primeras palabras de Laín tras comprender que estaba sobre su esposa y su bebe, así que se aparto de ella y se acostó a su lado.

—De maravilla ahora. —

—Ya somos dos.— Menciono. Con la respiración aun agitada y su corazón latiendo con rapidez, mientras se apoyaba en un brazo para mirarla. —no me cansaría de esto nunca.—

—Yo tampoco.—

—Quieres repetir o dormir.—

—Dormir, por ahora.— comento Milena con una sonrisa picara.

—Bien — respondió mientras se levantaba rápidamente y la cubriéndola con un edredón, pegándola a su pecho, para que durmiera.— cariño, pienso que de ahora en adelante tendrás que subirte arriba de mi.—

—¿Porque lo dices?

—Porque me da miedo aplástalos a los dos. —

—No pasa nada.—

—Tendrás que pensarlo. —

—Creo que esto es lo mismo a que no quieras saber el sexo del bebe.—

—Me gusta a la antigua.—

—A mi también.—pagándose mas a el, levanto su trasero y supo que se saldría con la suya.

No quiso decir nada, solo disfrutar de la noche.

Con siete meses de embarazo. Aquella chica no tenia idea lo que paso tras la pequeña mudanza que Laín y Eusisio organizaron.

Aunque solo se trataba solo de un par de cajas y algunos objetos que Milena consideraba valiosos, nunca imagino que Laín tendría una casa tan cómoda para todos.

Con bastantes habitaciones para hospedar a los visitantes, pero, su mandíbula cayó cuando la presento en la fabrica.

Laín no tenia motivos para quejarse; a sus 30 años, la vida le había dado lo mejor que podía desear, y se sentía completamente realizado.

Era dueño de la mejor tienda de juguetes, estaba casado con la mujer que alguna vez soñó y ahora sería un padre capaz de ver crecer a su pequeño. Se sentía muy agradecido con Eusisio siendo capaz de manejar responsabilidades mientras él se cortejaba a Milena.

Ahora, estando todo el tiempo en la fábrica, dedicaba todo su tiempo a la señora de la casa. Milena empezaba a acoplarse.

Ella no estaba acostumbrada a "mandar", tuvo que rechazar hacerlo para concentrarse en ayudar y centrarse en ayudar a tender clientes, cautivándolos con su carisma.

Tras siete meses, cuando el vientre de Milena creció considerablemente, Laín dejo de insistir en que su suegra viviera con ellos unos días. Como parte de la unión y de la interacción con su nueva familia. Una vez a la semana se juntaban en la casa de los esposos. Además de que ayudaba con los cambios de humor de Milena, aunque se desquitaban en la cama.

—Hija tengo que hablar contigo. —Después de comer, Orencia decidió ayudar con los platos para tener un momento de privacidad con su hija. —Ahorita que estamos solas. —

—Claro, ¿que pasa? —

—Escucha, una muchacha que también trabaja en limpiar casas, me pregunto el otro día sobre ti.—

—Y ¿como es que llegue a esa platica yo?—contesto sorprendida, pero sin dejar de lavar los platos que estaba en u mano.

—Es que un hombre ha estado preguntando por ti. Lleva una fotografía tuya.—

—¿Que? — dejo de lado todo lleno de espuma en sus manos para ver a su madre. —

Y ¿quien es?—

—No lo sabe, cuando le comento que no te conocía se fue, y quiso seguir preguntando a otras personas. —

—Supongo que solo es un amigo o alguien de la familia.—

—También lo considere, pero eso llamé a Filis, la vecina, para averiguar que pasaba en donde vivíamos. Ella comento que Finees vivía en nuestra casa y que un día, se volvió loco con su familia y se fue. Nadie sabe nada de él.—

—¿Tu crees que es el?—

—Si. —

—Mamá, creo que estas sacando conclusiones demasiado rápido. Ese hombre quedo en el recuerdo. Además, esta tan acostumbrado a seguir ordenes de sus padres que dudo mucho que lo dejen ir lejos. —

—Solo quería que supieras.—

—Probablemente sea alguien de la familia.—contesto con un fuerte suspiro.—Madre, ahora soy feliz. El hombre que esta hablando ahora con papá me hace sentir una muñeca edición especial. No se avergüenza de mi; me toma de la mano y me hace sentir valiosa. Finees solo quería ver cuantas mujeres podía conseguir, por eso dudo mucho que este aquí.—

—No diré mas, solo quiero seguir viendo esa sonrisa de felicidad.—

Aquella noche después de despedir a su familia, Milena y Laín hicieron el amor.

No solo se demostraron con la entrega carnal entre los dos cuerpos sudados o como se habían sincronizado para que ambos pudieran sentir el orgasmo. No solo las miradas, los antojos extraños que Laín complacía, o como pasaba las noches hablándole al pequeño que crecía en el vientre de su madre, indicaban que la decisión de ambos era correcta. Los dos se complementaban, y su conexión poca era algo que pocas personas entenderían o sabría lo que significa.

Ambos sentían amor. 

Ojos ArándonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora