II.

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El crujido de la cama resonó en la habitación cuando Lucifer fue empujado con violencia contra el colchón. La mirada de Lilith estaba teñida de ira, sus ojos reflejando una furia contenida que amenazaba con estallar en cualquier momento. El rubio, con el rostro pálido y tembloroso, trató de mantenerse en control, aunque sabía lo que vendría a continuación.

"¿Te atreves a desafiarme, Lucifer?" La voz de Lilith era un susurro peligroso, cargado de una promesa de dolor. Ella se inclinó sobre él, sus manos aferrándose a sus muñecas con una fuerza que dejaba moretones en la piel pálida de su omega.

Lucifer cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear la realidad que lo envolvía. "N-no, Lilith... no quise..." Las palabras se desvanecieron en un gemido ahogado cuando Lilith presionó su cuerpo contra el de él, su aliento caliente y amargo llenando el espacio entre ellos.

"¡Silencio!" Lilith lo sacudió bruscamente, haciendo que la cabeza de Lucifer golpeara el cabecero de la cama. El dolor se extendió por su cráneo, pero él apretó los dientes, obligado a mantener la calma. No quería que Charlie escuchara lo que estaba pasando, no quería que su pequeña viera la realidad de su tormento.

Lilith bajó sus manos, desgarrando la camisa de Lucifer con una fuerza despiadada. Sus dedos se clavaron en la carne de su omega, dejando surcos rojos en su piel mientras se movía con una ferocidad posesiva. Lucifer se mordió el labio, el sabor de la sangre llenando su boca cuando trató de no gritar. El dolor y la humillación se mezclaban en su mente, una cacofonía de angustia que lo dejaba sin aliento.

"¡Eres mío, solo mío!" Lilith susurró al oído de Lucifer, su aliento caliente quemando su piel. Ella mordió su cuello, justo sobre la marca que ya había dejado allí antes, marcando su posesión de manera brutal, Las lágrimas se acumularon en los ojos de Lucifer, pero se negó a dejar que cayeran. No quería darle esa satisfacción a Lilith,

El tiempo se convirtió en un borrón de agonía y sumisión mientras Lilith continuaba su asalto. Sus manos, sus labios, su peso, todo era una tortura constante que obligaba a Lucifer a someterse, recordar quién estaba al mando. Finalmente, cuando todo terminó, Lilith se apartó con un gesto de desdén, dejando a Lucifer en un estado de destrozos físicos y emocionales.

"Más te vale que limpies este desastre y prepares la cena, puta." Lilith se enderezó, ajustándose la ropa con una sonrisa cruel. "Y recuerda, si alguna vez intentas algo, Charlie sufrirá las consecuencias."

Lucifer asintió débilmente, apenas capaz de moverse. Lilith salió de la habitación, dejando atrás un silencio ensordecedor y el eco de su amenaza en el aire.

Con esfuerzo, Lucifer se levantó de la cama, sintiendo el peso de cada golpe y cada palabra. Se tambaleó hasta el baño, encendiendo el agua caliente para limpiar la suciedad y el dolor que cubrían su cuerpo. Cada movimiento le recordaba la fragilidad de su situación, la cárcel invisible en la que vivía.

Los días siguientes pasaron en un torbellino de miedo y vigilancia. Lucifer continuó con su rutina, manteniendo a Charlie a salvo y tratando de evitar la ira de Lilith. Pero cada encuentro con su alfa dejaba nuevas marcas, tanto visibles como invisibles, y cada día era una batalla para mantener su espíritu intacto.

Una mañana, mientras Charlie jugaba en el parque cercano, Lucifer sintió una presencia familiar acercándose. Alzó la vista y vio a Alastor caminando hacia ellos, su sonrisa amable iluminando su rostro. Charlie, al reconocerlo, corrió hacia él con entusiasmo.

"¡Ato!" Gritó con alegría, sus pequeños brazos extendidos hacia el alfa.

Alastor se inclinó para recogerla, su risa suave resonando en el aire. "Hola, pequeña. ¿Te estás divirtiendo?" Preguntó con un tono afectuoso.

De hielo - Radioapple Donde viven las historias. Descúbrelo ahora