"¿Entonces el héroe número dos tiene una hija?, jamás pensé que sería alguien responsable de esa manera ya sabes...se ve muy de esos jóvenes irresponsables en otros aspectos"
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En un amplio campo fuera de la ciudad, Keigo se preparaba para enseñar a Hana a volar por primera vez. El cielo estaba despejado y el aire fresco.
─¿Lista, Hana? ─preguntó, con una sonrisa alentadora.
─¡Sí, papi! ─respondió Hana, sus ojos brillando de emoción.
Keigo se agachó a su altura, mostrándole cómo extender las alas con cuidado.
─Primero, vamos a concentrarnos en el equilibrio. Recuerda, confía en tus alas.
Hana asintió, extendiendo sus pequeñas alas con cuidado. Keigo se elevó ligeramente, observándola con atención.
─Ahora, sigue mis movimientos, despacio. No te apresures.
Hana comenzó a batir sus alas, sintiendo el viento. Poco a poco, sus pies se despegaron del suelo.
─¡Lo estoy haciendo, papi! ─exclamó, su voz llena de asombro.
─Eso es, Hana, lo estás haciendo muy bien. Ahora, intenta mantenerte a mi lado.
Con delicadeza, Keigo la guió, ajustando su vuelo para que estuvieran juntos. Hana reía, disfrutando de la sensación de libertad en el aire.
─Eres increíble, Hana ─dijo Keigo, orgulloso─Vamos a seguir practicando, pero ya estás volando
Hana sonrió ampliamente, disfrutando de cada momento junto a su padre.
En el mismo campo donde habían practicado antes, Hana decidió intentar volar sola. Se concentró, recordando las lecciones de su padre, y se elevó lentamente. Sin embargo, un viento repentino la desestabilizó, y cayó al pasto, sintiendo una punzada de frustración.
Cuando Keigo llegó, la encontró sentada, haciendo pucheros y con lágrimas en los ojos.
─Hana, ¿estás bien? ─preguntó, arrodillándose a su lado, preocupado.
─Quería volar sola, papi, pero caí ─dijo Hana, su voz temblorosa.
Keigo la abrazó con suavidad, limpiando sus lágrimas.
─No te preocupes, caer es parte del aprendizaje. Lo importante es que lo intentaste.
Hana lo miró, sus ojos brillando con determinación renovada.
─¿Puedo intentarlo de nuevo?
─Claro que sí. Siempre estaré aquí para ayudarte ─respondió Keigo, sonriendo, mientras la ayudaba a levantarse.
En su casa, Keigo había decorado con globos y guirnaldas, preparando una fiesta especial para el sexto cumpleaños de Hana. Había una mesa llena de dulces, un pastel adornado con velas y juegos listos para sus amigos.
Hana, vestida con su mejor vestido, esperaba emocionada junto a la ventana, mirando el camino con ilusión.
─¿Cuándo llegarán, papi? ─preguntó, su voz llena de anticipación.
─Pronto, estoy seguro ─respondió Keigo, tratando de mantener el ánimo.
Sin embargo, con el paso del tiempo, nadie llegó. La sonrisa de Hana se fue desvaneciendo, y sus ojos comenzaron a llenarse de tristeza.
─¿No van a venir? ─susurró, mirando a Keigo con desilusión.
Keigo se acercó, arrodillándose a su lado y abrazándola.
─Lo siento, Hana. No sé por qué no vinieron, pero eso no significa que no podamos divertirnos juntos.
Hana asintió lentamente, aunque las lágrimas asomaban en sus ojos.
─Quería que fuera especial...
─Lo es, porque estás aquí ─dijo Keigo, sonriendo suavemente─. Vamos a encender las velas y pedir un deseo juntos.
Hana sonrió débilmente y se acercó al pastel, soplando las velas mientras Keigo la abrazaba. A pesar de la ausencia de amigos, hicieron que el día fuera especial, disfrutando de su compañía y del amor de familia que los unía.
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