⇢ ˗ˏˋ CAPÍTULO 11

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El retorno de un fantasma.

—Eiza, ¿qué pasa? —preguntó Kenma, tratando de captar mi atención.

Intenté tragar el nudo en mi garganta, mirando fijamente los tacones mal colocados del recibidor. Sin decir nada, pasé rápidamente hacia el salón. La tele estaba encendida, pero no había nadie allí. Sentí un nudo en el estómago mientras me dirigía a la cocina, mis pasos opacados por el ruido de unas voces.

Me asomé con cuidado a la cocina y allí estaba, sentado en la mesa con una copa de vino, mi padre. Frente a él, una mujer cuyo rostro no reconocí de inmediato. Estaban charlando animadamente, y el ambiente se sentía extrañamente cálido.

—Hiroshi, ¿de verdad crees que ellos van a querer hablar conmigo? —dijo la mujer, su voz suave cargada de incertidumbre.

Mi corazón latía con fuerza mientras trataba de procesar lo que veía. Esa voz, esa forma de hablar. Era ella. Era mi madre.
Retrocedí un paso sin ser escuchada, y huí de ese lugar a paso apresurado, sintiéndome confusa.

Vi a Kenma en la entrada de la casa, quieto, sin saber que hacer.

—¿Adónde vas? —le escuché preguntar mientras me seguí por detrás.

Seguí caminando, intentando alejarme de todo, ni siquiera sabía a dónde estaba yendo. Solo sentía que iba a estallar en cualquier momento. Kenma me alcanzó y me frenó, parándome en seco. Me quedé de espaldas, mirando al suelo. Solo se escuchaba mi respiración entrecortada y finalmente, rompí en llanto, desconsolada.

Kenma me agarró y empezó a caminar. Yo no despegaba la vista de mis zapatos, borrosa por las lágrimas. Al cabo de un rato me di cuenta de que me estaba guiando hacia el puente, el único lugar dónde sabía que podía encontrar un poco de paz ahora mismo. Al llegar nos sentamos en el borde del puente, el sonido del agua corriendo bajo nosotros era el único ruido que rompía el silencio de la noche.

—Eiza... —dijo Kenma suavemente, sin soltar mi mano—. ¿Quieres hablar?

Negué con la cabeza, incapaz de formar palabras. Simplemente me quedé allí, dejando que las lágrimas cayeran, sintiendo la calidez de su mano en la mía.

El silencio se alargó mientras asimilaba lo que había visto con cada minuto que pasaba. Kenma no dijo nada más, solo se quedó a mi lado, ofreciéndome su presencia.

Finalmente, después de un rato, hablé, mi voz cargada de rabia contenida.

—Después de tanto tiempo, ¿cómo puede aparecer como si nada? —dije, mi voz temblando.

Kenma no dijo nada, sin embargo, apretó suavemente el agarre de nuestras manos.

—Es como si todo lo que hizo no importara —continué, notando como las palabras se me atragantan —. Ni una carta, ni una llamada, ni un mensaje. Nada. Y ahora... ¿ahora viene ha hablar como si nada hubiera pasado?

Kenma me miró con preocupación mientras que las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, traté de limpiarlas rápidamente pero seguían brotando.

—Eiza, tienes todo el derecho a sentirte así —dijo Kenma, su voz calmada—. No creo que nadie espere que olvides lo que pasó de la noche a la mañana.

Entre juegos y corazones | Kenma KozumeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora