El aire gélido de Pentagram City se filtraba entre los edificios altos mientras Lucifer Morningstar caminaba con paso firme por las concurridas calles, su hija Charlie, agarrada con firmeza de su mano. A pesar del frío, la niña de tres años no dejaba de mirar con curiosidad los escaparates adornados con luces navideñas y los transeúntes apresurados que se cruzaban en su camino. El omega rubio, envuelto en su característico abrigo oscuro y con unos lentes de sol que ocultaban sus ojos celestes, se mantenía alerta, consciente de los peligros que acechaban en cada esquina de esta ciudad tan peculiar.
Charlie, por otro lado, estaba encantada con la atmósfera festiva que llenaba el aire, y su entusiasmo se traducía en pequeños saltos de emoción cada vez que reconocía un adorno o un personaje disfrazado de Santa Claus en la acera. Su risa infantil resonaba alegremente mientras corría alegremente al lado de su padre, sus botas rosadas dejando pequeñas huellas en la nieve derretida.
El destino, sin embargo, tenía otros planes para aquel día. En un giro inesperado de los acontecimientos, Charlie tropezó repentinamente con alguien, deteniéndose en seco y causando que el alfa alto y moreno que estaba delante de ellos tambaleara ligeramente para mantener el equilibrio. Lucifer, con su instinto protector en alerta máxima, rápidamente se inclinó para asegurarse de que su hija estuviera bien.
"¡Oh, disculpa, pequeña!" exclamó el alfa con voz profunda y amigable, enderezándose y mostrando una sonrisa gentil en su rostro.
Charlie, recuperándose rápidamente del impacto, miró al extraño con ojos brillantes llenos de curiosidad. "¡Papi, él es ato!" exclamó con inocente fascinación, señalando al alfa con entusiasmo.
Lucifer asintió con calma mientras recogía a Charlie en brazos para asegurarse de que estuviera bien. "Sí, cariño. Este caballero es muy alto," dijo con una sonrisa leve, aunque su mente omega estaba evaluando rápidamente al desconocido frente a ellos.
El alfa se presentó con cortesía. "Soy Alastor. Un placer conocerlos," dijo, extendiendo una mano en un gesto amistoso hacia Lucifer.
Lucifer observó a Alastor por un momento, notando su mirada aguda y su sonrisa afable. Había algo en él que le resultaba familiar, aunque no podía discernir si era por su reputación pública o por algún encuentro pasado que no recordaba con claridad. Manteniendo su guardia en alto, estrechó la mano de Alastor con un apretón firme. "Lucifer," respondió con simpleza.
Alastor pareció reconocer el nombre, aunque su expresión no cambió. "Encantado, Lucifer. Y ¿cómo se llama esta pequeña traviesa?" preguntó con una sonrisa más amplia, dirigiendo su atención a Charlie.
La niña se encogió tímidamente en los brazos de su padre por un momento antes de contestar con voz suave pero clara. "¡Soy Chalie!" Lucifer la corrigió, haciéndole pronunciar de nuevo su nombre.
Alastor asintió con aprobación. "Un nombre encantador para una niña encantadora," comentó sinceramente, su tono cálido y amable resonando con sinceridad.
Lucifer observó cómo Alastor interactuaba con su hija, notando que, a pesar de sus reservas iniciales, la presencia del alfa parecía tranquilizar a Charlie en lugar de incomodarla. Una parte de él se preguntaba si Alastor podría ser alguien a quien pudieran confiar.
El destino, parecía, había cruzado sus caminos de manera inesperada en medio de ese frío día de invierno en Pentagram City. Sin embargo, Lucifer había aprendido a confiar en su instinto omega, una habilidad que lo había mantenido a salvo en este mundo donde las apariencias podían ser engañosas y las lealtades podían cambiar como el viento.
"Gracias por su amabilidad, Alastor," dijo finalmente Lucifer, su tono cuidadosamente neutral mientras sopesaba al alfa frente a él. "Pero deberíamos seguir nuestro camino. Charlie y yo teníamos planes de visitar la cafetería de la esquina."
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De hielo - Radioapple
Fanfic- Human au, Omegaverse - Invierno, ¿quien lo diría? Iba junto a su hija de tres años hacia la cafetería, un omega rubio y de ojos celestes, cosa que nadie notaba, pues los lentes oscuros y la mascarilla que cubría su cara lo impedía. La pequeña rubi...