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"You don't have to be sorry for leaving and growing up"
—Harry Styles, Matilda
IVY
Juli vive en una casa de un solo piso. Es rústica, da la impresión de siempre ser más pequeña porque cada vez le suma más decoraciones de los países que visita. Es acogedora y está llena de él, por eso adoraba venir aquí de niña.
A lo que los niños llamaban casa del árbol como lugar soñado, yo lo llamaba casa de Juli.
Desde que mi familia se distanció con la tía Vere y dejé de venir de visita luego de la muerte de mi abuela, no pasaba mucho tiempo aquí. Es una pena, porque es de los pocos lugares que adoro y que no sean mi habitación.
Pasé luego de clase y al tocar la puerta, fui muy feliz de ver que mi Juli sí estaba aquí. De milagro.
—¿De qué tipo de té prefieres? Traje varios —ofrece desde su cocina. Sonidos de loza llegan a mis oídos.
—El que te sepa mejor —respondo desde su cómodo sofá antiguo. Tiene un tapizado de rosas que me encanta.
Vi mi oportunidad y la aproveché. Puse Mamma Mia en la televisión.
—¡Pero qué tonto! —exclama alarmado—. ¡Si te traje un té especial de la India! Me lo regalaron los del hospedaje.
Se acerca con una caja con letras que no entiendo excepto por el «Chai». Siempre me emociona descubrir nuevos té e infusiones así como libros. No vivo sin lo uno ni lo otro, Juli lo sabe. Sus recuerdos de otros países para su hija adoptiva siempre han sido tés o libros de segunda mano que son parte de ediciones preciosas.
—¡Gracias! —Me levanto y lo abrazo, tan agradecida como siempre de tenerlo.
Él sonríe con sus arrugas en bordes de los ojos y se acomoda el cabello con canas. Sus ojos nunca se vieron tan felices en el último tiempo.
—Me alegra mucho que vinieras a verme —confiesa sentándose a mi lado en el sofá. Al fijarse en la pantalla se ríe—. La tradición.
—La tradición —repito como sentencia—. A mi también me alegra verte. Te echaba mucho de menos.
No quería mencionar nada sobre eso por lo sentimental que me pongo. Si sigo hablando probablemente lloraré con Juli de paso.
—¿Me vas a contar sobre tu viaje? —curioseo desviando la conversación.
Se emociona y contradice:
—Los viajes. Te has perdido mucho.
Auch.
—Perdón por no venir. Sabes que no es que no quisiera.
Creo que por más que yo quiera evadir, él no me permitirá seguir haciéndolo. Lo quiero todavía más por eso, me ayuda a trabajar mis mecanismos de defensa y me vuelve más consciente de lo que hago y digo.
—Lo sé —afirma—. Y que yo viaje tampoco ayuda demasiado a vernos, pero sabes que tienes hogar aquí. Tú lo sabes.
—Sí, gracias, por todo. De verdad.
Me concentro en la película para no pensar en las lágrimas que arden en mis ojos. Juli lo nota porque también hace lo mismo.
—No quería hacerte llorar, sé que lo has pasado mal —dice mientras me acerca una taza con agua caliente para que coloque el té que yo quiera de su caja especial para mí.
—Si lo dices por la abuela, estar en Boston me ayuda —me sincero.
—No lo digo solo por la abuela.
Ahí está. Me corre una lágrima y no será la última.
—No han venido —confieso—. No han venido a verme.
—¿Y crees que es mejor? —me pregunta acariciándome la espalda como cuando niña.
—Sí. Suena egoísta decirlo porque son mis padres, pero la verdad es que he estado mejor sin ellos estos meses que los diecinueve años a su lado. Igual, después de tantos años al pendiente de ellos, hay un espacio que constantemente quiero rellenar.
Ya está. Lo dije. Y él no me va a juzgar.
—Me lo esperaba. Siempre supe que acabarías en Boston de alguna manera y siempre esperé que sin tus padres, pero sí con Annie.
—Yo también lo esperaba.
Me limpio el rostro con el revés de mi mano.
—Las cosas pueden no suceder como quisiéramos, pero sí como necesitamos que sean. Tenlo en cuenta.
Sus consejos siempre me han hecho sentir mejor, su sabiduría es una calma necesaria.
Veo un cuadro a un lado del mueble de la televisión. Es de su esposa con su hija sobre los hombros, ambas sonriendo. No hace falta preguntar, yo sé que es él quien tomó la fotografía porque de fondo tiene el desierto florido, un lugar turístico de Chile. Ya me había contado sobre esa foto cuando pequeña, pero ahora con lo que me dijo, pienso en todo lo que hemos pasado para entender que aquella frase no puede ser más cierta.
De los más profundos dolores se descubren las mayores enseñanzas.
Había tardado en volver a casa, estar con mi padre quizás era lo único que necesitaba ahora. Él identifica mi punto de reflexión y cierra los ojos tomándome la mano más cerca de su cuerpo con ambas suyas.
Lo único que necesitamos la mayoría de veces es a la familia. Sanguínea o no.
Nota de autora
No me importa lo que digan, siempre lloraré con estos dos.
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La calle de las canciones
Teen FictionIvy es una estudiante que sueña recurrentemente con un chico que aún no conoce, pero jura que lo hará, eventualmente. Rune es su compañero que sigue pensando en su chica de las estrellas, una que conoció cuando tenía diez años y ha sido la única que...