9.

98 10 10
                                    

Qué curioso cómo algunas personas tienen una manera muy peculiar de arruinarte y desaparecer de tu vida, solo para querer regresar con un simple perdón. ¿Qué piensan cuando intentan renovar promesas que probablemente nunca cumplirán? Pero sobre todo, ¿por qué somos tan ingenuos para aceptar esas promesas vacías? A veces, carecemos tanto de amor propio que aceptamos cualquier migaja solo para sentirnos amados, para aliviar la soledad que cala hasta lo más profundo de nuestros huesos. Así me encontraba, lamentándome por aferrarme a sueños inconclusos, sabiendo que no conducirían a nada bueno, debatiéndome entre cerrar un capítulo o seguir adelante. Tres años habían pasado; ya no éramos las mismas, ni ella ni yo. Ahora éramos más libres, más maduras, más conscientes. Sin embargo, estábamos separadas por miles de kilómetros, éramos una ecuación destinada al fracaso. Aun así, la quería. Fue la primera mujer que ocupó mi mente y mi corazón, la primera que me enseñó el amor, y siempre tendrá un lugar especial en mi memoria. Pero todo eso quedó en el pasado, cerré esa puerta con llave, conocí a otras personas en el camino, y en el presente alguien más ocupaba no solo mi corazón y mi mente, sino también mi alma, aunque nuestro futuro juntas fuera imposible.

—Dime algo, Lei —su agarre, aunque suave, era firme.

Cerré los ojos y los abrí después de unos segundos para enfrentarla. —Escucha, Arely. No te mentiré diciendo que no te quise. Fuiste importante para mí y, por más que intenté odiarte, no pude lograrlo. Pero... me hiciste sentir una mierda.

Ella soltó lentamente mis manos y las acomodó en sus piernas, apartando sus ojos de los míos hacia el suelo. Era consciente del daño que había causado, consciente de que intentar volver a mi vida no sería tan sencillo como probablemente había pensado.

—Me sentí terrible, una idiota, y ¿sabes qué? Logré salir de ahí, y lo último que deseo es volver atrás. Me duele que estés aquí sabiendo que lo que fuimos ya no existe —dije con lágrimas en los ojos.

Ella seguía sin mirarme, pero noté que algunas lágrimas caían por sus mejillas, las mismas mejillas que había acariciado tantas veces.

Viendo que no hablaba, continué —Sigues siendo especial —sonreí con nostalgia— porque siempre esperé este momento, para gritarte y hacerte sentir lo mismo que yo sentí, pero no puedo.

Me puse de pie para ponerme frente a ella, y ella hizo lo mismo. Le sonreí.

—El hecho de que no quiera alejarme, o que no te aleje, no significa que vayamos a ser amigas de nuevo y que todo será diferente. Pero mientras trabajemos juntas, prefiero que las cosas sean simples, no tanto por ti, sino por mí. Mantengamos una relación profesional y cordial durante el proyecto. ¿De acuerdo?

Le extendí la mano y, después de unos momentos de vacilación, ella la aceptó. Nos despedimos con una sonrisa.

Regresé a la empresa para recoger mi auto. Me sorprendió ver a Margoth en su banca habitual, parecía pensativa, como si algo la hubiera perturbado. Dudé entre acercarme o dejarla estar, pero mis pies me llevaron hasta su lado. Quise sentarme, pero su bolso ocupaba el espacio.

—Hola. ¿Te quedaste tiempo extra? —pregunté rompiendo el silencio.

—No.

Su tono de voz al responder y su mirada esquiva me pusieron alerta; algo le había sucedido, nunca la había visto así. Pero no sabía cuál era el motivo.

—¿Todo bien?

Ella asintió.

Esto no estaba bien.

Permanecí de pie mirándola, pero ella sólo estaba concentrada en su teléfono. Empezaba a impacientarme; ella no me miraba ni hablaba ni me dejaba sentarme. Traté de recordar si había hecho algo, pero no recordaba nada malo entre nosotras.

Nosotras y las nubes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora