you're nothing more than his wife

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«When you wake up next to him in the middle of the nightWith your head in your hands, you're nothing more than his wife»

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«When you wake up next to him in the middle of the night
With your head in your hands, you're nothing more than his wife».

Los años pasaron, y así cada una vivió un futuro por su lado. Quince años no es poco, es lo suficiente como para olvidar y superar. E incluso así, ninguna olvidó a la otra.

Nayeon tuvo un par de novias; Sana, con quien tuvo una relación de siete años. Y Mina, que duraron dos años. Su cabeza volvía a Jeongyeon, aunque sus sentimientos de amor no estaban ahí. Ella realmente se enamoró de sus parejas, pero no pudieron avanzar por temas externos a ellas. A Sana no le renovaron la visa en Corea del Sur, y un familiar se enfermó de gravedad, por lo que se vio obligada a volver a su país natal. Mientras que Mina y Nayeon no pudieron ponerse de acuerdo al momento de decidir vivir juntas, transformando su relación en un lío de falta de comunicación. Actualmente, su carrera estaba en lo alto, era una mujer de negocios bien entendida en el rubro, con una empresa de alto patrimonio y prestigio.

Jeongyeon, por otro lado, estaba casada desde hacía seis años. Su marido era un hombre de bien, alguien cuidadoso y difícil de odiar; era tan amable que muchos podrían sentirse fastidiados por la inocencia que demostraba. Era un médico esteticista en el centro de la ciudad, manejaba su propia clínica y tenía un buen reconocimiento dentro del campo, las mujeres morían por él...
Sin embargo, Jeongyeon no podía mostrarle romanticismo, no por iniciativa propia.

Él deseaba tener un hijo, insistía con el tema, y Jeongyeon cedió. Dos años intentando, lo cual era una frustración para Jeongyeon; las relaciones íntimas no eran lo suyo, no las consideraba necesarias, pero para un hijo es lo que se debe hacer, y si quería convencer a su marido de que realmente lo estaban intentando, mantenía el esfuerzo. Las pastillas anticonceptivas eran su secreto más grande, las mantenía ocultas en su carpeta laboral, un lugar al que su marido jamás entraría.

Les iba bien, casi no pensaban en la otra. Vivían en paz, el dolor había pasado hace mucho tiempo. Cada una en lo suyo, sin tener noticias de la otra desde hacía años.

Hasta que una noche, Jeongyeon se despertó. Su cabeza había decidido darle una ráfaga de ideas en la noche. Y pronto se encontró a sí misma atrapada en su cuerpo.

Miró a su lado en la cama, y allí se encontraba él. Un hombre ya en sus cuarenta años, mayor que ella, exitoso, que deseaba tener un hijo y una mujer que lo esperase en casa. ¿Y ella quién era? Solo Jeongyeon, la esposa de su marido. Apoyó su cabeza en sus manos, con sus rodillas pegadas a su pecho, y se cuestionó las decisiones de su vida.

¿Por qué dejó a Nayeon por alguien como él? No era una mala persona, pero era un hombre.

Un hombre del que, probablemente, jamás estuvo enamorada. Se casó por probarle a su familia que podía ser alguien en la vida, pero acabó siendo simplemente una esposa.

Su trabajo no estaba ni cerca de ser tan grande como el de él, ya que debía volver temprano a casa para poder ser una mujer «presente y funcional», como a su familia le gustaba decir. Cumplía con quehaceres y se responsabilizaba de tener todo a tiempo antes de que su marido volviese. Cuando él estaba en casa, se convencía a sí misma de que tenía ganas de pasar tiempo con él, aunque no era más que la costumbre.

Su desinterés no fue algo que cuestionó jamás, lo vio como algo normal; algo que sucedía a través del tiempo en todas las relaciones. Le parecía bien, aunque se aburriera de la monotonía de su vida; veía como un logro el hecho de haber podido olvidar a Im Nayeon.

Oh, Im Nayeon. Un nombre precioso, perteneciente a la mujer más hermosa que jamás haya visto. La mayor pérdida de su vida, sin dudas.

En momentos así es cuando se cuestionaba. En medio de la noche, cuando no podía seguir durmiendo, recordaba a aquella mujer. Su rostro cada vez más borroso, pero su sonrisa marcada en su mente. Era un recuerdo que no dejaba ir. Sus dientes delanteros que destacaban y sus mejillas abultadas. Una risa contagiosa, armoniosa y, a veces, algo escandalosa.

Vio a su marido, que descansaba con tranquilidad a su lado, y se preguntó, una vez más:

«¿Qué hago con mi vida?»

¿Cómo podía probarse a sí misma que, en realidad, sí lo amaba? ¿Debería dejar de tomar las pastillas y darle lo que quería? No, claro que no. No lo haría, no se condenaría así.

Debería buscar otra forma de poder quitar a Nayeon de su cabeza y volver a lo de antes. Tenía que volver a olvidarla como pudo hacerlo durante los últimos años.

good luck, babe! 2yeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora