-2. «Amena conversación»

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"Admito que la muerte cerca esta, pero jamás a mí se acercara"
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- No deberías haber venido. No eres bienvenido y lo sabes. -le reclamó.

Él se rió. En realidad en ningún era bienvenido más que en ese molesto pueblo.

Ahora mismo se estaba enfocando en la noche estrellada que tenían sobre sus cabezas, todas esas estrellas eran tan hermosas y brillantes.

Estaban cerca de la finca del anciano ese, era un bonito huerto de duraznos que ahora producía un buen soporté para recostarse.

Kaigaku iba a salir a revisar los árboles porque había escuchado un ruido extraño y oh sorpresa: Goro bajo un árbol comiendose uno de los duraznos.

Demás estaba decir que en esos momentos una vena enojada apareció en su frente. Guardo su katana y se acercó a él.

Goro pensaba en que si a un ladrón se le ocurria meterse en esa casa sería golpeado y atacado por katanas. Eso, para Goro, era raro.

Miró a quien lo había regañado cuando llegó a la casa, un kaigaku enojado con aparente mejor vida y salud que hace 7 años.

Si bien aún usaba su viejo kimono negro y unos pantalones negros por igual se notaba que este era más limpio y pulcro.

Su matagama dorada era algo que jamás se había quitado, incluso cuando se conocieron esa cosa colgaba de su cuello.

Nunca pregunto mucho, solo había sabía que era importante para él porque alguien en el pasado se la había regalado.

Sonrió al recordar esos días.

- ¿Te da gracia lo que hiciste hoy? - fue a preguntarle.

- Me da gracia que seas tú quien me regañe. Debería ser Jigoro-san quien lo hiciera.

- Lo hago yo porque no quiero meterme en problemas por ti, idiota.

- Oh, aún te preocupas por mí~ -sonrio encantado, luego se acerco a el y a su boca quedando en un cercano beso.

Ninguno se inmutó por la cercanía, años de conocerse en ningún momento llegaron a incomodarse por el otro.

Pero las hormonas y la adolescencia le provocaron a kaigaku un sonrojo ligero y difícil de notar.

- Idiota. -reclamo, luego se alejo del otro robándole el sombrero gigante de paja con pequeñas campanas que tenía encima.

- Tan predecible kaigaku. No as cambiado tanto como pensé.

- Tú sigues igual. -menciono mientras se ponía el sombrero gigante.

- Lo sé. -rió.

Era lindo, verse después de tantos años y conversar se sentía hermoso y agradable. Sobretodo porque estaba con quien amaba.

Kaigaku había madurado, ahora con 17 años tenía una mejor cara y forma, su cabello ya no estaba sucio como antes y su cuerpo había tomado una fuerza descomunal, sabía eso por los entrenamientos secretos que le había contado una vez.

En cambio él, había crecido bastante, su cabello café oscuro crecía rápido por lo que se había hecho una cola de caballo para atarlo, su kimono rojo con dorado seguía con él y su ropa había mejorado.

Solía mover árboles para los que hacían carbón para conseguir comida y una casa pagada pero era por ese trabajo que su musculatura también era pronunciada.

Ambos habían crecido bastante, Kaigaku con 16 y Goro con 19 años. Ambos eran lo mejor de lo mejor.

Según rumores, a kaigaku lo había adoptado un anciano cuando había buscado comida. Este anciano lo había salvado una vez a él también.

Luego cuando el tenía 18 lo volvió a ver en el pueblo. En ese entonces era un poco inmaduro (aún lo es) y estaba molestando a un niño pelinegro con pequeños empujes provocando que el niño llorará y botara lo que tenía en la cesta.

Ahí se vieron, justo cuando kaigaku llegó para evitar que él siguiera molestando al niño. Recordaba como había detenido su mano cuando iba a golpear al enano ese.

Goro con 18 años de edad pudo conocer a otra importante para kaigaku, además del anciano ese, se llamaba Zenitsu.

- Cómo vas con el enano ese. -solto de la nada. Oyó el bufido enojado de kaigaku.

- Es una molestia. Llora a cada minuto y no puede sostener una espada de manera simple ¡Y la espada es de madera!

- (Yo tampoco puede hacerlo en realidad) -dijo para sus adentros. Siendo sincero sentía pena por el niño.

- Además, llama al maestro abuelo. ¡Y se le permite! Yo jamás lo llamaría de una manera tan irrespetuosa.

- (Antes no decías eso)

- Es tan irritante como tú. -finalizo.

- ¡Eh! -reprocho- ¡No me compares con el enano ese!

- Tan molestos. -con el borde del sombrero se tapo los ojos.

- Cómo sea. ¿Para qué entrenas tanto al niño ese?

Cuando kaigaku no dijo nada supo que había tocado un tema sensible para el.

Estaba tratando de mentir.

Goro sabía lo que es mentir. Así cómo le había enseñado a kaigaku a hacerlo, sabía cuando trataban de mentirle.

Notó que el otro se escondió aún más con el sombrero y ocultaba su nerviosismo, no le iba a decir.

- ...Aprendemos a pelear. El estilo de tomar una katana y luchar. Por ayudar o sobrevivir.

- ...¿Debe ser estricto, no? -pregunto, aunque por su tono Kaigaku supo que no pudo lograr mentirle.

- Bastante. Debemos ser lo suficientemente fuertes para acabar con...lo que sea que nos ataque.

- ¿Cómo qué?

- (Demonios) No lo sé. Pero no moriré sin saberlo.

- Claro. Por cierto, ese niño te llamo de una manera muy interesante. -se burlo.

Kaigaku tuvo que evitar golpearlo ahí mismo por órdenes de su maestro. No mates a nadie que no sea un demonio.

- No se de que hablas.

- Claro, aniki. -trato de ahogar su risa.

- Cállate no me lo recuerdes. Eso fue una molestia. -gruño, era parte de Kaigaku siempre parecer enojado.

El no verlo enojado sería algo inhumano. El fin del mundo talvez.

- Pobre niño. Debe ser horrible para él tener que pelear contigo. Tienes un genio horrible.

- Agh. No es nada. Si quieres sobrevivir en la vida debes aprender a defenderte a ti mismo. ¡No tirarte al piso a llorar!

- ...

- ...

- ...

- ¿Qué?

- De nuevo. Pobre niño. -dijo para acostarse en el piso colocando sus manos en su cabeza como almohada.

- Jum.

Y de nuevo un lindo ambiente se formó entre los dos, algo cálido y reconfortante. Cómo si nunca sus caminos se hubieran separado.

De nuevo juntos.

- Goro...

- ¿Si?

- Te preguntaré algo.

- ¿Aja?

- ... ¿Crees en los demonios?

Eso lo sorprendió. Tanto como para verlo con ojos bien abiertos.

Se levantó despacio y se atrevió a responder con otra pregunta qué, talvez, haría que su vida cambiará.

- ...¿Tú sí?

Y fue entonces, que supe que la vida, mi vida, se acortaría.

Extraño cazador |☆ Kimetsu No Yaiba☆ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora