13. futuro del imperio;

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Cameron

Mi cosa menos favorita en el mundo eran los funerales, me aburrían demasiado por todo el protocolo y el ambiente. Había pasado por un par de ellos, tal vez ya estaba acostumbrada y por eso no me importaban demasiado, o tal vez yo era demasiado insensible. En todo caso, me arreglé para ir al funeral de Franco.

—¿En serio a los padres de Gio no les molesta que les dejemos a Mauro?

—Para nada, están contentos con el niño —me contestó mi novia—. Al final son sus bisabuelos, amor.

—Está bien.

La lista de invitados al funeral había sido muy reducida, sobretodo porque el viejo la había escrito él mismo y aquellas personas invitadas eran gente muy relevante para él.

—¿Estás lista? —me preguntó. Por una vez en su vida, ella había sido la primera en terminar de arreglarse, y eso que se había maquillado y peinado.

—Sí, amor. Vamos.

Cogí a Mauro con una mano y con la otra recogí su maletín sobre la cama, donde le había empacado todo lo necesario.

Salimos de la casa y manejé despacio hasta la casa de los señores DiAngelo. Giovanni y Carlo también nos esperaban allá.

—Cameron, cielo. ¿Cómo estás? ¿Ya desayunaron?

—Muy bien, Anella. No, no hemos desayunado. ¿Y Favio?

—En el campo, como siempre, ya sabes. ¿Quieren desayunar? —ofreció la señora.

—No, gracias. Ya vamos tarde, otro día será.

—Un café y unas galletas al menos, no pueden ir sin desayunar.

Miré a Skyler, que llevaba al niño en brazos y estaba perdida de la conversación. La rubia me devolvió la mirada y asintió.

—Está bien, Anella, gracias.

—De nada, mi niña. Deja a Mauro en el carrito, Cielo, siéntate en la mesa.

Favio llegó un par de minutos después con su característico mono de trabajo manchado de tierra y los guantes en la cinturilla. Se sentó en la mesa juntos a nosotras y nos saludó.

—Buenos días, niñas. ¿Cómo va todo?

—Bien, abuelo, ya sabes.

—¡Favio, las manos! —lo regañó su esposa cuando fue a coger una galleta del plato que la señora nos había servido. El hombre se levantó y fue a lavarse las manos al lavaplatos.

—¿Cómo llevan la muerte de Franco? —preguntó Favio.

—Ha sido complicado, papá —le respondió Giovanni—. Pero fue lo mejor para él, tuvo una semana muy agónica antes de fallecer. Franco mantenía la familia unida.

Skyler se tensó. Durante los seis días que Franco pasó en su lecho de muerte, hasta arriba de morfina y sentado en una silla de ruedas con una intravenosa mirando el jardín frontal de su mansión, Skyler tocó un tema muy importante, la unidad de la familia.

[...]

Alessandro llegó tarde al entierro. Lo vi llegar a lo lejos en el auto rojo de Stef. No podía creerme que de verdad había sido tan descarado. En cuanto se bajó del auto, corrió hacia mí.

—¡¿Es enserio?! —le reclamé.

—Cálmate.

—Mira, sé que Stef es infiel, eso no es un secreto para nadie. Pero tú tienes novia, Alessandro.

in black; sapphic [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora