5.

101 8 0
                                    

Noviembre había llegado y, con él, el frío. Era justo el clima que más me gustaba y me recordaba que se acercaba mi mes favorito, diciembre. No podía creer que ya llevaba casi dos meses en la empresa. Debo confesar que estuve a punto de renunciar hace unas semanas porque el estrés estaba acabando conmigo, especialmente porque Rose, mi jefa, era muy exigente y su actitud no ayudaba mucho. Pero, bueno, supongo que solo quiere que el trabajo salga excelente, así que me reservé mis comentarios sobre ella.

Las cosas en mi vida iban tomando un camino diferente pero tranquilo. Llevaba casi un mes sin sobrepensar y sin tener algún episodio de ansiedad. Me sentía más relajada y con más experiencia en mi área de trabajo. Había logrado tenerle más confianza a Dayren, quien se convirtió en una gran amiga dentro y fuera del trabajo. Gracias a ella, había podido ser más cercana a Margoth, ya que siempre hacía algo para que interactuáramos. Aunque ya éramos más cercanas, seguía cuidando mis acciones y mi forma de actuar con ella, no quería delatarme con la atracción que sentía por ella; prefería seguir ocultándolo.

Íbamos a mitad de día en la oficina, todo estaba relajado y cada una se mantenía en lo suyo. Finalmente, terminé antes de tiempo lo que me correspondía, así que me levanté y le dije a Day que iría a estirarme porque me dolía la espalda y estaría un rato en la cafetería. Caminé hacia la puerta y, en ese momento, voltee a ver el lugar de Margoth. Estaba concentradísima en la computadora, con unos lentes que la hacían ver muy atractiva. Pasaron unos segundos en que la observaba y ella posó su mirada en mí, nos sonreímos y salí de ahí.

Me dirigí a la cafetería, observando el mostrador para ver si compraba algo, pero no tenía hambre. Me compré una botella de agua y me dirigí a las mesitas que estaban vacías. Tomé asiento y me puse a ver TikToks para pasar el rato, pero no había nada interesante, así que guardé mi celular, puse mis brazos sobre la mesa y acomodé mi cabeza para tratar de dormir cinco minutos.

Pasaron como diez minutos y sentí que alguien me acariciaba la cabeza y la espalda, y oía una voz que me decía algo que no lograba identificar. Poco a poco me fui despertando y a mi lado la mujer que rondaba en mi cabeza todos los días me estaba viendo con una sonrisa. Le sonreí y, sin cambiar de posición, nos quedamos viendo.

—¿Quién como tú, que se puede dar el lujo de dormir? —seguía acariciando mi cabeza.

—Hay que aprovechar estos momentos de felicidad cuando la jefa no está —le respondí sonriendo—. Espero que no me delates.

—Mmm, podría pedirte algo a cambio —volteó levemente hacia arriba como pensando—. No digo nada, pero tú me das algo.

Quitó su mano de mi cabeza y me volteó a ver haciendo un movimiento con las cejas. —¿Qué dices?

Por mi mente pasaron muchas ideas de qué me podría pedir y en todas esas me veía diciéndole que sí sin dudarlo. Dejé de estar recargada en mis brazos y me acomodé para estar sentada como ella. Ella me veía con una sonrisa mientras apoyaba su barbilla en su mano y esperaba mi respuesta. Su forma de verme hizo que me pusiera nerviosa y presentía que mis mejillas habían agarrado un color rojo. Desvié mi mirada nerviosa unos segundos y volví a conectar nuestros ojos.

—Va, ¿qué puedes querer de mí? —le pregunté alzando una ceja y sin quitarle la mirada de encima.

Ella seguía en la misma posición y, sin apartar su mirada ni un segundo de mí, de nuevo sentí que me analizaba, veía mis ojos, mi frente, mi nariz, mis ojos de nuevo, y después su mirada se mantuvo en mi boca. Automáticamente lamí fugazmente mis labios y ella quitó su mirada, se puso de pie.

—Lo voy a pensar —dijo sin volverme a ver y caminando hacia la salida.

Me quedé tratando de procesar esa situación, sin moverme y con el corazón queriéndose salir. Dios, esta mujer no puede actuar así conmigo, ¿no se da cuenta de cómo me tiene?

Nosotras y las nubes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora