Síndrome de Alejandría | JORUA (&team)

21

Fueron los segundos más aterradores de la vida de Jo.

Harua se había desmayado y casi había caído al piso, por suerte pudo atraparlo un poco antes. Se arrodilló en el piso con el en sus brazos mientras el cuerpo del peligris temblaba.

Empezó a gritarle a Fuma y a K que hicieran algo mientras Harua había empezado a vomitar.

Una sustancia negra que no hizo más que aterrarlo el doble.

¿Qué había hecho?

¿Por qué había dejado que Harua hiciera esto por él?

Mientras Fuma le gritaba que no podían llevarlo al hospital, por la misma razón por la que no lo habían llevado a él, Jo se sentía preparado para pararse y lanzarle un puñetazo.

Entonces se detuvo.

Harua había dejado de vomitar, pero su cuerpo seguía teniendo escalofríos.

—Veneno.—Susurro débilmente.

—Shhh, por favor, no hables.—Decía Jo mientras acariciaba su cabello en un intento por contenerlo.

—Ellos quieren matarte, tu herida... el cuchillo estaba envenenado. Intenté... intenté ver más pero... no aguanté, yo...

—Harua, por favor.—Su cabeza descansaba en el muslo de Jo.

Su cuerpo dejó de temblar cuando se quedó dormido.

Jo entonces lo soltó para llevarlo a la cama y limpiar la sustancia negra que había vomitado en el piso.

—Es magia negra.—Dijo Fuma.—Es un tipo de magia asqueroso y depravada que va en contra de todo lo natural, no lo había visto jamás, ni siquiera de las brujas, pero puedo sentirlo.

—Necesito que el descanse, luego voy a llevarlo a su casa.

—Jo, no podemos...

—Me importa una mierda, Fuma.

—Iré a conseguir agua para cuando Harua despierte.—Dijo apresuradamente K.

Fuma no se atrevió a discutir más, simplemente asintió. Ayudo a Jo lo que restaba y luego salió, sin decir nada más.

………….

Jo no había pegado un ojo mientras veía a Harua dormir, estaba demasiado asustado.

Cuando el peligris se removió ligeramente cerca de una hora después, alcanzó la botella de agua que K había traído.

Harua abrió los ojos despacio, sintiendo como si un camión le hubiese pasado por encima. Intento hablar pero sintió garganta demasiado.

—Aquí, mira.—Jo le estaba ofreciendo agua, él la tomó.

—¿Qué hora es?—Preguntó después de un trago.

—Cerca de las 23.—Sus ojos se abrieron como platos.

—Dios, tengo que estar en casa.—Dijo sentándose en la cama todavía un poco mareado.— Taki...

—K esta con él.—Dijo Jo.—No te preocupes, te llevare a casa.

Jo tenía las llaves del auto de Fuma.

Harua asintió.

Pero también le vino a la cabeza lo que había visto antes de desmayarse.

—Jo... tu herida.

—No debes pensar en eso ahora, lo lamento mucho, Harua.—Este frunció el ceño.

—¿Por qué?

—No debería haber dejado que hagas eso, fue estupido e imprudente, pudiste haber muerto o...