Yo sé hasta cuándo la gente va a follar. Es parte de la información que me llega por ser el cajero de un pueblo. Claro, lo malo de esa información es que suceda lo que me pasó hoy, porque si Marina compra condones, los paso por la caja registradora intentando darle normalidad al hecho de saber que esa noche se disfruta. Pero si es Laura. Si es la Laura, entonces duele.
Hoy Laura ha venido con el vestido amarillo que me gusta y la coleta que se hace esos días en los que le cuesta ir a trabajar y se peina como puede. Me ha saludado y sonreído mientras yo me derrito por dentro. Ha comprado unas pechugas de pollo y una caja de Durex de doce condones. Ha elegido los invisibles, extra finos y extra sensibles.
"Doce". Había cajas de tres y de seis, pero ella eligió doce. Y el solo pensar en el imbécil de Raúl sobre ella o debajo de ella doce veces me revuelve el estómago.
Definitivamente tengo que cambiar mi manera de acercarme a ella. Un "Buenos días, Laura, ¿cómo estás?" no me va a llevar a que deje a Raúl o a que la próxima vez que ella decida invertir en condones, lo haga pensando en mí.
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Mis ojos en Laura
Short StoryCon una precisión casi obsesiva, Carlos sigue los ciclos hormonales de Laura, esperando el momento perfecto para acercarse a ella. Sin embargo, la vida amorosa de Laura es un constante recordatorio de lo lejos que está de él, especialmente cuando su...