—¿Qué haces aquí? —pregunté al ver a mi hermano de pie en la puerta de mi casa.
—¿No has revisado tu teléfono? —preguntó con una ceja enarcada mientras me empujaba para pasar.
Maleducado desde tiempos inmemorables para mí.
—No, ¿pasó algo con Audrey? —pregunté repentinamente asustado, troté por la casa hasta encontrar el aparato y lo encendí y lo único que pude ver fue que mi madre me había enviado una selfie de ellas viendo una película hacía unos pocos minutos.
Quedé unos segundos embobado por lo brillante de los ojitos de mi hija, sentí una oleada de calor en el corazón.
Bajen el termostato que se derrite el hielo.
—Fíjate en el chat de Amanda —dijo detrás de mi—. Creo que las tendremos que ir a buscar.
—¿Las? ¿Otra vez salió con sus amigas?
—Si, pero esta vez se sumó alguien más —señaló mi teléfono y, con recelo, abrí el chat de Amanda.
Me había enviado no una, sino cinco fotos. No era la primera vez que lo hacía, he borrado más de dos mil en su chat porque me había llenado la memoria. El problema era que esta vez no era ni de ella ni de un paisaje ni de unas galletas quemadas o un perro feo en la calle.
Eran de Kayleigh.
Mi mandíbula comenzó a dolerme por la repentina presión al ver las fotos. En algunas se encontraba sola y en otras con las amigas de mi hermana cuyos nombres realmente nunca me molesté en aprender.
Pero ese no era el problema.
El problema era que no se veía como normalmente lo hacía y a leguas se notaba que llevaba un par de tragos encima.
Llevaba un vestido rojo con un escote algo pronunciado, dejando al descubierto sus piernas que esta vez no llevaban ningún tipo de malditas medias que cubrieran esa piel que a la vista se ve tersa y suave. Su cabello estaba hacia un lado, como si lo hubiera estado moviendo mucho y su maquillaje estaba algo corrido.
¿No estarás pensando lo que creo que estás pensando?
No. Claro que no pienso que se ve condenadamente sensual, yo la detesto y no me interesa lo que haga con su vida.
...
—Vamos —le dije a Adrián.
Por suerte él había traído su auto, definitivamente las otras tres chicas quedaban a cargo de él que al menos las conocía un poco más que yo.
No fue difícil encontrar el lugar puesto que es el favorito de mi hermana y siempre frecuenta allí con su pase VIP. El guardia de la entrada nos conocía tanto o más que a ella porque no era la primera vez que veníamos aquí y, por suerte, nos dejó pasar sin necesidad de enseñarle nada.
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Corazón sin latidos
Teen FictionLa colisión de dos mundos distintos pueden ocasionar que un campo se llene de flores, colores y vida o quede desierto para siempre. "Ámame cuando menos lo merezca, ya que es cuando más lo necesito" -Dr. Henry Jekyll