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El día estaba nublado, sombrío y triste. Los días siempre parecían ser iguales, desde hacía demasiado tiempo. Sus botas dejaban marcas en el césped mojado por las lluvias de días anteriores. Estaba silencioso, como siempre, y no había mucha gente como en otros momentos. Era sábado, no le gustaba mucho ese día de la semana.
Su mano sostenía con fuerza el bolso donde guardaba demasiadas cosas, muy importantes, y eso se había vuelto un vicio hace ya unos años. Repaso con sus ojos todos esos borrones grises que podía ver, cuando lo encontró sonrió a penas. Se encaminó con rapidez y llegó a su destino, lo observó y trago duro el nudo en su garganta.
Sentía que no podía estar ahí, no se merecía ni siquiera pisar esos lugares, lo sabía.
Se sentó, sin importarle el césped mojado debajo de sus jeans, puso su bolso en su regazo, y jugueteó con sus manos. Había estado en este lugar hacía ya ocho años, no volvió y no se sentía capaz de hacerlo, pero necesitaba hablar.
Necesitaba hablar con la única persona que realmente lo escucho, en algún momento.
Cuando leyó en su mente ese nombre, muchos recuerdos golpearon su memoria, uno tras otro. No quería recordar, no quería siquiera pensar en él... no merecía ese privilegio. Habían pasado tantos años, tantos años y seguía sin perdonarse, dudaba que en algún momento lo hiciera.
Minutos después, despertó de su aturdimiento, y se aclaró la garganta. Sus manos temblaban y no hallaba su voz, era el momento que tanto había esperado. No podía seguir escapando de la realidad como un adolescente.
-Hola, Stone... -Robotnik murmuró, con lentitud y titubeando un poco.
Sus ojos se enfocaron en la vista que tenía frente suyo, una que había intentado ignorar todo el tiempo. Era gris, una placa gris con su nombre y apellido, con una frase que le calaba el alma y un pequeño marco con una foto dentro suyo. Stone se veía joven, se veía como cuando se había ido, sonriendo mientras sostiene a un gato. Se notaba que la foto la había tomado él, era obvio, nadie le sacaba fotos a Stone.
Lee Stone.
31-05-1985.
28-01-2022.
Había flores, sabía que siempre había flores a su alrededor, también unas pertenencias de Stone.
Leyó la frase, esa frase que la madre de Stone había elegido para plasmar por siempre, era una frase hermosa pero quien la había elegido hacía hervir la sangre de Robotnik en enojo. Era el menos indicado para molestarse pero eso no quitaba que lo hiciera.
"El recuerdo indeleble de tu sonrisa y serenidad permanecerá en nosotros para siempre."
Y era cierto, habían pasado ya cinco años y la sonrisa de Stone no se borraba de su cabeza. Siempre sentía un toque fantasma en donde esos dedos habían estado, sentía a veces como su cabeza era acariciada. Sabía que eso no era bueno para su salud mental, pero le gustaba imaginar.
-No he venido aquí desde el momento que te dejaron en este lugar, hace ocho años no pongo un pie en donde estás. Sé que no lo merezco... pero decidí venir, tengo demasiado que contarte. -La apariencia de Robotnik habia cambiado, habia comenzado sus arrugas y sus primeras canas.
Hubo un largo silencio, el cientifico de verdad sentía que hablaba con alguien, eso lo hacía sentirse vulnerable. Tras largos minutos de prepararse finalmente se enderezó y respiró hondo.
-Sé que me tarde, demasiado, muchos años y lo tengo en cuenta. Me costó demasiado poder aceptar que debía venir, no quería profanar el lugar donde estabas descansando al fin. El día que me enteré de todo fue un despertar para mi, para la persona que soy ahora y jamás lo voy a olvidar. -Robotnik murmuró, pellizcando levemente sus manos, se sentía enfermo.