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Había tenido una semana agotadora en mi nuevo trabajo, pero me sentía contenta en el proceso, era un buen trabajo y estaba segura que la experiencia que adquiriría me ayudaría a cumplir mis metas a futuro.

Era sábado y por fin tenía un día libre para relajarme. Esta noche saldría con mi mejor amiga Kat, y ya estaba preparándome para la salida al bar. La música resonaba a todo volumen en mi departamento mientras seleccionaba mi outfit.
Era tan indecisa que me cambié varias veces porque no estaba satisfecha. Mientras seguía eligiendo qué ponerme me encontraba cantando los coros de las canciones y bailando, me sentía en un concierto y sí que estaba dando un buen show al público imaginario.

Después de varias horas y cambios de ropa, finalmente estuve lista. Afortunadamente desde el jueves mi auto por fin había sido arreglado, y ya me esperaba en el estacionamiento. Verifique que todo estuviera en orden y me dirigí al estacionamiento, me subí al auto y conduje hasta la casa de Kat. Supuestamente, Kat ya estaba lista y me había mandado un mensaje diciendo que salía en un minuto, pero habían pasado diez minutos y aún no aparecía. Recordé que la impuntualidad era una característica de Kat. Así que en espera subí el volumen de la música; una canción de Taylor Swift sonaba en el estéreo, y comencé a navegar por las redes sociales mientras esperaba.

Finalmente, una rubia guapísima salió corriendo y se acomodó en el asiento del copiloto.

—¡Perdón por la tardanza, Lore! —dijo Kat con una sonrisa culpable. Y me veía con sus ojos color miel haciendo puchero para que la perdonara.

—Ya te conozco, Kat. Siempre tarde —respondí con una sonrisa mientras comenzaba a conducir hacia el bar karaoke que Kat había descubierto.

Unos veinte minutos después, llegamos al bar. El lugar tenía un ambiente agradable, con dos pisos: el primer piso era para el karaoke y el segundo para bailar. Ambas decidimos quedarnos primero en el karaoke para conversar, ponernos al día y cantar algunas canciones.

Fuí a la barra a pedir nuestras bebidas. El bartender nos ofreció el menú y pedí un mojito mientras Kat optaba por una margarita. Sinceramente ningúna era de beber alcohol, pero queríamos experimentar y crear una buena anécdota así que pedimos lo que más nos llamó la atención. Una vez en nuestra mesa, empezamos a ponernos al día. De fondo, escuchábamos a otras personas cantar canciones desconocidas para nosotras.

—Ahora sí, chismesito —dijo Kat con curiosidad—, ¿Qué pasó con esa mujer de la que me hablaste?

Suspiré y comencé a contarle todo desde el primer día que vi a Margoth y cómo me sentía cada vez que la veía.

—Osea, es que me provoca nervios todo el tiempo, Kat. Realmente no hemos conversado mucho, solo los primeros dos días y fueron cosas del trabajo o pequeños intercambios de palabras. El resto de la semana, solo hemos tenido contacto visual —le dí un sorbo a mi bebida —, Y lo peor, es que Margoth siempre me cacha mirándola, pero no me habla ni nada, como si no se diera cuenta de cómo la miro.

Kat me escuchaba atentamente, interviniendo de vez en cuando con preguntas y comentarios emocionados.

—¡Quiero conocerla! —exclamó Kat—. ¿No tienes una foto o algo?

—No tengo cómo enseñártela, te digo que no hablamos —respondí, riendo.

—Deberías buscar un pretexto para conseguir su número o su Instagram —sugirió Kat.

Me quedé pensativa, podría usar algún pretexto para conseguir su número, pero muy a penas y le podía dirigir la palabra.

—Pero, Lore..  no quiero sonar negativa —Me sacó de mis pensamientos—, sólo que como te dije por mensaje, analiza bien la situación. Es una señora, puede ser tu mamá. Ha de tener esposo e hijos. Ya tiene una vida hecha —Sus ojos miel me veían fijamente, y su semblante era muy serio— Lo que me preocupa es que tú eres de las que si empiezas a hablar de alguien es porque ya caíste, y no quiero que vuelvas a sufrir.

Nosotras y las nubes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora