𝟎𝟓. 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐎 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐉𝐀𝐑𝐃𝐈𝐍

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En algún momento de la fiesta cuando todos parecían estar distraídos, fue fácil tomar la mano de Aegon para escabullirse entre los invitados y salir del salón. Se escondieron entre los muros de la Fortaleza para no ser vistos por los guardias que ejercían su turno en ese momento.

Escuchar la juguetona risa de Aegon mientras lo guiaba por los pasillos era hermoso. El ver como había conseguido ese brillo en cuestión de horas fue tan reconfortante. Se encontraba calmado a pesar de su evidente emoción. Después de cruzar miradas con Aegon fue como si algo en su interior encontrará una reconfortante paz.

Aegon llevó a Gaius a un lugar que solo él conocía: un pequeño jardín escondido tras una puerta oculta en la biblioteca. Era su refugio, un lugar donde encontraba un respiro de la opresión constante que sentía en la Fortaleza Roja.

Gaius observó fascinado aquel jardín, que se escondía entre los muros y se sorprendido al ver un poco de la luz de la luna entrar en el lugar.

Ambos se sentaron en un banco de piedra cubierto de musgo, rodeados por la fragancia de las flores nocturnas.

Gaius tomó la mano de Aegon, sus dedos entrelazándose con naturalidad. Todo parecía ser tan natural entre ellos, es como si los años separados hubieran sido olvidados, todo lo que ahora importaba eran sólo ellos dos.

-Esto es real, ¿verdad? -preguntó Aegon, su voz apenas un susurro lleno de emoción y duda.

-Es real -respondió Gaius, apretando su mano con suavidad-. Estoy aquí y no me iré.

Aegon cerró los ojos y apoyó la cabeza en el hombro de su hermano, sintiendo una paz que nunca había experimentado antes. Pero su mente aún estaba llena de preguntas y dudas. No podía evitar pensar en lo que su madre y abuelo harían ahora que su secreto había sido revelado.

-Cuéntame sobre tu vida en Roma -dijo Aegon, finalmente rompiendo el silencio-. Quiero saber todo.

Gaius sonrió, su mirada iluminada por la emoción.

-Roma es... diferente a todo lo que podrías imaginar. Crecí en el palacio, rodeado de mármol y oro. Mi padre, el Emperador, me enseñó desde joven sobre liderazgo y responsabilidad. Pero también me permitió explorar. Conocí a gente increíble, visité lugares que te dejarían sin aliento. Aunque siempre sentí que me faltaba algo, alguien. Nunca supe que eras tú, Aegon.

Aegon escuchaba atentamente, su corazón latiendo con fuerza.

-Aunque necesitamos respuestas, Aegon -levantando la cabeza para mirar a su hermano a los ojos-. No podemos ignorar por qué nos separaron.

Aegon asintió.

-Lo sé. Pero primero debemos asegurarnos de que estamos seguros. Esta noche, debemos ser cautelosos. No sabemos qué planean hacer ellos.

Gaius asintió. Sabía que Aegon tenía razón. No podían enfrentarse a su "madre" y "abuelo" sin un plan. Debían encontrar aliados, personas en las que pudieran confiar. Y, sobre todo, debían mantenerse unidos.

-Mañana, buscaremos respuestas -dijo Aegon con firmeza-. Pero esta noche, quiero estar contigo. No quiero pensar en nada más.

Gaius sonrió y acarició el rostro de Aegon con ternura.

-Esta noche, somos solo nosotros, Aegon. Mañana enfrentaremos lo que venga.

Aegon miró a Gaius, sintiendo una oleada de emociones. La cercanía de su hermano lo envolvía en un calor reconfortante. Lentamente, se inclinó hacia él, sus labios encontrando los de Gaius en un beso tierno y lleno de promesas.

𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐎𝐃𝐒 𝐂𝐑𝐄𝐀𝐓𝐄𝐃 𝐘𝐎𝐔 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora