Capítulo 24

1.7K 78 29
                                    

Capítulo 24: Rodolfo el reno y Jesús.

El frío golpea el cuerpo y despierta todos mis sentidos. Mis manos están atadas en mi espalda, al igual que mis piernas, estoy recostada sobre un colchón desgastado y húmedo, sobre el piso. Él olor es demasiado fuerte, por lo que arrugó la nariz con fuerza para que él fétido aroma a basurero, entre en mi sistema y expulse todo lo que hay en mi estomago.

Me encuentro en una habitación oscura, como una clase de sótano. No hay ruidos, está todo en completo silencio y cuando contener la respiración ya no funciona. Tomó una bocanada de aire y el olor es reemplazado por el del metal, que inunda mi sistema. Al instante se que es sangre.

Intento moverme, pero mis manos están atadas con una cadena a la puta pared. Me quiero mover pero no puedo, la voz no me sale y el olor empieza a ser cada vez más denso e insoportable. Hay una pequeña luz colgando del techo que apenas ilumina el lugar, no hay nada en la pequeña habitación además del colchón. El foco se tambalea, al principio creo que es por una ráfaga de viento, pero lo descarto porque no la siento.

Empiezo a escuchar gritos aterradores que pareciera que provienen de muy lejos y al mismo tiempo como si estuvieran junto a mi, pero no hay nadie en la habitación además de mi. Empiezo a escuchar pasos resonando por lo que parece ser un pasillo, a medida que el ruido se escucha más cerca los gritos empiezan a cesar de un momento a otro.

Las emociones me sobrepasan, en especial el miedo y la rabia, pero estos sentimientos no son míos. No se como describirlo, como si muchas personas hubieran sufrido aquí y lo estuvieran manifestando a través de mi.

Los pasos se detienen a unos metros frente a mi.

Mis ojos van directo hacia una puerta que no había visto antes. La perrilla empieza a bajar, haciendo un ruido desgarrador. La puerta se abre de golpe y la luz entra rápidamente llenando la habitación y cegándome al instante, el frío desaparece y el calor se hace presente.

Cierro los ojos y muevo la cabeza hacia un costado. Tardo en acostumbrarme a la luz, pero me paralizo cuando por fin puedo ver lo que sucede, empiezo a retroceder hasta que mi cuerpo amenaza con formar parte de la pared, como si en cualquier momento me fundiera a ella. Me pegó como si mi vida dependiera de ello.

Entre todas las emociones y sentimientos que me inundan, una palabra aparece en mi cabeza.

Superviviente.

Una figura se yergue frente a la puerta. La luz que entra hace imposible poder verlo con claridad, por lo que pareciera que la persona no es más que una simple pero aterradora sombra.

Puedo sentir como su mirada pesa sobre mi. Como mi cuerpo rechaza su presencia, mi piel se eriza, mis puños se cierran sobre la tela sucia del colchón y entierro mis rodillas en mi pecho. Empiezo a respirar con dificultad, la cabeza me da vueltas a medida que el olor de la sangre reemplaza el poco oxígeno que quedaba, como si viniera de él.

No.

Nada de esto tiene sentido y no recuerdo qué pasó antes de esto, nada en mi mente es claro.

...

La luz es tenue, no sé en dónde estoy y eso por alguna razón no me preocupa. Sigo cansada pero no tanto como antes, intento mover las piernas, pero las siento adormecidas, como si un millón de hormigas subieran por ellas. Bostezo, mientras estiro los brazos sobre mi cabeza y me desperezo, con toda la calma del mundo, me hacía mucha falta un par de minutos de sueño.

SerendipityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora