Capítulo 7: Un sueño frustrado

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—¿No crees que deberías dejar de preguntarme eso? Vivo en el mismo planeta, continente y país que tú

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—¿No crees que deberías dejar de preguntarme eso? Vivo en el mismo planeta, continente y país que tú.

—Te recuerdo que quien me preguntó eso la última vez fuiste tú —entrecerré mis ojos al ver como huía de mi mirada—. Bien, dime que quieres así te largas.

—Quiero muchas cosas, entre ellas que por una vez trates bien a quien tienes enfrente pero veo que es una imposibilidad —tomé asiento frente a él—. ¿Has visto Alicia en el país de las maravillas? Ella dice que puede pensar en cinco imposibilidades antes de dormir. ¿O eran seis?

—No, no he visto a Alicia, no pienso en imposibilidades y no quiero tenerte más en mi oficina —me centré en el tic que tenía en el ojo y en el sonido que hacía su pie debajo de su escritorio mientras lo movía de arriba a abajo en un gesto nervioso.

—Puedo echar mis quejas a tu jefe ¿no? Creo que te conviene atenderme bien —coloqué mi mano sobre la suya para detener un irritante movimiento y sonido que emitían sus uñas golpeando la mesa, estaba poniéndome de los pelos—. ¿Qué te sucede?

Retiró su mano con rapidez y se enderezo en su silla, suspiré con cansancio y comencé a decirle.

—Vengo a averiguar por un préstamo.

—¿Qué tipo de préstamo? 

—Un préstamo, que me presten dinero ¿Si sabes lo que es o solo vienes a calentar una silla?

Ahora lo que hacía tic era su mandíbula.

—Si se lo que es un préstamo ¿Por qué antes de hacerte la listilla no investigas? Hay tipos de préstamos, la próxima esfuérzate por no quedar como ridícula.

—Oh, eso dolió —llevé exageradamente una mano a mi corazón y con solo ver su expresión supe que ya estaba terminando con su paciencia, quise reír—. Dime los tipos que hay.

Me soltó una muy breve explicación de cada uno y no podía evitar que el hecho de que no quisiera verme a los ojos me molestaba. ¿Qué le pasaba a este?

Después dicen que nosotras éramos difíciles de comprender.

—Actualmente han habilitado uno que es especialmente para emprendedores, sería un monto más bajo que los que antes te nombré pero tiene menor tasa a la hora de devolver.

—¿Por qué trabajas aquí?

Elevó una de sus cejas antes de fruncir el ceño.

—Todavía no planté el árbol que me de dinero gratis.

—Me refiero a que por qué trabajas aquí cuando parece que odias cada segundo.

Me miró aún pareciendo que no entendía mi pregunta y luego bajó la mirada por unos breves segundos. Opté por dejarlo pasar, el tipo era una roca, no creo que me diga nada así que me ocupé de dedicarme de lleno a la razón por la que estaba aquí y me estaba salteando una de las clases de mis profesores más insoportables.

Corazón sin latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora