「 𝗗𝗿𝗲𝘄 𝗦𝘁𝗮𝗿𝗸𝗲𝘆 ─ 𝗢𝗻𝗲 𝗦𝗵𝗼𝘁𝘀 」
Pequeñas historias de este hermoso humano con personalidad de golden retriever, Drew Starkey, y todos sus personajes.
❥ 𝗥𝗲𝗰𝘂𝗲𝗿𝗱𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲𝘀 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝘁𝘂𝘀 𝗽𝗲𝗱𝗶𝗱𝗼𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗰𝗼...
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El festival de verano en la playa de Outer Banks estaba en pleno apogeo. Las luces de colores iluminaban el muelle, la música resonaba por todas partes y el aire estaba lleno de risas y conversaciones. Priscila y Rafe habían decidido escapar del bullicio y se encontraban caminando descalzos por la arena, bajo un cielo estrellado.
—Este lugar es mágico— dijo Priscila, mirando las olas que brillaban bajo la luna. —Nunca quiero que esta noche termine.
Rafe sonrió, tomando su mano y entrelazando sus dedos. —Entonces, hagámosla inolvidable.
La llevó a un lugar apartado, una pequeña cabaña abandonada que solían visitar en sus escapadas secretas. Al entrar, encendió unas velas que había traído consigo, llenando el lugar con una luz cálida y tenue. Priscila lo observaba, su corazón latiendo con fuerza, sintiendo la emoción y la anticipación en el aire.
Rafe se acercó a ella, sus ojos brillando con un deseo inconfundible. —Eres hermosa— susurró, acariciando suavemente su mejilla.
Priscila sonrió, sintiendo un calor que se extendía por todo su cuerpo.
Sin más palabras, Rafe inclinó su cabeza y la besó, un beso lleno de pasión y ternura. Sus labios se movían con una urgencia contenida, como si ambos supieran que estos momentos eran fugaces y preciosos. Priscila correspondió con igual intensidad, sus manos recorriendo la espalda de Rafe, atrayéndolo más cerca.
La atmósfera se llenó de electricidad cuando Rafe deslizó sus manos por la cintura de Priscila, levantando suavemente su camiseta y dejando que sus dedos acariciaran su piel. Priscila dejó escapar un suspiro de placer, sintiendo cómo cada toque de Rafe encendía un fuego dentro de ella.
Rafe se separó ligeramente, mirándola a los ojos. —¿Estás segura?— preguntó, su voz ronca con deseo.
Priscila asintió, sus ojos brillando con determinación y amor. —Confío en ti.
Con un movimiento rápido, Rafe la levantó en brazos y la llevó hasta una manta que había preparado en el suelo. La depositó suavemente y se tumbó a su lado, sus cuerpos entrelazándose en una danza de deseo y pasión. Las caricias se volvieron más urgentes, los besos más profundos, y pronto ambos se encontraron perdidos en un torbellino de sensaciones.
La ropa fue desapareciendo lentamente, cada prenda removida con cuidado y reverencia, hasta que sus cuerpos desnudos se encontraron en una unión perfecta. Rafe la miró con adoración, admirando cada curva, cada detalle que hacía de Priscila la mujer más hermosa que había conocido.
Cada toque, cada suspiro, cada gemido eran una declaración de amor, una promesa de que, sin importar lo que el futuro les deparara, este momento sería suyo para siempre.
Horas después, exhaustos pero satisfechos, se quedaron abrazados bajo la luz tenue de las velas. Priscila apoyó su cabeza en el pecho de Rafe, escuchando los latidos de su corazón, mientras él jugaba con su cabello, enredando suavemente sus dedos.
