-Edimburgo-

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—Qué —espetó la voz al otro lado de la línea.

—Tenemos un problema.

—¿Qué has hecho?

El tono femenino era claramente acusatorio.

—¡Yo nada! —corrió a defenderse—. Es Nova.

—¿Quién? —Se escuchó un suspiro impaciente.

—Hubo una testigo que podría dar a conocer que el asesino no fue un hombre, sino una mujer. —La voz sonaba algo entrecortada, desvelando más de lo que se proponía.

—¿De qué me estás hablando?

El nerviosismo en la voz al otro lado de la línea era bastante evidente.

—Esa noche, una estudiante de arquitectura andaba por los alrededores de Silent Grove Lane. El inspector encargado del caso quiere interrogarla.

—¿Cómo es posible que hayan encontrado a alguien? ¿No te encargaste de que todo estuviera bajo control?

—Lo siento...

—No me valen tus disculpas —dijo cortante. Casi se notaba las ganas que tenía de poner las manos sobre su cuello—. Eres jodidamente incompetente.

Un silencio cargado de tensión se adueñó de la llamada, como si fuera una tercera persona presente.

—¿Qué sabemos de ella? —Enmudeció mientras la otra voz la ponía al tanto de lo poco que sabía—. ¿Ha hablado con alguien? ¿Ha hablado con el inspector?

—Aún no.

La mujer hizo una pausa antes de hablar de nuevo, esta vez con un tono más amenazador.

—Esto no puede salir a la luz. Si existe el mínimo riesgo, pagarás personalmente por tus errores.

—Puedo...

—No vas a hacer nada. Está claro que no puedo confiar en ti después de esto.

—¿Qué vas a hacer entonces? —Sabía que estaba más que molesta y que empezaba a desconfiar. Tenía que tener cuidado con sus palabras.

—Me encargaré de ello. —La línea se cortó.

Sabía que era cobarde y que no se involucraría más de lo necesario en el asunto. Pero ella no podía permitirse el lujo de ser débil. Debía idear un plan y llevarlo a cabo antes de que fuera demasiado tarde. Y si eso significaba dejar atrás a su cómplice, así sería. En ese mundo, la lealtad no existía. Solo la supervivencia.

La mujer se quedó allí, sosteniendo el teléfono en su mano, con los ojos clavados en la pared. Estaba enfurecida por el problema que le habían presentado, pero no podía permitirse perder el control. Necesitaba mantener su cabeza fría y pensar en una solución.

De repente, se levantó y comenzó a caminar por la habitación, su mente trabajaba a toda velocidad.

Se detuvo en seco, una idea repentina que la llenó de emoción y temor. ¿Sería posible? Sí, lo era. Si actuaba con rapidez y precisión, podría solucionar todo sin dejar rastro. Y entonces, podría volver a su vida normal, sin tener que mirar por encima del hombro todo el tiempo.

Cogió su bolso y salió de la habitación con la mente centrada en su objetivo.

El eco del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora