Dos

119 8 0
                                    

— Está es la sala de música. La de allá es el laboratorio.

Le iba indicando dónde era cada sala, y Guido con mucha atención asentía con la cabeza.

Ya le había mostrado todo el colegio, pero faltaba el patio.

— ¿Y el patio? — Él preguntó.

— Ah, cierto. Vamos.

Le agarré la mano, con algo de asco, pero el recreó en breve terminaba.

Por lo cuál teníamos qué correr si queríamos llegar.

— Corre.

Fue lo único qué le dije a Guido.

Él sonrió y corrió junto a mí, pasamos por al lado de la directora.

La directora no tardó en darse cuanta de qué éramos Guido y yo.

Pero nos retó, algo qué nosotros no escuchamos.

— ¡No corran en los pasillos! — Dijo la directora.

— Estos chicos de ahora, salen con cualquier cosa.

Respondió un maestro qué estaba junto a la directora, ella sólo asintió sonriendo.

En cuanto Guido y yo, al poco tiempo nos cansamos.

Tomamos un descanso, y después caminamos.

Ya estábamos cerca, no faltaba nada.

— ¿Tenes asma? — Él preguntó.

Gina lo miró confundida.

— ¿Mhm?

— Qué si tenes asma.

— ¿Sí, porqué? — Ella preguntó.

— Porqué vi tu inhalador, me agarró curiosidad. Perdón.

— ¿Perdón?

Yo estaba impactada, ver salír un perdón por primera vez de la boca de un hombre.

Él no era cómo los demás, y yo lo sabía.

Pero apenas lo conozco, no me voy a dejar endulzar el oído.

Y menos con un nombre.

Siempre hacen lo mismo, primero te dicen cosa bonitas, te endulzan el oído y te hacen lo peor qué te pueden hacer.

Lastimarte y abandonarte.

— Por preguntar.

Él dijo, me hizo salir de mis pensamientos.

Aún seguíamos agarrados de la mano, la verdad no sé porqué lo hacíamos.

Rápidamente aparte mi mano de la de él.

Debo admitir qué si presta atención a los detalles, eso es algo bueno.

— No pasa nada. — Sonreí.

No lo podía creer, acabó de sonreír.

Además a un hombre, tenía ganas de arrancarme los pelos uno por uno.

Pero ya lo había echó.

Guido solo me devolvió la sonrisa, y fuimos al patio a ver un poco.

Había poca gente, ya se estaba acabando el recreó.

Por lo cuál le mostré todo rápido, su problema si no se acordaba.

Ya le había enseñado todo, pero seguía a mi lado.

— Eso es todo, ya podes ir por ahí.

— ¿Me puedo quedar con vos? Hasta qué conozca un poco más.

Yo no sabía que decir pero al final termine accediendo, total solo iban a ser unos días.

O al menos eso creía.

— Bueno, dale.

Le respondí, lo más seca qué pude.

Tenía que mantenerme en mi papel, se supone qué odió a los hombres.

Son como ratas, que solo se aprovechan.

— ¿Te sentís bien?

Su voz me hizo volver a la realidad, era muy linda la verdad.

Yo solo lo mire confundida.

— ¿Mhm?

— Que sí te sentís bien, hermosa. — Él dijo.

En ese momento quería qué la tierra me tragara y me escupiera en china.

— Si, si. — Le respondí.

Nunca se habían preocupado, ni mucho menos haberme dicho hermosa.

¿Que es este sentimiento?

Siento cómo si un montón de mariposas volarán en mi estómago.

Esta tan confundida, no sabía ni qué hacer en ese momento.

Por suerte la campana me salvó.

Los dos fuimos al aula, sin decir nada en el camino de ida.

Estábamos ambos callados.

Hasta qué Guido habló.

— Perdón si te molesto lo de hermosa.

— No, quédate tranquilo.

— ¿Segura?

Yo solo asenti, no me había molestado para nada.

Pero se ve qué mi cara decía otra cosa.

Llegamos al aula, un poco tarde por lo cual la profesora nos reto.

Luego de eso nos sentamos, también nos pusimos a escribir y a prestar atención.

Bajos Instintos ; Guido SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora