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Daphina le alcanzó las cinco dagas. Eran ligeras, sin dudas hechas de titanio. La oscuridad de la noche envolvía el entorno. La luna plateada iluminaba débilmente el lugar y la atmósfera de las velas creaba cierta tensión. Edith se concentró en la tarea que tenía por delante, bloqueando cualquier distracción externa. El silencio de la multitud solo se vió interrumpido por el sonido ocasional de las hojas movidas por el viento.

<<Tu puedes>> se dijo a sí misma. <<Esto no es herir a nadie>>. La boca la tenía un poco seca y la mano le tembló antes de tocar alguna daga. Retiró el sudor frío de su frente con la manga de la túnica.

Recordando su anterior promesa enterró los pensamientos siniestros y  tomó una respiración profunda. Plantó una sonrisa en su cara y tomó correctamente una de las dagas, ligera y equilibrada en su mano. Sintió el frío acero contra su piel, la familiaridad reconfortante de tener un arma. Trató de relajar los músculos tensos y enfocar su mente. Visualizó el recorrido de la daga hacia el blanco. Cada detalle era crucial: el ángulo de lanzamiento, la fuerza aplicada, el momento exacto de soltar.

En su primer intento, la daga fue lanzada con precisión, pero se desvió ligeramente del blanco, clavándose en el borde. Edith frunció el ceño y la multitud abucheó, pero se preparó rápidamente para el segundo intento tras beberse el vaso de sidra.

Tosió. Estaba increíblemente fuerte.

Con determinación renovada, tomó otra daga que cortó el aire con un silbido agudo y se clavó en el centro del blanco con una precisión asombrosa. La multitud aplaudió y silbó mientras ella asentía con satisfacción. Solo quedaba acertar dos veces más.

En el tercer intento lanzó el arma con una concentración feroz, pero apenas rozó el borde del blanco y cayó al piso. Edith gruñó con frustración y dedicó más de una mala mirada.

Daphina le pasó su segundo vaso de sidra que bebió a tragos está vez. Con calma tomó otra daga y se preparó para el cuarto intento. La frustración se reflejaba en su rostro, pero no se dejó abrumar por el fallo, recordandose una y otra vez que debía divertirse.

Se reposicionó frente a la diana con la daga reluciendo bajo la luz de la luna. Se obligó a relajarse, sintiendo una emoción extraña correr por sus venas y alimentando su determinación.

Con un movimiento fluido y preciso, lanzó la daga con un giro elegante de su muñeca. El proyectil cortó el aire con gracia, como si estuviera bailando en su camino hacia el blanco. Edith observó con deleite cómo la daga se clavó en el centro del objetivo con un sonido metálico.

La multitud volvió a estallar en vítores y aplausos. Se sintió invadida por una oleada de alegría y euforia mezclada con una tensión que se asentó en la boca del estómago. Miró hacia Elowen, que le sonreía abiertamente y leyó en sus labios "tú puedes". Respiró profundo y se preparó para el último intento.

Miraba la diana, calculando nuevamente la distancia y luchando contra los efectos de los dos vasos de sidra. Finalmente, con un gesto rápido y preciso, lanzó la daga. El arma dejó una estela plateada y fugaz a su paso. El público contuvo el aliento mientras se acercaba al blanco, y al fin, con un sonido metálico, se clavó en el centro del objetivo.

Edith exhaló profundamente, liberando la tensión acumulada en su cuerpo. El alivio se reflejó en su rostro mientras escuchaba los aplausos y vítores. La daga permaneció inamovible en el centro del blanco.

La multitud se volvió loca y no sabría decir si de la decepción de no poder lograrlo ellos mismos o que por fin alguien se haya llevado el premio, pero ella simplemente se ahogó en el abrazo de Elowen mientras intentaba calmar a su propio corazón.

La maldición de Valoria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora