ENORMES SECRETOS

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Ara.

27 de marzo de 2022

—¿Secretos? —Asiento mientras observo al hombre frente a mí.

Por supuesto que tengo secretos, todo el mundo los tiene. O sea, no es que una ande por ahí diciéndole a todas las personas a tu alrededor lo que te pasó aquella noche cuando estuviste a punto de morir, lo que le dijiste a la policía para que pudieran protegerte, aquello que más de una vez pensaste en hacerle a tu jefa, lo que sientes por el novio de tu amiga o que estás por verte con tu jefe para tener sexo en menos de ocho horas y no has parado de ver el reloj contando los minutos para que termine la entrevista, o que te tocaste pensando en Batman mientras estabas en la ducha hasta que de repente te cortaron el agua por falta de pago y tuviste que hablarle a tu amiga para que te prestara dinero y pagarla solo para continuar con tu fantasía. Todos esos son secretos.

Así que sí, tengo secretos, no es que sean de gran magnitud, son normales y sencillos; como por ejemplo que en la solicitud para participar en el anuncio de Tlander coloqué que nunca me había casado, que no tengo ningún interés amoroso, tampoco menciono que extraño mi avicon descapotable, que a veces fantaseo con que Justin Bieber deje a Hailey Bieber y le declare su amor a Selena, que ser adulta apesta, pero solo es tolerable por la paga y el sexo, que odio lo que Warner le hizo a Johnny Depp y que estoy usando la ropa interior, ya lavada, de P.J. porque es bastante cómoda y extrañamente me recuerda a Gabriel.

En conclusión, esos son secretos como los de todo el mundo.

—¿Y bien? —Víctor, el guapo rubio frente a mí, habla de nuevo, pasando por alto las reglas y revelando su verdadero nombre: Víctor Araujo. Lo reconozco por las revistas de sociales que Alessa tiene en su apartamento y me ayudan a distraerme en lo que ella se prueba sus diez mil outfits y se toma selfis antes de que salgamos a algún lado.

—¿Tú tienes secretos? —lo interrogo.

—Todos tenemos secretos.

—Exacto —arremeto ligeramente exaltada.

Mi mejor amigo Gabriel y yo no nos guardábamos secretos. Al menos eso es lo que creí. Lo habíamos jurado bajo el árbol de manzanas frente al jardín de niños de nuestra calle, pero él fácilmente olvidó esa promesa, al parecer, y decidió meterse en la cama con otra mujer; con mi hermana.

«Menudo secreto, ¿eh?»

En fin, la vida sería más fácil si te avisara con una música de miedo cuando estás a punto de hacer una estupidez, como meterte a la casa de tu hermana mientras ella decía estar trabajando para contarle la verdad de todos tus hematomas en el abdomen, ya que pese a los tratamientos te acaban de dar el resultado final y no podrás tener hijos, y, en cambio, encontrarla en la cama con tu esposo.

«Maldito idiota».

—Sí —escucho entonces a Víctor hablar ligeramente por lo bajo, pero con un poco de deseo porque alguien lo escuche en verdad. Toma la grabadora que ha colocado sobre la mesa de centro y la apaga—. Mi ropa interior me da mucha comezón cuando es de licra. —Enarco una ceja, él se encoge de hombros y continúa con su lista de secretos—: No soporto ver las películas de terror, me dan miedo las alturas, tengo una extraña alergia al látex y estoy enamorándome de la chica con la que estoy saliendo, la cual resulta ser la hermana menor de mi mejor amigo. —Aquello no era lo que tenía en mente cuando lancé la pregunta como bumerán hacia él, solo esperaba que me dijera algo sobre Batman, pero vaya secreto para comentar en plena entrevista a una desconocida—. ¿Y cuáles son tus secretos?

Suelto un bufido y me dan ganas de echarme a reír en cuanto él se inclina de nuevo para encender la grabadora de la mesa.

—Tengo miles.

AL LÍMITE DE TI: ARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora