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Mi nombre es Zhoy y toda mi vida es un caos, por así decirlo, siendo mis padres los que deciden por mí, ya que desde los ocho años fui internada en un convento en Houston, en contra de mi voluntad. Todos estos años han sido terribles, porque yo no elegí vivir así, solo me tocó.

Este convento es bastante amplio, habemos muchas chicas aquí. Algunas aman el lugar otras no (como yo), suelen pintarlo cada año de blanco, creo que no tienen para otro color; A veces me burló de la monja cocinera es que es muy graciosa, aunque es muy amable.

Estando aquí debemos cumplir con un horario, levantarse a las siete de la mañana, comer a las ocho y el resto del día hacerlas actividades; para luego a las siete de la noche ir a dormir.

Aquí tengo que cumplir con diversas actividades aunque no quiera, no puedo vestirme a mi manera si no toda tapada. Lo que más odio del convento son los cientos de cuadros que hay por todos lados de monjas que ya han fallecido, a veces suelen asustarme porque siento que me miran.

—Zhoy, arriba —escucho que intentan levantarme, al ver que era la Madre superiora.

—Madre, ya estoy despierta —contesté con los ojos medio abiertos. Deseaba seguir durmiendo , por una vez en la vida quería ser normal y levantarme tarde, pero no.

—Te esperamos en el comedor, rápido —dijo la Madre al salir de la habitación. Como todos los días, hice la misma rutina que hace nueve años atrás. Ducharme, colocarme las mil capas de tela sobre mí, ir a comer con las demás monjitas y hacer las benditas actividades que nos asignan.

—Ya estamos todas, ahora toca agradecerle a Dios, y podremos comer —dijo una de las Madres, todas tomamos asiento y oramos rápido por la comida. Yo había quedado sentada junto a Sara que es una amiga que hice aquí, ya que la internaron en este lugar de igual forma que a mí, será por eso que nos volvimos tan cercanas.

—Terminen, y comiencen con sus actividades —añadió. La Madre siempre andaba como de mal humor o su cara era así, no lograba decifrar eso.

—Zhoy, nos toca ensayar el coro —dijo Sara ansiosa —Recuerda, el recital es en un mes —añadió.

—¿Qué tanto ensayamos? —pregunté en tono suave —Ya no quiero seguir en esto Sara. No puedo seguir actuando como si me encantara estar aquí, porque no es verdad. —añadí con ojos llorosos, odio la realidad que estoy viviendo.

—Algún día podremos salir de aquí, ya verás —confesó con una hermosa sonrisa —Y conoceremos chicos e iremos a eso que llaman "party" —añadió alegre para calmarme, qué sería de este lugar sin ella.

La abracé fuerte.

El grupo "A" de coristas, donde estamos Sara y yo, ensayamos todas las tardes para el recital que aún no sabemos dónde va a ser. El salón donde ensayamos está en el segundo piso del convento, y al lado está ubicada una universidad, donde a menudo vemos miles de chicos. Después del ensayo nos dan cinco minutos para tomar aire, entonces Sara y yo nos dirigimos al balcón.

—Mira allí —dije a Sara señalando la universidad, donde todos esos chicos se encontraban afuera divirtiéndose.

—Daría lo que fuera por estar ahí —confesó entre lágrimas, no puedo evitar colocarme igual, y entonces nos abrazamos. Ya eran varios años haciendo lo que no queremos.

—No estás sola, yo estoy contigo en esto. Vamos a salir de aquí —le susurré mientras la seguía abrazando.

—¿Qué hacen aquí? —escuché un fuerte grito en tono molesto, que hizo que Sara y yo nos separáramos. Era la Madre superiora

—Vuelvan al ensayo, los cinco minutos ya pasaron —añadió la madre, al entrar disimulamos para secar nuestras lágrimas y seguimos con el ensayo como si nada hubiese pasado. Pero la Madre no es tonta, esta se dio cuenta de que estábamos llorando.

—¿Por qué estaban llorando? ¿Por esas cosas del mundo? Aquí tienen una mejor vida al lado de Dios —dijo la Madre a todo el grupo, pero dirigiéndose a nosotras específicamente.

—Y si estábamos llorando por esas cosas, ¿qué? —dije en un tono molesta —Y es mentira cuando dice que aquí tenemos una vida mejor, si solo somos infelices estando aquí —añadí furiosa, clavando mi mirada en la Madre.

—Monjita Zhoy, usted no puede hablarme así —dijo la Madre, acercándose a mí —Vaya a mi oficina. Y ustedes sigan en lo suyo —añadió para luego irse, fui detrás de ella directo a su oficina.

—Voy a llamar a tus padres —dijo marcando el celular —A ver si a ellos les hablas así —añadió para intimidarme, pero no le funcionó.

—Llámelos, yo ya no quiero estar aquí —confesé colocándome de pié —No tolero otro día más aquí —añadí mirándola en forma de reto. Estaba tan furiosa que parecía que fuese a botar humo por los oídos.

10 Razones por las que me enamoré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora