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Sanha llegaba mas contento que de costumbre al trabajo, y ahora tenía una nueva rutina: su cafecito. Usualmente se levantaba, lavaba sus dientes y tomaba café para salir corriendo y abrir su negocio. Ahora salía corriendo pero para ir al Moon Bean Cafe y tomar su bebida caliente acompañada de una dulce sonrisa del barista, incluso si aún no abría.

- Creo que Sanha es el cliente favorito - afirmaba Jooheon - ni siquiera yo puedo tomarme un café antes que él.

- Deja la envidia - reía Sanha - yo ayudé a inaugurar.

Bin solo sonreía mientras preparaba el primer café del día para su cliente especial. Luego conversaban de cosas triviales como el tiempo y la buena recepción del local.

Por supuesto, los incovenientes parecían estar del lado de Sanha, ya que un viernes a las 4.30 su calefactor se averió. Y no pensaba convertirse en una paleta congelada ni continuar aguantando regaños por estar tan "despreocupado" de la librería. Así que tomó lápiz y papel y dejó un pequeño letrero que leía "estoy en el café Moon Bean, porque no tengo calefacción".

- He venido a invadirte - sentenció animado - mi calefactor no funciona y no quiero congelarme ¿puedo trabajar remoto desde tu hermoso y cálido establecimiento?

- Por su puesto que puedes - Bin lo miró volteando los ojos - y por favor no hagas más referencias al covid, sigo con traumas.

- Entendido, solo me relajaré aquí llenando estas facturas. Jooheon me puedes traer un latte y una galleta de jengibre por favor.

Sanha estaría mintiendo si decía que avanzó mucho, pero como le encantaba mentirse, cuando Bin preguntó si iba bien, le contestó que sí y que ni siquiera en la librería avanzaba de esa forma, cuando en realidad se pasó la mitad del tiempo mirando a Bin de reojo y la otra mitad mirando a Jooheon para estar seguro que no se había dado cuenta que él estaba mirando a Bin. Fue todo un poco confuso.

Llegando la hora de cerrar Bin decidió ser un jefe amable y dejar que sus empleados se fueran sin esperar al cierre propiamente tal. Era la oportunidad perfecta para hablar con Sanha.

- Quiero preguntarte algo - le dijo llevándole además otra galleta.

- No puedo comer más de estás o tendré que rodar a casa.

- No digas tonterías, te ves perfecto así.

El corazón de Sanha comenzó a galopar en su pecho, y casi se pierde la pregunta de Bin. No era la primera vez que le hacía un cumplido sutil, siempre eran cosas del tipo: me gusta tu abrigo o esa bufanda se te ve muy bien. Sin embargo, hoy era un halago directamente a su persona y eso lo hizo sonrojarse.

- Necesito que me digas qué onda con las personas de aquí.

- Qué onda de qué - Sanha quedó intrigado por la pregunta.

- En estos días se me han acercado los dueños de los otros negocios, son amables y todo eso, pero quiero una opinión más profesional - ese comentario le causó mucha gracia a Sanha.

- ¿quién soy yo? ¿Un experto en personalidad?

- Tú me entiendes - dijo Bin en modo de señora del chisme - confío en ti y tú los conoces hace mucho más tiempo.

A Sanha le gustó escuchar esas palabrss y empezó a descuerar a todos los dueños que le caían mal. Le contó a Bin como la dueña de la dulcería una vez le tiró huevos a sus ventanales solo porque estaba regalando paletas con forma de corazón un día de los enamorados, o como el señor que vendía kimbap le dijo a los clientes que librería estaba embrujada solo porque él era homosexual.

- Oh por Dios - soltó Bin - ¿es de verdad?

- Por supuesto que es verdad, no te inventaría cosas. ¡No suena a que confías en mí, eh! - se cruzó de brazos e hizo brotar un puchero de disgusto.

Bin se largó reír por la cara de indignación del menor - No es eso, es solo que es una razón muy tonta para desprestigiarte.

Sanha le explicó que el hombre era un fanático religioso con un pensamiento muy arcaico. No iba a negar que le decepcionó un poco que Bin no hiciera comentarios referentes a su orientación sexual, le contó para observar su reacción y el otro ni luces le dio de impacto, agrado o desagrado. Claro que no solo fue pelambre la situación, también le contó de las personas amables del boulevard, como la señora Choi (cuyo nieto tuvo una corta relación con Sanha) que vendía flores y era muy amable con él, o el señor Park, padre de Jinwoo, que reparaba teléfonos celulares y vendía artículos electrónicos. El hombre siempre lo saludaba amablemente con una pequeña reverencia y le deseaba un buen día. Así pasaron el resto de la tarde, comentando diferentes situaciones.

- Es mejor que vayas a casa - Bin miró afuera, estaba helando y oscuro.

- Rayos, no vine en auto hoy. Estaba muy escarchado en la mañana y se me hacía tarde.

Sanha notó que Bin estaba meditando, algo había surgido en su cabeza pero se notaba que no se atrevía a hablar, realmente era un chico muy suave y cuidadoso con sus palabras, igualmente fue quien rompió el silencio.

- Puedes quedarte conmigo, si quieres. No tengo grandes comodidades pero mi cama es de cómoda.

Los ojos de Sanha duplicaron su tamaño original al notar lo que acaba de salir de la boca de Bin, y el otro se dio cuenta en el doble sentido de sus palabras.

- Lo... lo que quiero decir es que... ay - se echó reír porque no había más que hacer - me refiero a que puedes dormir de un lado y puedo poner almohadas y yo al otro lado - Sanha no le contestó, solo lo miró con una sonrisa - ¿sabes? También tengo un sofá, no es tan grande, pero yo caigo bien, y así puedes dormir solo en la cama, con las almohadas. Aunque tienes que prestarme una porque la necesito para elevar mi cabeza, no me gusta dormir sin almohadas - hizo una mueca cuando por fin se quedó callado.

- Me encantaría quedarme contigo, pero te recuerdo que arriba de la librería tengo un pequeño apartamento.

- ¿No tienes inventario ahí? Aparte tu calefacción no está funcionando, o eso dices tú.

La situación se había dado vuelta y era Sanha quién se puso colorado, se había olvidado de su calefacción - Es verdad, con tanto chisme lo había olvidado - miró de nuevo afuera y realmente no le apetecía caminar hasta su casa en ese frío.

- ¿Qué dices? - Sanha notó la ¿ilusión? en los ojos del chico.

- Aceptó, prometo irme temprano y no comer demasiado.

Entonces terminaron de cerrar el café y subieron al pequeño apartamento, donde Bin hizo la cena mientras Sanha lo miraba y le contaba más y más anécdotas del pueblo. Como el caballero que era Bin se durmió en el sofá, y Sanha en su suave cama, donde inspiró hondo el aroma impregnado en las sábanas de su vecino.

- Prometiste no volver a enamorarte Yoon San Ha ¿qué estás haciendo? - se susurró bajito para cerrar los ojos e intentar dormir. Los dos se mantuvieron despiertos varias horas queriendo levantarse y dormir en los brazos del otro.

Sweet ~ BinSanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora