Náufrago

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Durante esa noche mágica en la que las estrellas del cielo cayeron a la tierra yo fui uno de los primeros en admirar las luces del manto, se veían enormes y tan cercanas. Sus colores eran extravagantes, no había apreciado esa majestuosidad en décadas, las pude sentir tan cercanas y sin duda me parecían tan familiares que movieron algo en mi interior, era como si las hubiese estado esperando desde ayer. Sin duda alguna la cantidad de colores que aprecio entonces fue un espectáculo maravillosamente extraño, las personas salían de sus casas y otras se asomaban por las ventanas para admirar el evento, su llegada fue sorprendente, ni el astrónomo más inteligente de todo el mundo se dio cuenta de su repentina aparición, todo el planeta estaba perdido ante la visión de aquel fenómeno; por supuesto yo ya sabía el gran significado de lo que se reflejaba en mis ojos.
Mi espera había sido muy larga desde que quedé varado aquí en 1947 pero por fin estaban de vuelta; mi misión se había convertido en una cárcel desde aquel año volviéndome al mismo tiempo un náufrago en este lugar a consecuencia del accidente en el desierto de Nuevo México y la espera iba a culminar esa misma noche. Cuando llegué a la azotea de uno de los edificios más altos de la ciudad, una de las naves se detuvo sobre mí y con una extraña luz me atrajo a su interior, estando dentro cambié la forma que tomé a mí llegada para pasar desapercibido y habitar entre ellos, me presenté ante mi especie con el color blanco grisáceo de mi piel, la cabeza ovalada y grande; los ojos enormes y brillantes además de que mis extremidades se convirtieron en delgadas y largas terminando en 4 dedos puntiagudos.
Me reverencié ante ellos en señal de agradecimiento por sacarme de aquel planeta tan azul, amablemente me respondieron de la misma forma, encendieron los motores elevando la esfera de metal por los cielos agregando una luz más a todas aquellas que se veían. La nave siguió ascendiendo, llevándome a la eterna oscuridad espacial y desde ahí, por los cristales, comencé a mirar la tierra que había abandonado – Pobres – pensé – son una especie tan primitiva que admiran nuestras naves como estrellas sin saber que hoy van a acabar con su planeta.

Relatos cortos de una mente retorcidaWhere stories live. Discover now