Era tan perfecto como en las fotos, mi corazón no paraba de latir por la emoción, el olor a arte, así es, para mí el olor a arte existe, ese mismo olor que disfrutas cuando abres un libro nuevo.
El silencio y la atmósfera llena de energías bonitas porque solo hay personas en silencio disfrutando de todo lo que hay a su alrededor.
—¿Estás feliz? —preguntó con voz baja.—Por supuesto, estoy realmente feliz —contesté mirando su hermoso perfil.
Detallé cada una de las piezas, disfruté tanto de la música tranquila que estaba sonando al fondo, todo el tiempo, el sonido del piano mezclado con el violín y el violonchelo es realmente una maravilla.
Fue una de esas experiencias que prometes no olvidar, uno de esos recuerdos que deseas guardar para siempre en un lugar de tú mente.
—Creo que deberíamos cenar antes de marcharnos —soltó.
Yo miré el reloj café que sujetaba su muñeca, me di cuenta que eran casi las 9 de la noche, conducir de vuelta sería demasiado para él, además, pronto sería 01 de agosto, pronto sería su cumpleaños, desde el primer momento quería quedarme con él hasta el amanecer, para así poder darle su regalo y maravillosamente todo se inclinó a mi favor.
—Pasemos la noche aquí —dije —volvamos mañana. Él me miró con cara de sorpresa y entonces cuestionó bastante curioso —¿realmente quieres quedarte? estamos un poco lejos de casa y pronto viajaras, no quiero que estes cansada.
—Lo miré con picardía, me acerqué a su oído y le susurré —¿acaso no deseas verme desnuda encima tuyo?.
Su rostro ilustró una enorme sonrisa al escucharme.
—Encima y debajo —dijo tomandome por la cintura acompañando esa acción con un beso lleno de pasión.
Nos dirigimos a un restaurante cercano, pedimos algo bastante sencillo por lo que no tardaron en servirnos.
—¿Desean algo más? —escuché a la mesera preguntarnos, pero no pude responder porque sentí como la mano tibia de Éric tocó mi entrepierna, logrando así que mi piel se erizara.
—Quiero comer algo más, algo muy exquisito —hizo una pausa para mirarme e introducir más su mano —miró a la mesera de nuevo —pero acá no pueden brindármelo, lastimosamente... —soltó una de sus risitas.
La cara de confusión de la chica era evidente, así que se marchó quedando a disposición de lo que necesitáramos.
Poco a poco sentía como los largos dedos se iban introduciendo dentro de mí, tapaba mi boca con mi mano derecha para evitar gemir fuerte, sabía que si se me llegaba a escarpar un ruido la vergüenza se iba a apoderar de mí.
—Para —alcancé a decir en voz baja.
—¿Qué dijiste? —preguntó coqueto.
—Te dije que pares carajo —volví a hablar, pero esta vez con un tono más serio.
Su risa de satisfacción me volvía más loca, mi excitación crecía.
Sacó sus dedos y me dijo —te dejaré cenar.
Se levantó y caminó hacia la barra, vi cómo se alejaba, podía visualizar su espalda y su cabello, me preguntaba cómo podía gustarme tanto alguien hasta el punto en que solo un simple rose pueda causarme tantas emociones.
La curiosidad que sentía por él había llegado bastante lejos, aquello que comenzó como un supuesto favor hoy se ha convertido en algo más, pero tengo miedo, porque a pesar de que él me ha dejado entrar en su vida, no creo que de verdad me haya dado paso a su corazón, sé que si esto sigue... la afectada seré yo.
Mientras pensaba me comí la mitad de lo que había en el plato, entonces me di cuenta que mis ojos nunca se apartaron de él.
—Tranquila, nadie me va a secuestrar —mencionó apenas volvió.
—¿De qué hablas? —pregunté fingiendo que no sabía de lo que me hablaba.
—Tus ojos no dejaban de mirarme, sentía como tú mirada me fulminaba, pero tranquila, eso me encanta —se sentó a mi lado —ya debería comer el postre —dijo mientras sujetaba mis manos con fuerza y rozaba sus labios sobre ellas —¿no crees?.
Salimos del restaurante y pudimos visualizar la luna, estaba hermosa, como siempre, su brillo era intenso, las lámparas quedaban nulas ante ella.
Éric tomó mi mano, la suya estaba tibia —¿quieres ir por algo más? —preguntó.
—No, quiero descansar —contesté.
El me miró y sonrió —entonces vamos.
Creí que buscaríamos un lugar en el momento, pero él condujo directamente al hotel Mercer Sevilla.
—¿Crees que consigamos habitación aquí? —cuestioné —es bastante tarde.
—Tranquila, ya he reservado —contestó con calma.
Una vez allí, entramos, fue un poco raro porque el simplemente dijo su nombre y le dieron la llave de la habitación sin objeciones, usualmente piden los datos de las personas, incluso suelen pedir el documento de identidad, no obstante, decidí darle poca importancia.
Entramos, la habitación era una suite bastante lujosa, a simple vista parecía muy costosa, se que tiene suficiente dinero, pero igual me sigue pareciendo innecesario pagar por una habitación llena de lujos cuando podemos descansar igual en una sencilla.
—¿Te gusta? —preguntó abrazándome por la espalda.
—Sí, me gusta —respondí.
—Pero no te noto muy feliz —dijo.
—Solo creo que es demasiado —hice una pausa —no era necesario algo así.
Me giró e hizo que quedáramos de frente, y entonces dijo:
—Te mereces lo mejor —tomó mi cara con su mano dominante y con la otra agarró mi cintura —y yo te lo daré.
Si quieres o necesitas algo, solo dilo, te lo daré, cueste lo que cueste lo haré llegar a ti.
Te voy a repetir esto las veces que sea necesario, porque debes entender que te mereces absolutamente todo lo que deseas.
Y yo, te lo concederé.
Sus labios se acercaron a los míos con ese rojo intenso que me produce deseo, su respiración agitada; podía escuchar como su corazón latía sin control. La mano que estaba en mi cintura ahora se situaba en mi trasero.
—Quiero hacerte el amor —susurró.
—Hazlo —también susurré.
Él estaba agitado, pero se controlaba, me tocaba con suavidad, era diferente esta vez.
—No quiero tener sexo contigo —sus brazos rodearon por completo mis piernas y mi espalda, me llevó a la bañera llena de agua espumosa —ahora, quiero hacerte el amor, no como el sexo que solemos tener, de verdad quiero que hoy...hagamos el amor.
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El poder de tus besos
De Todo¿Realmente los polos opuestos se atraen? Esta pregunta nos llevará a conocer la historia de Éric Martín y Romina Roux, dos personas completamente opuestas, pero que curiosamente tienen algo en común...sed de placer. Sí, quizá suene contradictorio...