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Durante un tiempo, las cosas iban de maravilla para Max. Sus días estaban llenos de actividades emocionantes y su relación con Roxanne, aunque a distancia, seguía siendo un pilar de alegría y esperanza para él. Sin embargo, un día todo cambió de manera inesperada.















Era una tarde como cualquier otra, y Max estaba en casa relajándose después de sus actividades diarias. De repente, el teléfono de casa sonó.





Era Roxanne, lo cual le sorprendió, ya que no era común que ella le llamara a esa hora; usualmente hablaban por las noches, justo antes de irse a dormir. Aunque le pareció extraño, no le dio demasiada importancia y contestó la llamada con una sonrisa.

-Hola, Roxy -dijo Max, con alegría en su voz.

-Hola, Max -respondió Roxanne, pero su voz sonaba temblorosa y bajita, lo que de inmediato alertó a Max. Ella comenzó a decirle cosas muy lindas, recordando cómo había comenzado su noviazgo. A medida que Roxanne hablaba, Max empezó a sentir una creciente sensación de inquietud.

-¿Recuerdas cómo empezó todo? Cantaste Stand Out de Powerline en frente de todos -dijo ella, con un tono nostálgico. Max asintió, aunque ella no podía verlo, y respondió:

-Claro que sí, lo recuerdo como si fuera ayer.

Roxanne continuó hablando y Max solo la escuchaba, sintiendo un nudo en el estómago. Entonces llegó el temido tema de la distancia.

-Max, me duele mucho nuestra distanciación -dijo ella, con una voz que se quebraba cada vez más-. No me siento del todo bien con esto. No me gusta una relación a distancia y...

Max sintió su corazón hundirse al anticipar lo que venía a continuación.

-Roxanne, ¿qué estás tratando de decirme? -preguntó con voz temblorosa.

-Max, esto me duele más de lo que puedes imaginar, pero... tenemos que romper -dijo ella, finalmente, con una voz quebrada y entrecortada.

A Max se le llenaron los ojos de lágrimas. No sabía cómo reaccionar ni qué decir. Finalmente, logró hablar, aunque su voz también estaba rota por la emoción.

-Roxanne, ¿por qué? Yo, yo te amo... -dijo con desesperación.

-Yo también te amo, Max, pero no es lo mismo. No puedo verte y no me siento bien con esta distancia -explicó Roxanne, tratando de contener sus propias lágrimas.

-Te amo, Roxanne. Pero... aceptaré tu decisión -dijo Max, sintiendo cómo se le rompía el corazón-. Está bien, terminemos.

Antes de terminar la llamada, Roxanne añadió:

-Siempre tendrás un espacio en mi corazón, Max.

-Y tú en el mío -respondió Max, apenas audible. Colgaron, y Max se quedó llorando desconsoladamente.













Poco después, su padre entró a la casa y encontró a Max en ese estado. Viéndolo tan afectado, se acercó preocupado y le preguntó:

-Max, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?

Max intentó calmarse, pero las lágrimas seguían cayendo. Después de un rato, logró calmarse y explicarle a su padre lo que había ocurrido.

-Pa... Roxanne y yo terminamos -dijo entre sollozos.

Su padre, conmovido por el dolor de su hijo, se sentó junto a él en la cama y le ofreció un bote de helado y un paquete de pañuelos, intentando consolarlo. Siempre había sido un hombre amable y cariñoso, y en ese momento, su apoyo era exactamente lo que Max necesitaba. Con palabras de consuelo, su padre lo abrazó y le dijo:

-Max, sé que ahora duele mucho, pero con el tiempo te sentirás mejor. Tómate el tiempo que necesites. Mañana no vayas a la escuela si no te sientes listo. Estaré aquí para ti.

Esa noche, Max no pudo dejar de llorar, pero el gesto de su padre y sus palabras de consuelo le dieron un pequeño respiro. Sabía que, aunque su corazón estaba roto, no estaba solo en su dolor.











Los días siguientes a la ruptura, Max se sentía profundamente desanimado. Apenas tenía ganas de hacer nada. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, sin interés en salir, y mucho menos en comer. Su padre, siempre atento y preocupado por su bienestar, lo apoyaba en todo momento, incluso obligándolo a comer para que no descuidara su salud. A pesar de sus esfuerzos, el dolor de Max era evidente.

Sus amigos PJ y Bobby también estaban preocupados. Habían notado su ausencia y su ánimo decaído, así que decidieron visitarlo en su casa. Cuando llegaron, encontraron a Max tumbado en su cama, con la mirada perdida en el techo. PJ se sentó a su lado mientras Bobby se apoyaba en el marco de la puerta, ambos con una expresión de genuina preocupación.

-Max, vamos a practicar skate -sugirió PJ con una sonrisa alentadora-. Necesitas despejarte un poco.

Max, inicialmente, no estaba del todo convencido. La idea de salir y enfrentarse al mundo exterior parecía abrumadora. Pero sus amigos insistieron, recordándole lo bien que le hacía patinar y cómo eso siempre había sido una de sus mayores pasiones. Finalmente, aceptó.

Sabía que, aunque fuera solo por un rato, patinar podría ayudarlo a olvidarse de la situación que estaba viviendo.

Esa tarde, salieron a patinar juntos. El viento en su rostro y la familiar sensación de la patineta bajo sus pies empezaron a levantarle el ánimo. Sus amigos lo animaban, haciendo trucos y riéndose juntos, creando un ambiente de compañía y diversión. Poco a poco, Max sintió cómo su estado de ánimo mejoraba. Por un breve momento, la tristeza y el dolor de la ruptura se desvanecieron, reemplazados por la emoción y la adrenalina del skateboard.














La semana siguiente, durante la escuela, Max decidió compartir algo con PJ y Bobby que le había estado rondando en la cabeza. Mientras almorzaban juntos, mencionó los X-Games.

-He estado pensando... en los X-Games. Sé que suena loco, pero... ¿qué les parece si practicamos para competir? -dijo Max, con un sospechoso entusiasmo en su voz.

PJ y Bobby se miraron entre sí, sorprendidos, pero rápidamente sus rostros se iluminaron con sonrisas.

-¡Eso suena increi-íble, viejo! -exclamó Bobby-. Sería una gran motivación para to-odos nosotros.

-Totalmente de acuerdo -añadió PJ-. Tenemos que entrenar duro y entrar en la universidad siendo los mejores.

La idea de los X Games se convirtió en una nueva motivación para Max. Encontró en el skate un escape de la ruptura y una razón para seguir adelante. Aunque de vez en cuando tenía bajones al recordar su relación pasada con Roxanne, siempre buscaba pensar en su nueva meta y cómo mejorar en el skate.

Empezaron a entrenar intensamente. Max se levantaba temprano para practicar, perfeccionando sus trucos y trabajando en su resistencia. Sus amigos estaban a su lado, apoyándolo en cada paso del camino. Las sesiones de práctica se convirtieron en algo más que simples entrenamientos; eran momentos de terapia y compañerismo que le recordaban a Max que no estaba solo.

La noticia del equipo de skate de Max, PJ y Bobby comenzó a correr por la escuela. Los otros estudiantes los miraban con admiración, y algunos incluso se unieron a ellos en el parque de skate. Max se convirtió en una especie de líder informal, motivando a otros con su dedicación y pasión.

Con el tiempo, Max empezó a sentir una mejora significativa en su estado de ánimo. Aunque los recuerdos de su relación con Roxanne aún le dolían, cada día que pasaba se sentía un poco más fuerte y un poco más capaz de seguir adelante. Había encontrado un nuevo propósito y, con el apoyo de sus amigos y su padre, sabía que podía enfrentar cualquier cosa que la vida le arrojara.

Los entrenamientos para los X Games se convirtieron en su foco principal. Cada salto, cada giro, cada caída y cada éxito lo hacían sentir más vivo. Max había encontrado no solo una forma de superar su tristeza, sino también una nueva pasión que le daba esperanza y energía para el futuro.





















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Me dolió escribir esto 😿

between us   - maxleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora