10.

97 7 4
                                    

Margoth, Margoth, Margoth.

A veces siento que estoy bajo algún hechizo, porque no es normal que sienta todo esto por alguien; no tengo control sobre mis sentimientos. He conocido algunas mujeres atractivas, bellísimas, lindas, pero jamás había sentido esto. Con ella todo es más bonito, me siento más feliz, más nerviosa, más yo. Me siento en las nubes, y allá quisiera quedarme por el simple hecho de que allí sí estamos juntas.

¿Acaso estoy exagerando? No, es que simplemente es algo mucho más fuerte que yo misma. Margoth me atrapó, y es curioso porque ella no lo planeó, ni siquiera está enterada de todo lo que provoca en mí.

Su presencia es el elixir de cada segundo que pasa. Ella no lo sabe, pero solo con verla logra que las horas ordinarias se transformen en un deleite ininterrumpido, formando así momentos llenos de felicidad para mí.

Mi parte favorita del día era admirarla, detallarla como aquel artista que aprecia cada minuciosidad de su obra. Pero yo tenía ventajas, porque la obra de arte que yo admiraba no estaba en un museo, ni se encontraba guardada. No era un objeto, ni una pintura, mucho menos un paisaje. Lo que yo admiraba era real, existía, tenía vida y voz. Una voz que me estremecía de punta a punta; escucharla era recibir aquella nota perfecta en la sinfonía de mis días, logrando una melodía exquisita para mis oídos.

La veo entrar con su seguridad, tan brillante que no me importaría el exceso de luz entrando por mis ojos si eso significa que la veo. Sus ojos encuentran a los míos, y juntos comienzan un baile lleno de palabras que no se pueden pronunciar, pero que ambas sabemos. Mis ojos, tan delatores, han cumplido su misión, y sé que ella lo notó, porque la forma de acercarse hace que se me erice cada parte del cuerpo. Ella lo sabe; lo veo en sus ojos. Ya no hay forma en que yo pueda tratar de esconderlo. Ella lo sabe y no parece tener intenciones de huir; al contrario, parece un imán que está a punto de conectar conmigo.

Llega a mi lado. Sigo nerviosa, pero consigo aguantarle la mirada, y me sorprendo al notar que ella también está nerviosa. El jugueteo de manos y el sonrojo en sus mejillas la ponen en evidencia. Quiero llenarla de besos y decirle que conmigo no tiene por qué sentir nervios o vergüenza, que conmigo está bien y que yo la protegería. No necesito que me diga nada porque ya lo sé todo, pero aún así la dejo que hable, porque quiero estar segura, y quiero que ella también lo esté.

—Yo... Yo —aparta la mirada y da un suspiro.

Y verla así me hace querer llorar, porque para ella debe ser difícil todo esto, porque tiene miedo de mostrar sus sentimientos. Y ahora no solo quiero llorar, sino gritar de alegría porque yo soy importante para ella, porque ella siente por mí lo mismo que yo por ella, es mutuo.

Y me siento tan afortunada.

—Mar

Ella me interrumpe y me da una de las sonrisas más lindas. —Shh, escúchame por favor —toma mis manos— hace días nuestra conversación quedó pendiente. Pero hoy estoy aquí con todas las ganas de ya no reprimir mis sentimientos y abrirme contigo.

Sus manos se posaron en mis mejillas y me miraba con mucha ternura. Sonreí, sonreí llena de alegría, y no podía dejar de pensar que era un ser hermoso que estaba en mi vida.

—Me gustas, me gustas mucho. ¿Qué me hiciste, Lorelei? No te puedo sacar de mi cabeza. Y ya no quiero ocultar más esto que siento.

Acarició mis mejillas. Mis manos temblorosas fueron hacia su cintura. La distancia entre nosotras lentamente se iba reduciendo; podía sentir su nariz rozar con la mía y nuestras respiraciones mezclarse armoniosamente. Cerró sus ojos para eliminar cualquier distancia y sellar nuestras bocas en un beso que ambas esperábamos ansiosas.

Nosotras y las nubes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora