Parte 3

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Mi obsesión por controlar el ciclo menstrual de Laura es, en gran parte, culpa suya. Todo comenzó hace siete años. En aquel entonces, Laura y yo éramos conocidos que compartían clases en la universidad y salían en grupo los fines de semana. Sí, estudié en la universidad, pero un filólogo aporta menos en una casa que un cajero, así que, aunque me dolió, lo dejé en tercer año y me puse a trabajar.

Volviendo a la historia, una noche, después de una fiesta en casa de un amigo que luego terminó siendo su novio, la acompañé como tantas otras veces hasta su casa. Laura siempre me gustó, y ese ha sido el gran problema: con el resto de las chicas nunca me ha costado relacionarme, pero con ella, no sé qué diablos me pasa. Lo cierto es que ese día todo se sentía distinto, tan distinto que ha sido la única vez que me he envalentonado con ella.

—Debe ser el alcohol, pero creo que te daría un beso —dije con tono de "es broma".

—Yo creo que te dejaría hacerlo, pero igual es que estoy ovulando —respondió.

Los dos reímos. A mí se me paralizaron las piernas. En mi cabeza tengo la imagen de ella deteniéndose un segundo antes de darme dos besos en la mejilla y entrar a su casa, y eso mata, porque ni al día siguiente, ni el mes siguiente, ni nunca más hablamos de ese "suceso".

Y claro, yo me he quedado con el maldito trauma de esperar ese momento en el que se vuelvan a alinear los planetas para ver si por una vez en la vida me atrevo a lanzarme, pero siempre se me adelanta alguien. Una vez fue Julio, la otra Pepe y ahora el imbécil de Raúl... que mañana les contaré por qué, de todos, es el que no soporto.

Mis ojos en LauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora