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Ned Stark

Los finos rayos del sol golpeaban con suavidad el rostro de Ned Stark, el viento era calmado por lo que causaba suaves empujes en el cabello recién crecido y su mirada fija en el horizonte.
Hace más de una luna qué partió de Kings Landing, gracias a toda una serie de mentiras bien orquestadas por Robert Lannister bajo el juramento de proteger a sus hijas, a su sangre. "Prometemelo Ned" aquellas palabras resonaban en su cabeza cada noche como una canción de cuna, Lyanna y Ashara, ambas fantasmas qué pensó haber superado o al menos aprendido a convivir; se presentaban en sus sueños, algunos placenteros y llenos antaños recuerdos y otros llenos de dolor y doloroso pasado.

— Rickard.

Una voz tras de Ned se hizo presente, se había hecho llamar de esa manera al comienzo del viaje para evitar algún problema sobre su nombre. Aun que poca sospecha levantaría, ya no vestía como un gran señor de los siete reinos; su ropa se encontraba parcialmente raida y su cojera aunque menor no dejaba de hacerlo ver como un tullido inútil en deberes de marinero.
Todo aquello que lo hubiese evidenciado como un gran señor, había quedado atrás.

— ¿Que ocurre? —respondió Ned con un acento rivereño fingido, con los años pasados junto a Catelyn no había dificultad alguna en imitarla. Era un acento menos tosco que el Norteño pero a palabras de los sureños igual de vulgar qué el de una puta en un bar.

— El anciano te esta buscando, tiene algunas tareas para ti y tu caballero.

Ned se limitó a asentir con la cabeza, estaba acostumbrado para ese momento a recibir esa clase de ordenes. Desde el primer momento en el que toco la cubierta del barco se había hecho de tareas menores, pelar papas, fregar bodega y cubierta; así como la limpieza de letrinas qué se mantenían en la popa del barco. Un trabajo de lo más deshonroso pero era lo que le brindaba derecho a un plato de comida y vino.

Ned toco la puerta del camarote del capitán qué fue atendido por un fuerte "Entre", al abrir la puerta lo primero que se lograba ver era el largo escritorio de color café adornado por pequeñas aves de oro cuyo pico apuntaba al suelo; muros de color rojo intenso dañado por el tiempo.
Ned dio un paso hacia el frente dejando la puerta tras de si cerrada, el suelo era inestable gracias a las sacudidas qué la marea causaba al chocar contra el barco por lo que el uso de su bastón era más que necesario si quería evitar algún golpe.

— Buen día mi señor —saludo el Capitán, era un hombre de aproximadamente 36 días de nombre, solo un poco mayor a Ned. Tenía el cabello rojizo y una nariz quebrada qué acompañaba a un rostro lleno de marcas de viruela.
La primera impresión de Ned al conocerlo fue de desconfianza, aparte de Sir Barristan era la única persona que sabia su identidad y el motivo de la huida.

— Capitán —respondió Ned.

— Ambos sabemos que aquí no es necesario que se me llame de esa manera, mi Lord. Con Brandon basta y sobra.

— Si algo e aprendido es que los muros por más gruesos que sean tienen oídos... Capitán.

— Kings Landing tiene esa cualidad, entre más joven te enseña más rápido aprendes como todo. Una lastima que usted aprendiera después de tantos veranos en calma.

Un suspiro salió de los labios de Ned, incluso los capitanes tenían la misma actitud prepotente qué los grandes señores. Una copa de vino se presentó ante sus ojos.

Choque de reyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora