Mírame

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Miré sus ojos cansados, ojerosos por falta de sueño, la barba desarreglada y el bigote hasta los labios eran señales claras de su propio descuido.
- Pobre infeliz – le dije – La vida misma se ha encargado de darte la lección que necesitas, me lastimaste tanto que ahora te pago con la misma moneda -.
Su rostro muto instantáneamente con un semblante de odio, me veía tan fijamente que causaba escalofríos por todo mi cuerpo.

De un momento a otro soltó un golpe dirigido a mí persona, pero nunca logró tocarme, pude ver que su puño comenzó a sangrar como si algo le hubiera hecho daño por la agresión que lanzó y vi como de las llagas en su piel escurría dulce vino tinto.
El dolor iba aumentando sin razón alguna, agaché la cabeza y las lágrimas comenzaron a caer gracias a la impresión que esa bestia provocaba en todo mi ser.

El frío recorrió mis venas y fue en ese momento que tomé el valor para enfrentarlo, limpie las gotas de agua en mi rostro y levanté la mirada hacia donde eso se encontraba, pero la curiosidad pudo más que la valentía. Noté que sus ojos hinchados y rojos me miraban tristemente, era como si en algún momento de mi cobardía me hubiera lloriqueando conmigo –Somos tan parecidos – estiré la mano hacia la suya y lo toqué – pero tan diferentes al mismo tiempo.

Mi momento de reflexión llegó a su fin cuando una sensación de vacío nubló mi juicio y grité sin poder detenerme. Justo en el momento en el que toqué el espejo estrellado me di cuenta que la bestia seguiría ahí, acompañándome oculta en un rincón. La sangre no dejaba de escurrir por mi mano y el dolor era peor a cada segundo, terminé el estrepitoso sollozo, miré una vez más el espejo
- ¿Cuántas personas se sentirán así, atormentadas por esto? –
Cerré los ojos, pero sentía aquel reflejo que aún me miraba. 

Relatos cortos de una mente retorcidaWhere stories live. Discover now