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-¡Violeta! -exclamó Juan Carlos levantándose de la mesa de su despacho. -¡Pensaba que llegabas más tarde! Ven aquí, mi niña. -El hombre la abrazó fuertemente disfrutando de la presencia de la primogénita de nuevo.

La ultima vez que Violeta había bajado a verlos fue hacía un par de meses y, aún así, la pelirroja se quedó sorprendida por el deterioro físico que sufría su padre. Parecía haber envejecido un par de años después de su ultima visita; tenía el pelo aún más cubierto de canas, unas ojeras oscuras que sobresalían bajo sus ojos y un par de arrugas nuevas en la frente. A Violeta se le encogió el corazón al ver a su padre así, y sabía perfectamente la razón detrás del cambio. 

El nacimiento de Sara fue como un milagro para la familia Hódar-Feixas. Para Susana, ya fue difícil quedarse embarazada la primera vez y después del nacimiento de Violeta, le aconsejaron que no debería tener más hijos. Pero, cuando le comunicaron esto a una Violeta de 10 años, y vieron su cara de tristeza y el corazón completamente roto, Susana decidió que por lo menos lo intentaría. Se gastaron mucho dinero en clínicas de fertilidad y al tercer intento, Susana lo consiguió. 

A pesar de las bajas expectativas, fue un embarazo bastante tranquilo. Todas las pruebas salieron perfectas y Sara nació siendo una niña totalmente sana. Hasta su cumpleaños número 10.

La niña llevaba un par de días quejándose de un dolor en la rodilla, pero como se había caído jugando a fútbol, supusieron que era del golpe y poco más. Pero, cuando el dolor parecía no remitir, la llevaron al médico. Tras hacerle pruebas y radiografías, acabaron por decidir que era un simple dolor de huesos por el crecimiento. 

Este diagnostico no termino de encajar para Juan Carlos y para Susana y Violeta, con 20 años que tenía en esos entonces, removió cielo y tierra para que les hicieron caso. Nada parecía funcionar, hasta que la rodilla de la pequeña niña, empezó a crecer. Por suerte o por desgracia, su novia de la época, Julia, era hija de uno de los mejores doctores de una clínica privada en Granada y no tardó en hacerse cargo del caso de la niña encontrando por fin el origen del dolor. 

Nadie de la familia de Violeta olvidaría jamás aquel día, aquel trágico 15 de octubre, el día del décimo cumpleaños de Sara cuando les dijeron que la niña sufría un osteosarcoma en la rodilla derecha en etapa 2. Incluso el propio padre de Julia estaba sorprendido de la rapidez de la evolución del cáncer de la niña y les insto a empezar el tratamiento lo antes posible. Y en eso se fueron los últimos ahorros de la familia.

Nada más saber el estado en el que se encontraba su hermana y el precio a pagar por su recuperación, Violeta empezó a trabajar en cualquier sitio donde la quisieran contratar dejando rápidamente de lado su sueño de convertirse en periodista. Para ella era muchísimo más importante la recuperación de Sara antes que cualquier otra cosa, ya habría tiempo de estudiar una carrera.

Violeta dedicaba todo su tiempo en conseguir lo necesario para pagar el tratamiento, tanto que acabó costándole su relación con Julia. Tampoco le importó mucho perderla a ella, Sara era su prioridad. Y, cuando el trabajo comenzó a escasear y se mudó a Madrid en busca de algo mejor, una parte de Violeta se quedó con Sara en Motril. Su hermana era su vida, y siempre lo sería.

-Hola, papá. -dijo por fin cuando los brazos del hombre la rodearon con fuerza y sus fosas nasales se inundaron del característico olor de su padre, el olor a casa. -Ya ves, hemos querido aprovechar bien el día. -dijo y Juan Carlos dejó un beso en la cabeza de su hija. 

-¿Denna está por aquí? -preguntó el hombre mirando momentáneamente hacia la puerta.

-No, la he dejado en Ogíjares, en casa de sus padres. 

-¿Cómo están? Hablé con Jorge hace un par de días. -preguntó Juan Carlos separándose de su hija.

-Bien, como siempre. -Violeta sonrió. -¿A qué hora sales papá?

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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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