El menor de los problemas

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Pasaron dos días desde el último encuentro, el baile de lady Danbury era esa noche, y Colin sentía cada fibra de su ser tensarse a medida que la mañana transcurría. Su madre lo observó preocupada durante el desayuno, no podía culparla, sabía que era conocido, en su familia, por su gran apetito, pero esa mañana en cuanto despertó, su estómago estaba lleno de nervios y ansiedad. Sentía que si comía algo solo empeoraría los síntomas, por lo que opto por comer algo ligero, junto a una taza de té. Hoy podría ver a Penélope.Su vista seguía escapando hacia la casa Featherington cada vez que tenía oportunidad, en búsqueda de al menos un indicio de ella. Su corazón lloraba todo el día y en sus sueños anhelaba encontrarla, pero en la realidad debía cumplir con su palabra. Ya había arruinado bastante la situación y la sola idea de arruinar para siempre todo solo lo descomponía.

Su madre le había recordado, repetidamente, que esta noche debía actuar cordialmente y natural frente a la sociedad, pero para él era más fácil decirlo que hacerlo. Su compromiso pendía de un hilo muy fino, había podido convencer a Pen de que al menos pensara sobre darle una oportunidad más. Pero nada era seguro, la había lastimado, por lo que tenía que probar lo arrepentido que estaba y lo mucho que la amaba. En la privacidad de su estudio, había redactado extensas listas de regalos, e ideas de cortejos exclusivas para Pen. Tachaba y agregaba cada cosa que recordaba y que a la pelirroja le gustaba. Solo debía esperar a Penélope, y si se lo permitía, la haría sentir amada. ¿Cómo reaccionaría ella a cada acción? Esperaba con ansias volver a ver esa sonrisa cautivadora, el sonrojo en sus mejillas, las pequeñas arruguitas en sus ojos cuando reía. La extrañaba. No quería estar lejos de ella. Había pensado en su arrebato, los dos últimos días. Aún no tenía certeza de todas sus emociones, aparentemente, ser sincero con uno mismo costaba mucho más de lo que pensaba.

Pasado el mediodía, dar vueltas por su estudio no era suficiente para evitar el nerviosismo. Intento editar sus diarios, quizás podría dárselos a Pen y compartir sus pensamientos a través de la escritura, ver su opinión. Amaba verla leer, sus ojos atentos y curiosos le resultan adorables, al igual que sus reacciones.

Era un secreto, pero durante su adolescencia, mientras la acompañaba junto a Eloise, para husmear la biblioteca de su padre, sus ojos se solían desviar varias veces de la lectura para observar con atención a la pelirroja. En el pasado lo hubiera negado o inventado alguna excusa, pero ahora sabia la verdad, ¿Qué tan tonto fue para no darse cuenta la naturaleza de sus sentimientos, hacia la chica?.

Finalmente, decidido, y con la promesa de volver temprano para ir junto a su familia al baile, caminó hacia Hyde Park, para despejar su mente. En el camino recordaba algunos momentos de su infancia junto a Pen, todo tenía una luz diferente ahora. Ya no eran solo amigos, se estaba sincerando consigo mismo, y vaya que no lo hacía hace mucho tiempo.

Recordó, una vez más en la adolescencia, como Pen había llegado triste a su casa. Portia estaba en su época más cruel, presionándola para bajar de peso, unos años antes de que se presentará en la sociedad. Su semblante estaba serio, Eloise la había invitado a tomar el té, él se había enterado, y había llegado temprano a casa, con la excusa de acaparar el plato de galletas antes de que alguno de sus hermanos le ganara de mano. Violet se había reído, su hermana lo llamó mezquino y él solo sonrió satisfecho. Su posición, inconscientemente había sido estratégica, cerca de la ventana, atento a la llegada de cierta pelirroja. Su corazón latía ansioso esa tarde, pero en cuanto la vio llegar cabizbaja, sintió pesar en su pecho. "Quizá solo un poco de té lady Violet, mi madre me ha prohibido comer más allá del mediodía", había dicho mientras sonreía con pesar. Colin sentía puro resentimiento por la Portia, ¿Como esa mujer podía torturar a Pen así?, solo podía comer pequeñas porciones, en el desayuno y almuerzo. Recuerda haberla visto más pálida, cansada y sin ánimos, pues claro, la estaban matando de hambre. Violet había intentado persuadir a la chica para que comiera al menos una galleta, pero ella se negó cortésmente. Colin apretó el plato de galleta con mucha más fuerza conteniendo su angustia.

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