Capítulo II

330 33 9
                                    

La princesa sibila y el rey de Jerusalén

— ¿Donde estoy? — todo a su alrededor era oscuridad total, nada diferente a su redonda, solo esa aura siniestra apoderándose de su cuerpo, el cual sentía un enorme frío.

— recuerdo que de pequeña odiaba la oscuridad y creo pensar que aún le sigo teniendo un gran miedo — pensó mientras salía una risa nerviosa de su boca, recordando aquellos momentos en los que su padre le había salvado de los monstruos que decía ella habían en su habitación.

Durante su camino no noto que había un relieve en el suelo el cual la hizo tropezar de forma inesperada, y para cuando estaba a punto de golpear su rostro contra el piso, un abismal vacío apareció delante de ella, dejándola caer, su rostro estaba lleno de terror y los gritos que se suponían que tenían que salir de su boca eran inaudibles, era como si realmente no estuviera gritando aterrada en esos momentos, en lo único que podía pensar era en el que pasaría al llegar al final de este abismo, nada ¿tal vez?, ¿una segunda muerte? Sea lo que sea no quería investigarlo, que sucediera lo que tenía que pasar, era uno de sus últimos pensamientos, (el final se acerca), una gran fuente de luz apareció al final de este abismo para así esta misma atravesar esa gran fuente de luz segadora; su cuerpo se quedó flotando dentro de aquel lugar que era todo lo contrario al otro, este era pura luz blanca a todos sus alrededores, esa aura de miedo se desvaneció dejándola por fin sentir algo de paz, la cual, poco le duro, pues en cuanto cerro los ojos aliviada dejando su cuerpo flotante descansar abrió sus ojos de nuevo viendo un cielo gris, lleno de nubes y una brisa llenando su cuerpo que se encontraba acostado en un frondoso pasto verde.

— ¿Ahora donde estoy? Este lugar me es tan familiar, pero… ¿por qué? — su voz era débil y algo cortada por el cansancio que sentía, era como si hubiera corrido un gran maratón; por unos segundos se quedó recostada en el pasto disfrutando la paz que volvía a su cuerpo débil y la refrescante brisa, no había ningún ruido a su al rededor, solo la del viento y un cuervo que le rodeada por encima, en el cielo.

— Los cuervos no soy buena señal — susurró mirando como ya no era solo uno sino tres los cuervos que merodean por encima de ella, con algo de dificultada se puso de pie para emprender camino a investigar ese lugar que le era tan familiar; una vez de pie vi a lo lejos un parqué infantil con columpios, toboganes y entre más juegos infantiles, tomando más cercanía se percató de que aquel lugar era el parqué en el que su padre solía traerla de pequeña a pasar los fines de semana junto a él, un aura de tristeza se apoderó de ella haciéndola llorar de una forma desalentadora mientras veía como empezaban a matare alisarse diferentes siluetas que por su forma era de intuir que era ella y su padre en los diferentes momentos en los que se la pasaron juntos en aquel parque.

— era tan feliz… — susurro mirando uno de los tantos recuerdos para que poco después su atención se desviara a sus espaldas donde miro lo más desgarrador de su vida, era su padre llorando mientras sostenía su cuerpo ya muerto, sus llantos eran tan desgarradores que no pudo evitar sentir su corazón partirse en mil pedazos.

— ¡TE LO RUEGO DIOS, DEVUÉLVEME A MI HIJA! — sus llantos parecían gritos, aferrándose al cuerpo frío de su hija, impidiendo el trabajo de los médicos forenses quienes tratan dan de alejarlo.

Quería correr y darle un abrazo y decirle lo mucho que lo ama y lo infinitamente que está agradecida de que el fuera su padre, más cuando trato de acercarse a su padre las siluetas se desvanecieron dejándola incapaz de sentir, solo era su cuerpo que caminada sin rumbo por aquel pasto verde y las grandes nubes grises del cielo.

𝑴𝑨𝑺 𝑨𝑳𝑳𝑨 𝑫𝑬𝑳 𝑪𝑰𝑬𝑳𝑶. 𝒓𝒆𝒚 𝒃𝒂𝒍𝒅𝒖𝒊𝒏𝒐 𝑰𝑽Donde viven las historias. Descúbrelo ahora