- 1. «¡Entra él genial, único y sin igual Goro Karado!»

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El pueblo dónde se vive es pequeño, por lo que muchas personas se conocen entre ellas y se ayudan.

Entre las calles llenas de gente vendiendo en sus puestos comidas y objetos, una pequeña mano se cuela entre las frutas tomando una manzana.

Sonríe cuando la fruta llega a su boca para darle el primer mordisco.

- ¡Qué crees que haces aquí niño! –grito el anciano.

Ante la sorpresa el pobre niño termino soltando su manzana y alejándose del hombre mayor.

- ¡Niño insolente, como te atreves a tratar de robarme! –el pequeño niño estaba apunto de llorar, el señor se acercó a él y lo tomo del brazo.

Con su fuerza jalo al niño, mientras lo sostenía y agitaba y el niño soltaba pequeños llantos. Dolía bastante para un pobre niño.

Y más regaños llegaron junto con las burlas, el odio era ridículo viniendo de un adulto a un pobre niño sin hogar o amor.

Y por eso había decidido cambiar un poco su perspectiva.

- Sueltelo. –el anciano y el niño se voltearon a ver.

Y ahí estaba. Pero no era precisamente la mejor forma de salvar a alguien.

- ¿No está muy mayorcito para molestar a un niño tan pequeño, anciano? –se burlo. El hombre soltó un bufido enojado.

- Esto no te concierne, lárgate.

- Vamos. ¿No es solo un niño? Los niños se divierten con lo que sea. –sonrió.

- Los niños deben de ser respetuosos con los mayores. –jalo al niño de nuevo– No unos ladrones.

- Venga ya, deje al niño en paz. –se acercó a ellos– Solo es un mocoso del que no quiere encargarse.

El hombre solto un bufido enojado, soltó la muñeca del niño tirandolo al suelo mientras lloraba.

- Si vuelvo a verte por aquí no dudaré en sacarte a patadas, y esta vez no estaras tú para evitarlo.

Terminó de amenazarlos y se metió a su tienda dejándolos ahí, suspiro y se acercó al niño que ahora sí estaba llorando.

- Una disculpa niño parece que ese viejo es una molestia con cada día que pasa. –se agachó al niño y tocó su cabeza.

Era raro ayudar a otros. Que él ayudará era raro. Pero para ese niño ayuda era ayuda.

- Vamos niño, levanta. –el niño sonrió y trato de levantarse– Ensucias el suelo.

Tomó de la mano al niño y lo levantó del suelo— Ya niño, listo. –sacudió la ropa del niño– ¿Que tal? Cómo nuevo.

- …Gracias.

- Ya niño, deja de llorar. Solo te haces más feo. –el niño a pesar de todo sonreía, era adorable.

Pero no para él, quien no sonreía para cualquiera.

Siente como el niño se acerca, sabe que va a hacer. Rápido se aleja y el niño casi cae, sus manos quedaron abiertas en su lugar.

No le gustaba abrazar.

- Ya puedes irte, anda. –y sin más fue él quien comenzó a irse. Por detrás escuchó a una mujer, seguro la madre.

De reojo vio como se abrazaban y lloraban ella lo veía desesperada buscando algo que lo hubiera lastimado, no había nada de que preocuparse.

El amor de ambos hace que los mire más de lo que debería, un duro golpe se siente en su estómago que trato de ignorar, su mandíbula también se tenso por verlos y su garganta se cierra.

Excepto que no era por él, claro.

- Vamos cariño –toma la mano del niño, se ve feliz– sabes que no debes acercarte a ese hombre.

Y la felicidad y tranquilidad de la mujer se acaban cuando se van, su mirada de odio se refleja para él.

- ¿Mami, podemos agradecerle al señor? –le preguntó el niño, tan inocente.

- No está vez hijo, a los ladrones no se les agradece. –y con eso se fue.

Ella le conoce.

Sin más avanza, retoma su camino con esas palabras por detrás. Se oye cruel y sus palabras se quedan pegadas a él.

Pero no duele, al contrario de eso…

Le divierte. Le divierte saber que crean que le duele, pero no era así.

Si duele ya no le importa, no debía importarle lo que pensaran de él, siendo sinceros a el tampoco le importaba que dijeran.

Aunque el pueblo dijera lo peor de él a fin de cuentas no le importaba, siempre sonreía para el mismo y así era feliz. En parte.

Porque solo importa lo que piensan los que amas.

El cielo empieza a oscurecerse y todos van a sus casas, perfecto piensa porque sabe a dónde ir esa noche.

Tranquilo camina al sendero marcado al inicio de la colina, el pueblo es tranquilo y no siempre hay problemas.

Sube por ahí y disfruta de ver cómo el sol se cuela por el bosque mostrando un bello color naranja natural, los pajaros de alguna manera aún trinan y tiene la suerte de oirlos.

Se adentra un poco más y se ríe, no siempre lo hace. Pero ahora estaba pensando en que le iba a decir cuando llegará.

Debía tener una excusa, verdad.

Al final vio la pequeña casa, madera y linda sobretodo acogedora. Llega y ve como el humo sale del techo, sabe que alguien bañándose y vuelve a reírse porque sabe quién era.

Se acerca, se arregla el kimono, mira la puerta y la toca. Las luces de adentro de la casa se prenden cuando tocó.

Segundos después la puerta se abre y la persona que tiene en frente es lo opuesto a lo que quería ver.

- ¿Y tú, que haces aquí?

- Todo menos verlo a usted, Jigoro-san. Vengo por la fiesta que se prometió.

Kuwajima Jigoro, dueño de la casa, jugador de shoji profesional, cojo de una pierna, cultivador de duraznos y el anciano que cuidaba a kaigaku y al llorón del pueblo.

- Goro… ¿Que se supone que haces aquí?

- Ya le dije.

- Eso no es una respuesta, niño.

- No soy un niño y no me hable como a zenitsu, anciano.

- Deberías estar en tu casa, no aquí. Ya te dije que no eres bienvenido.

- Y yo le dije que no me importaba lo que dijera, que iba a volver. –sonrió.

- Se puede saber quién te invito. –otra voz salió de detrás del hombre. Un muchacho.

Bueno, ni tanto.

- ¡Kaigaku! Que sorpresa, hola.

- Repito, quién te invito. –su enojo se incremento.

- ¿Quieres que te lo diga, enserio? ¿No queremos que sepa defenderse?

- Goro… uno.

- …Odio cuando empiezas a contar. ¿Sabés?

- Dos…

- Anciano, dígale algo. Puede matar a mi informante. –jigoro solo cerró sus ojos.

- Goro…

- ¿Sabías que cuando te enojas tus cejas se mueven?

- ¡Tres!

- ¡Zenitsu! –grito alzando sus manos en son de paz.

Hasta Jigoro se sorprendió de eso, kaigaku ya tenía la vena en la frente de escucharlo y antes de que ambos se dieran cuenta el entro a la casa.

Los gritos no se evitaron y la casa terminó con sollozos, bufidos y risas por parte de Goro.

Extraño cazador |☆ Kimetsu No Yaiba☆ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora