Capítulo 1: Princesa.

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Tomé un carrito y me adentré en el supermercado repasando mentalmente la lista que había hecho anoche y que había olvidado en casa

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Tomé un carrito y me adentré en el supermercado repasando mentalmente la lista que había hecho anoche y que había olvidado en casa.

Primer error del día. Empezamos bien.

Caminé entre los pasillos en busca de el que tenía cosas dulces. En un comienzo fui en busca de azúcar común y azúcar impalpable, chispitas, saborizantes, cacao, huevos pero, en cuanto vi la nueva sección de moldes y picos para mangas pasteleras me arrojé a ella.

Debía ser cuidadosa, generalmente en estas compras me emociono de más y termino sin dinero para comprar otros insumos necesarios como sal, carnes, productos de limpieza...

Arena para gato.

Oh no, él siempre tiene todo lo necesario. El muy exquisito solo come una de las marcas más caras de alimento y, cuando cambié su arena y piedras por otra, pese a que creí que no se daría cuenta, no hizo sus necesidades ahí por cuatro días. Fue hasta que encontré en el balcón un pedazo olorosamente feo de excremento que descubrí donde estaba defecando.

Por ello empecé a dividir mi presupuesto y...

Y la mayor parte se lo lleva el gato, ¿no es así?

No...

Bueno, puede ser.

Eché al carrito tres paquetes de azúcar y dos de harina pensando en que probablemente ese gato me salía más caro de lo que alguna vez pude imaginar. Lo gracioso es que nunca lo busqué, el muy vivo llegó de alguna forma a mi y se instaló en mi departamento.

Sonreí con tristeza al recordar como lo encontré en la planta baja del edificio, dentro de una pequeña caja. Una vez que lo saqué fui en busca de algo para darle de comer y, a pesar de estar débil, me siguió. Desde entonces nos habíamos vuelto inseparables.

Aunque a veces parecía odiarme con sus miradas despectivas e ignorándome.

Un gato no da miradas despectivas.

Este si lo hace.

Luego de decidir entre el molde violeta y el turquesa continué al siguiente pasillo, en busca de los huevos. Fue entonces que escuché una suave y tierna voz proveniente de una pequeña que estaba detrás de mí.

—¡Wow! ¡Pareces una princesa! —me sobresalté al escucharla y me giré.

Frente a mi una niña de lo que parecía ser cinco o seis años me miraba con sus ojos azulados expectantes. Su rostro estaba iluminado y quise reír al ver su mueca de asombro, sin embargo me metí en mi papel que ella me había asignado.

—¿Alguna vez has visto a una princesa de verdad? —le pregunté mientras alcanzaba un paquete de chips de chocolate.

—No, nunca. Papá dice que solo viven en los libros y las películas y que no existen en verdad pero para mí si —su mohín me hizo sonreír, completamente enternecida.

Corazón sin latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora