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— Más a la derecha

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— Más a la derecha.

— Ya estoy en la derecha.

— Yo creo que ya lo tienes — con entusiasmo, un joven de cabellos negros hacía su trabajo de apoyo desde el otro lado de la máquina de peluches en el arcade. En frente de esta, un joven rubio estaba más concentrado en que la garra de la máquina se ubicara correctamente sobre el peluche objetivo.

Dió una mirada de reojo al azabache y una sonrisa fue la señal que esperaba para apretar el botón rojo y dejar caer la garra que pronto sacaría el peluche. Afortunadamente para ambos, fue todo un éxito, con el pequeño peluche de un pato cayera hacia fuera de la máquina.

— ¡Lo lograste, Paul! — exclamó el joven azabache de nombre Arthur. Cuando el rubio tomó el peluche entre manos, Arthur podía jurar que vió por momento, tan fugaces como las luces de una luciérnaga, a Paul sonreír. La principal razón por la cual buscaba una salida parecía estar llegando antes de lo esperado.

La última semana no había ido del todo bien para el rubio y Arthur había estado más que consciente de ello. Aunque era difícil saber con exactitud cuando Verlaine estaba pasando por un mal día debido a la poca expresividad que solía mantener el rubio hacia su compañero, no era tan tonto para notar que los últimos días, su compañero se ha mantenido distante no de una manera usual. Sin saber qué hacer al respecto tuvo que recurrir a buscar consejo en otras personas.

— ¿Por qué no lo llevas a salir? — un hombre joven, castaño y cabellos largos sugirió a Arthur —. Desde que llegó, ha pasado todo el día de misión a misión y luego a su departamento juntos. ¿Al menos hace algo aparte de eso?

El joven Arthur de apenas 17 años lo piensa unos momentos y se da cuenta de que su compañero tiene razón.

— ¿Lo ves? — el hombre ríe, satisfecho de ver que su suposición es correcta —. Sácalo al parque a que camine, cosas así.

— No hables de él como si fuera uno de tus perros, William — reprende un hombre mayor de cabellos grisáceos, quien se sostiene de un bastón durante su andar.

— Sé que nuestro nuevo compañero no es una mascota, Víctor — aclara Shakespeare —. Pero ciertamente a Romeo y Julieta les hace bastante bien y les anima cuando salen, ¿A quién no? Estar encerrado es una tortura.

El francés niega con la cabeza durante un suspiro, redirigiendo su mirada hacia el azabache.

— Hay un lugar con comida y juegos cerca del centro de la ciudad — habla tras finalmente sentir que descansa de su andar cuando toma asiento junto a Shakespeare, ambos mirando a Arthur quien está sentado al otro lado de la mesa —. No es mal lugar para una cita.

Rimbaud siente sus mejillas cálidas ante la mención de esa palabra —. No es una cita.

— Lo que sea — Víctor no da importancia a eso —. Sería un inconveniente que Verlaine siga tan distraído y distante como mencionas, especialmente porque no queremos que esas distracciones suyas hagan que cometan tropiezos en sus misiones, ¿No? Salir para despejar la mente no hace daño de vez en cuando.

Para Arthur fue suficiente cuando escuchó eso. En primera instancia pensó que Paul le rechazaría la salida de forma tan directa como siempre solía ser, para la buena suerte del azabache, su compañero accedió y ahora estamos de regreso al presente; Verlaine sostiene el peluche que ha ganado, feliz, podría decir Arthur, aunque esa sonrisa no es tan brillante ni desborda la emoción que creyó que tendría en un inicio.

— ¿Por qué no le pones un nombre? — sugiere, observando al rubio reaccionar de forma curiosa, casi confundido —. Es la primera vez que tienes un peluche, ¿No?, podrías ponerle un nombre o un simple apodo. Para recordar ésta ocasión.

— Es solo un peluche.

— No se trata solo de eso, Paul — Arthur se aparta de la máquina para dejar libre la misma y no estorbar en caso de que alguien más decida jugar su suerte en ella. Ambos jóvenes están en silencio hasta que los ojos cafés, casi grises de Verlaine se posan firmes sobre Arthur, extendiéndole el conejo para que lo tome.

— Quiero que tú le pongas un nombre.

La petición sorprende a Arthur, pero no se inmuta para negar y aún así termina aceptando el peluche en manos. Arthur sentía la mirada expectante de Verlaine por su respuesta, tomándose algunos momentos para pensar un nombre.

— Tal vez... ¿Te suena bien "Vernie"?

— ¿Vernie...? — su respuesta pareció sorprenderlo, incluso confundirlo por su elección "peculiar" — ¿Por qué?

— Es un lindo apodo — respondió mientras giraba al pato de peluche, de manera que pareciera que estaba mirando a Paul mientras se acerca a él —. Además... Suena a un diminutivo muy lindo para "Verlaine" ¿No te parece?

Los ojos ámbar de Arthur logran observar que las mejillas de Paul se han teñido de un tenue rojo, un claro sonrojo que parecía ya haber sido notado de antemano por el rubio por la forma en que había evitado el mirar directamente hacia el menor.

— Por supuesto... Es lindo — Arthur es incapaz de contener una ligera risa —. ¿De qué te ríes, Arthur?

— No es nada — una sonrisa decora su rostro —. Me alegra que te haya gustado el nombre, Paul — el propio Arthur sabía que sus palabras iban más allá de solo el nombre que había decidido ponerle al peluche y que fue un nuevo apodo para su compañero, saber que el ánimo de Paul y el gusto por esos simples detalles. Le costaba a veces creer que este joven que parecía ser solo apenas un par de meses mayor que él, sea la misma persona que apenas estaba saliendo del laboratorio donde le encontró. Cuando Paul aún ni siquiera había recibido un nombre.

Todo eso había quedado atrás.

Paul ahora era él, una persona tan real como el propio Arthur libre del control de Pan y era todo lo que importaba ahora.

— Arthur, te sigues riendo sin motivo — la voz del rubio le regresó al presente, habiendo notado que sus manos ahora estaban juntas a la par, con ambos sosteniendo al peluche. ¿En qué momento Paul se había acercado tanto?

— Lo siento — sus propias mejillas se sienten calientes, esperaba que el sonrojo simplemente no fuera tan notorio o pudiera culpar al frío que siempre le atormentaba —. ¿Quieres que te invite algo para comer?

— Si tú quieres.

Arthur rueda sus ojos, soltando las manos de Paul para entregarle el juguete.

— Tú eliges entonces, Paul — su sonrisa se mantenía, suave y cálida como lo habían sido las manos de Verlaine junto a las suyas.

Fue demasiado agradable, no le molestaría volver a sentir esa calidez una vez más.

Fue demasiado agradable, no le molestaría volver a sentir esa calidez una vez más

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❛ Rimlaine Week | July 2024 ❜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora