PROPUESTA CALIENTE

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Ara.

«¡Se busca urgentemente una pareja para un hombre soltero desesperado!» —Lo veo y no lo puedo creer.

Termino de leer el anuncio que Tlander me ha enviado, a pesar de no tener una cuenta en esa aplicación. No me alarma, porque mis entrometidos «protectores» crean perfiles falsos en diferentes sitios para hacerme parecer una persona socialmente activa y evitar sospechas de que soy todo lo contrario y tengo mil secretos que ocultar.

Algo a lo que ellos llaman:

—Ser una mujer normal de veintiséis años, sin un pasado oscuro y con una gran vida social.

—¿Quién en pleno dos mil veintidós coloca ese tipo de anuncios? exclamo con un suspiro, probablemente debido a todo el alcohol que he consumido mientras espero la comida.

Alessa, Lesly, Ágata, Mónica, Tara y yo habíamos llegado al bar hace más de dos horas. Se suponía que sería una cena tranquila, pero me emocioné y les rogué a todas que vinieran a Toasts & More en lugar del restaurante tranquilo que habían elegido para nuestra reunión mensual. Llevaba tiempo queriendo venir desde la inauguración, pero como no es el tipo de lugar al que «El clan» suele ir y no puedo venir en pareja ficticia, tuve que resignarme hasta ahora. Estoy en un punto en el que no recuerdo cuánto he bebido, dónde vivo ni por qué bebo: ¿será solo porque acadan de despedirme de un trabajo horrible, pero bien remunerado, de mi matrimonio fracasado, por mi falta de vida o mi inminente reubicación y la segunda vez que debo abandonar todo lo que he conocido estos años? O tal vez solo estoy deprimida y finjo ser feliz en medio de mis desgracias. Aún no lo decido.

—Algún loco que quiere llamar la atención de chicas jóvenes —dice Lesly, siendo la primera en hablar. Y también la primera que conocí, la mayor de todas nosotras, pero no por eso menos joven de espíritu.

El conocernos fue pura casualidad, como en esas películas de Hollywood, cuatro meses después de mi llegada a la ciudad. Era un miércoles por la mañana de marzo y me dirigía apresuradamente al trabajo, como de costumbre, pensando que tenía tiempo suficiente para llegar. Pero, como suele suceder, algo ocurrió en el camino y terminé más retrasada de lo imaginado. Caminaba a toda prisa por la acera frente al viejo edificio de ladrillo con las escaleras de emergencia oxidadas donde se encontraba mi nuevo apartamento. En una mano llevaba un termo de café espantoso y en la otra sostenía mi celular, cuando choqué con algo.

Lesly Ferton, la heredera universal del magnate de la industria tabacalera Fertons; llevaba puestos unos pantalones de ejercicio negros y un top durazno que terminó siendo manchado por mi café.

—¡Ay, Dios! —exclamé, soltando rápidamente el termo y todas mis cosas al suelo. Su rostro se enrojeció de dolor, varias manchas humedecieron su ropa y su piel desnuda—. Lo siento muchísimo, perdona, es que no te vi.

Me quedé allí, parada, sin saber qué hacer, con las manos extendidas hacia ella, sin atreverme a tocarla. Las agité en el aire como si eso pudiera hacer algo para solucionar la situación.

Lesly sacudió un par de veces sus manos y me miró. Luego sonrió y soltó una carcajada tan fuerte que casi me perfora los tímpanos. Una vez que recuperó el aliento y la compostura, en lugar de gritarme como una loca, la escuché decir con la voz más calmada y melodiosa del mundo:

—No te preocupes.

—Creo que tengo servilletas o algo con lo que puedas secarte en mi bolso...

—No importa.

—¿O prefieres quitarte la ropa? —parpadeé rápidamente ante mi propia sugerencia y velozmente aclaré—. Vivo justo arriba, seguro que tengo algo que te pueda prestar.

AL LÍMITE DE TI: ARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora