𝟎𝟖. 𝐌𝐈𝐄𝐃𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐔𝐍 𝐏𝐀𝐃𝐑𝐄

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La Fortaleza Roja se alzaba como un símbolo de poder y misterio, con sus altos muros que parecían contener siglos de secretos y traiciones

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La Fortaleza Roja se alzaba como un símbolo de poder y misterio, con sus altos muros que parecían contener siglos de secretos y traiciones.

Aurelia caminaba lentamente por sus aposentos fríos, sus pasos resonando en el eco vacío de la tarde. Sabía que el destino les había traído hasta este punto, pero no dejaba de preguntarse si este era el final que había temido durante tantos años.

Se detuvo junto a una ventana, dejando que la luz dorada del atardecer bañara su rostro. Sus pensamientos viajaron hacia atrás, hacia una noche en la que su vida cambió para siempre.

El día en que Gaius llegó a sus brazos había comenzado como cualquier otro. El Emperador Cayo y ella habían compartido una comida tranquila, discutiendo asuntos menores del reino. Pero todo eso se desmoronó cuando las puertas del palacio se abrieron de golpe y los guardias entraron repitiendo que había algo importante que debían ver. 

Con la incertidumbre en sus corazones, ambos salieron de sus aposentos siguiendo a los guardias hasta la salida del palacio. Oriana, cayó de rodillas ante ellos, con un bebé en brazos, envuelto en telas. El pánico en sus ojos era tan palpable que Aurelia supo de inmediato que algo terrible había sucedido.

—Por favor —suplicó Oriana, con lágrimas corriendo por su rostro—. Si nos encuentran, van asesinarnos a los dos. 

Aurelia recordó la forma en que Oriana había apretado al bebé contra su pecho, como si quisiera protegerlo del propio aire que respiraba. Aquel niño, envuelto en telas suaves, miraba el mundo con los ojos abiertos de par en par, ajeno al peligro que lo rodeaba.

Cayo y ella intercambiaron una mirada silenciosa, una decisión tácita que no necesitaba palabras. Lo criarían como suyo. Lo amarían como si hubiera nacido de ellos.

Los años pasaron, y aunque al principio el miedo de ser descubiertos los atormentaba, Gaius creció sano y fuerte, rodeado de todo el amor que una familia podía dar. Nunca le hablaron de su verdadero origen, nunca le contaron sobre el peligro que había estado al acecho desde el momento en que nació.

Para ellos, Gaius era simplemente su hijo, nada más. Pero la sombra del secreto siempre estaba allí, oscura y amenazante, aunque ocultada bajo la fachada de una vida normal.

Aurelia respiró hondo, cerrando los ojos. Nunca había podido olvidar los susurros de Oriana. "Si lo encuentran… lo matarán." Esas palabras se quedaron con ella, congelando su corazón cada vez que pensaba en el futuro de Gaius.

Ahora, en la Fortaleza Roja, esas sombras del pasado volvían a atormentarla.

Unos pasos suaves detrás de ella la hicieron volver a la realidad. Cayo, con su porte majestuoso y su expresión cansada, entró en la habitación. Él también estaba sumido en sus pensamientos, y el miedo que se veía reflejado en sus ojos era el mismo que sentía ella.

—Aurelia —dijo él, rompiendo el silencio con un tono bajo y solemne—. No puedo dejar de pensar en lo que sucederá a partir de ahora. Gaius... —Su voz se quebró levemente—. Él es nuestro hijo. Siempre lo ha sido. Pero si quieren apartarlo de nosotros, si le hacen algo...

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐎𝐃𝐒 𝐂𝐑𝐄𝐀𝐓𝐄𝐃 𝐘𝐎𝐔 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora