Danzando con la muerte

abigail y muerte

Abigail se sentó en el suelo, rodeada por la oscuridad y el silencio. La Muerte se acercó a ella, su voz suave y compasiva.

—No te preocupes, Abigail. Te ayudaré a encontrar la verdad. Pero necesito que me cuentes lo que recuerdas.

Abigail sacudió la cabeza, intentando recordar algo. Pero no había nada. Nada excepto la imagen de su amado sonriendo en la distancia.

—No recuerdo nada, excepto... excepto él —dijo Abigail, su voz apenas un susurro.

La Muerte asintió.

—Entiendo. La memoria es un tema delicado. Pero puedo ayudarte a recordar. Necesito que me muestres una cosa.

Abigail miró a la Muerte con curiosidad.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó.

La Muerte sonrió.

—Mira atrás. Mira hacia el pasado.

Abigail cerró los ojos y retrocedió en el tiempo. Veía imágenes borrosas de su vida, pero nada que fuera familiar. Nada que le hiciera recordar a su amado.

Pero justo cuando estaba a punto de darle vueltas al cuello, Abigail vio una imagen clara. Una imagen de un parque, de un niño corriendo hacia ella con una sonrisa en el rostro. Ella era joven, feliz y sin un cabello negro que le caía sobre los hombros.

Abigail abrió los ojos y se llevó las manos a la cabeza.

—Eso es... eso es mi infancia —dijo, sorprendida.

La Muerte sonrió.

—Sí. Eso es parte de tu pasado. Ahora necesito que muestres más.

Abigail inspiró profundamente y se concentró en seguir viendo hacia atrás. Y entonces, como si fuera un torrente de agua helada, le vinieron más imágenes. Imágenes de su infancia, de su juventud, de su vida entera antes de... antes de qué pasara algo malo.

Pero justo cuando creía haber recordado todo, Abigail vio una imagen que le hizo detenerse en seco. Una imagen de su amado, sonriendo hacia ella con una sonrisa triste en el rostro.

—¿Quién es él? —preguntó Abigail, con un nudo en la garganta.

La Muerte se acercó a ella y le susurró algo al oído:

—Eso es lo que vamos a descubrir juntas, Abigail.