3 de Febrero, 2023
"Me encanta admirarte. Me fascina verte, escucharte, imaginarte. Sentir cómo tu divina presencia, que tanto anhelo ridículamente, me araña la piel desde dentro, escalando mi pecho hasta provocar punzadas a mi encaprichado corazón que busca desesperado por saciar su hambre con tan solo mirarte.
Me siento distante.
Distante y ajeno a este injusto mundo, el mismo que se dedicó a crearte con tanta pasión.
Injusto para mí, el obstinado a ti que con tanto amor dedico mi vida a admirarte.¿Crees que en otra vida pueda amarte una vez más?
Bueno, no importa. No habrá otra vida. Esta es suficiente. Porque te tengo. Porque ya eres mío."
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Lo observé allí, indefenso, con las manos atadas y la mirada perdida. Hyunjin, el hermoso ser que encarna todo lo que alguna vez quise. Sus ojos, siempre tan brillantes, ahora opacos, manchados por el miedo. Me acerqué despacio, casi como un amante a punto de confesar su secreto más profundo.
Lo oí respirar con dificultad. Cada inhalación era un recordatorio de que aún no era parte de mí, de que todavía había una barrera entre nosotros. Pero pronto la rompería. Pronto, seríamos uno.
—Minho... ¿Por qué? —murmuró con la voz rota. Esas palabras, cargadas de terror, resonaron en mis oídos como una dulce melodía. Mi sonrisa se curvó, sutil, casi cariñosa.
Me incliné hacia él, mi mano rozaba su mejilla, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos. Estaba temblando. No sabía si por el miedo o el frío, pero no importaba. Pronto no sentiría nada de eso. Pronto solo habría paz.
—No entiendes ahora. —susurré mientras mis dedos se entrelazaban en su cabello. —Pero lo harás. Lo harás cuando seas parte de mí, cuando ya no haya separación entre nosotros.
Sus ojos, abiertos de par en par, me miraban buscando respuestas, pero solo había confusión. Y yo solo sentía el deseo más profundo de acortar esa distancia entre nosotros, de borrar lo que lo hacía un individuo separado de mí.
—Minho, por favor... déjame ir. —rogó, su voz temblorosa. Casi adorable.
Pero sus súplicas solo avivaron mi hambre. Porque, Hyunjin, ¿Cómo podías siquiera imaginar una vida sin mí? Te daría lo único que me quedaba: la eternidad conmigo.
El sonido de la respiración pesada de Hyunjin llenaba la habitación. Cada jadeo irregular, cada gemido ahogado de terror era un eco de mi propia necesidad. Me resultaba curioso cómo el miedo puede hacer que el cuerpo humano reaccione de manera tan primitiva, tan pura. Lo miraba a los ojos como un depredador que acecha a su presa y al mismo tiempo con un amor que quemaba desde lo más profundo de mi ser.
Hyunjin estaba atado, sus muñecas marcadas por las cuerdas que las sujetaban firmemente al respaldo de la silla. Lo observé, disfrutando del silencio entre nosotros, disfrutando de la forma en que el terror se apoderaba de su frágil cuerpo. Mi mente trabajaba en un millar de posibilidades, cada una más seductora que la anterior. Pero no era el momento, todavía no.
Inhalé profundamente. Su aroma era intoxicante, una mezcla de sudor, miedo y esa esencia natural que siempre había asociado con él. Me llenaba de una sensación de pertenencia absoluta, como si cada parte de él ya fuera mía, pero aún no de la manera en que lo deseaba.
—Te estoy protegiendo, Hyunjin. —dije suavemente, con una sonrisa que alcanzaba mis ojos. —Yo soy el único que puede amarte como mereces.
Su mirada, temblorosa y llena de incredulidad, se clavó en la mía. Sabía que no entendía, no podía entender aún.
Me acerqué más, esta vez inclinándome hasta que mi rostro estuviera a solo centímetros del suyo. Sus labios entreabiertos, respirando con dificultad, me llamaban, pero me contuve. No era el momento para la consumación. Eso vendría después, cuando Hyunjin finalmente me aceptara, cuando su corazón se diera cuenta de lo inevitable.
—No tienes que tener miedo. —susurro, mientras mi mano rozaba su delgado cabello tan negro como el azabache. Era tan suave, tan perfecto, y mi piel se erizaba al mínimo contacto. Lo hacía con delicadeza, como si estuviera tocando algo sagrado. Para mí lo era. —Todo esto es por nosotros.
Sus ojos se humedecieron, y pude ver cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus párpados, pero no caían aún. Estaban atrapadas en esa fina línea entre la resistencia y la rendición. Era fascinante verlo luchar contra el miedo, contra la verdad que yo ya sabía:
Hyunjin estaba destinado a ser mío.
—Déjame ir. —Su voz fue más fuerte esta vez, pero vacilante. Casi pude oír el tambaleo en su corazón. Era tan fuerte, pero tan frágil al mismo tiempo. Me recordaba a las camelias rojas que solía entregarle, esas que florecerían con su sangre algún día.
Mis dedos se enredaban en su cabello, y jalándolo ligeramente, me incliné más cerca, permitiendo que mi aliento rozara su mejilla. Quería que sintiera la cercanía, que supiera que no había escapatoria, pero también que no tenía por qué escapar. Yo era su destino.
—No voy a hacerte daño, Hyunjin. —Mi voz era un susurro. —No si obedeces. —Era una promesa.
Él cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera deshacerse de mi presencia, borrar lo que estaba sucediendo. Pero no pudo. Su mundo ya no le pertenecía. Estaba aquí, conmigo, y no habría retorno.
Me separé un poco, solo lo suficiente para observarlo con más claridad. El brillo tenue de la habitación bañaba su piel en sombras suaves.
Me levanté y caminé detrás de la de Hyunjin. Delante de nosotros, en la pared, un espejo colgaba, reflejando nuestras figuras. Me observé a mí mismo.
—¿Sabes? El amor no hace mas que crecer. Se intensifica, y no hay forma de saciarlo completamente. —dije, paseando mis ojos ahora hasta el reflejo de él mientras hablaba. —Siempre me ha fascinado la forma en que la luz te toca... cómo ilumina cada rasgo de tu rostro, haciéndote ver casi irreal. A veces pienso que no perteneces a este mundo, que eres demasiado perfecto para vivir entre nosotros.
Hyunjin se revolvió en su asiento en un intento en vano de desatarse. Su cuerpo se movía a diferencia de su mirada; perdida en la nada.
—Lo que siento por ti... no es algo que puedas entender con palabras simples. Es como una fiebre, una necesidad que va más allá de lo que se considera normal. —Mis dedos se deslizaban por su cuello acariciándolo con ternura. —Al principio pensé que solo quería estar cerca de ti, sentir tu calor, escuchar tu risa. Pero luego, cada vez que te veía, sentía algo más profundo. No era solo deseo, no... era algo mucho más grande.
Él no respondía. Solo pude escuchar su respiración agitada, pero sabía que estaba procesando mis palabras, incluso si su mente luchaba por comprender. La confusión y el terror son preludios a la aceptación. Lo sabía porque lo había visto antes, en otras personas, pero nunca en alguien que me importara tanto como él.
Rodeé la silla y me arrodillé frente a él de nuevo, tomando su rostro entre mis manos. Sus ojos estaban más abiertos ahora, llenos de lágrimas que finalmente se deslizaron por sus mejillas.
Hyunjin intentaba apartar la mirada incómodo, pero lo detuve tomando su mandíbula. Forzándolo a mirarme de nuevo.
—Shh... no llores. —murmuré, limpiando una lágrima con mi pulgar. —Siempre te he observado, Hyunjin... desde el momento en que entraste en mi vida. Eres tan perfecto que duele con tan solo mirarte.
Mis labios rozaban su frente, un gesto de ternura que contrastaba con la tensión en el aire. Pude sentir su cuerpo temblar bajo mi toque, pero no me detuve. En lugar de eso, susurré contra su piel, como si mi voz pudiera calmar sus tormentas internas.
—No tienes que entenderlo ahora. Lo harás cuando no haya rincón de tu ser donde no esté yo.
Me quedé en silencio por un momento, permitiendo que esas palabras colgaran en el aire, que se arraigaran en su mente.
Este era solo el comienzo.
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𝐂𝐫𝐢𝐦𝐬𝐨𝐧 𝐃𝐞𝐯𝐨𝐭𝐢𝐨𝐧 | Hyunho
FanfictionCuando Hyunjin despierta en una habitación desconocida, atado y confuso, solo hay una certeza: Minho, el hombre que creía conocer, está detrás de todo. Pero el amor de Minho va más allá de la razón, más allá de la humanidad misma. Con una obsesión e...