𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖.

532 49 25
                                    

Habían pasado once días desde que Rai le había dicho que estaba enamorada de ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado once días desde que Rai le había dicho que estaba enamorada de ella. Por supuesto, seguía sin responder sus mensajes.

- Te estás comportando como un idiota, Rai. — Cada día, debido a su frustración, los mensajes hacían más bruscos. — ...Y como una cobarde también.

Era domingo, lo que significaba que su mano podía tener un descanso. También significaba, por supuesto más tiempo para pensar en Rai.

- Si tanto quieres saber de ella deberías ir a su departamento. — Sugirió Ari ya cansada del sufrimiento de su hermana.

Y la sola mención del departamento de Rai le hizo recordar que había pasado exactamente un mes desde el día de la llamada.

Tal vez ahora tenía más razones para ir.

No tenía esperanzas de qué Rai le abriera, pero ya no podía perder nada más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No tenía esperanzas de qué Rai le abriera, pero ya no podía perder nada más. Además, la pintora y ella tenía un trato.

Subiste el piso dieciocho y buscó la puerta con la letra "D". Fue así como se encontró rápidamente frente al departamento de la pintora.

Le pareció gracioso que todas las puertas fueran blancas y estuvieran idénticamente detalladas. Los fabricantes querían dar la impresión de qué todos los hogares eran iguales, pero Alondra estaba segura de que ningún departamento se parecía al de Rai, o al 18-B, o al 4-F, o al 15-C.

Estaba apunto de llamar a la puerta cuando escuchó unos gritos en el interior.

- ¡PÁGAME AHORA! — Exigía una desconocida voz masculina.

- ¡YA LO HICE! — Rai estaba furiosa.

- ¡NO ME REFIERO A ESO!

- ¡NO VOY A ACOSTARME CONTIGO, JON!

- ¡PERO LO HACES CON TODOS!

Alondra sobresaltó al escuchar el ruido de cristales rompiéndose, pasos apresurados que se hacían cada vez más audibles y luego el chirrido de la puerta al ser abierta con brusquedad.

La tatuadora de libélulas // RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora