Capítulo 6: Gibosa Menguante

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-Mamá. - La mezo lentamente, se ha quedado dormida en el sofá, casi encima de mí. - Se está haciendo de noche, la tía Ágata ya duerme, deberías ir a la habitación a descansar.

-Ay...hija...lo siento.

-No mamá, tranquila, me encanta estar contigo, lo sabes. - Beso su frente, dándole un fuerte achuchón. - Estás sudando, ¿quieres darte un baño?

Ella niega, peinándose sus escasos cabellos con los dedos.

Parece como confusa.

-Estoy bien, cariño, solo es un dolor fuerte de cabeza, ¿puedes traerme una pastilla de esas que me calman?

-Claro, en seguida.

Me levanto del sofá dirigiéndome hacia la cocina, abro el roperillo y cojo el frasco, maldigo al encontrarlo vacío, que descontrol, no me he acordado de vigilar sus medicinas.

Mierda.

-Mamá, soy una inútil.- Replico, le va a doler la cabeza toda la noche por mi culpa, y esos dolores son jodidamente fuertes.- No quedan.- Ella me mira con preocupación, después, finge estar bien.

-No pasa nada cariño, iré a la cama y pronto me quedaré dormida.- Hace un intento de levantarse, pero el dolor la obliga a retroceder, soltando un quejido mientras lleva las manos a su cabeza.

-No mamá, debe de haber alguna farmacia de guardia, aguanta un poco que vuelvo en seguida.

-Sara, es muy tarde.

-Es un pueblo pequeño, no debe estar tan lejos.- Miro hacia la ventana, viendo lo oscuro que está, y como la farola no deja de parpadear- No pasará nada.- Digo, sin estar en absoluto segura de ello.

-Sí, los vecinos nos conocen, cualquier cosa, toca la puerta de alguien y te ayudarán, pero no tardes por favor.- Pide, la ayudo a levantarse para llevarla a su dormitorio.

Cuando me pongo el abrigo, toco sobre mi pecho, buscando el crucifijo que me regaló Gabriel, lo aprieto con fuerza pidiendo que me proteja.

Recuerdo que si algo malo se acerca, lo único que debo hacer, es rezar.

Abro la puerta, la helada nocturna golpea con severidad mis mejillas, dejando al instante la nariz roja, moqueando.

Solo es frío.

Camino lo más rápido posible, mis pasos van haciendo eco en el silencio de las callejuelas, el viento silba, los árboles se retuercen, la noche parece devorarlo todo, las luces de las farolas son tan débiles que apenas iluminan.

Me cuesta ver lo que tengo a mi alrededor.

-Farmacia de guardia, farmacia de guardia...- Voy repitiendo para escuchar al menos mi propia voz y sentirme menos sola, tanto silencio me crispa los nervios.

Decido sacar el móvil y entrar en Google Maps para localizar una farmacia cercana, mi ceño se arruga cuando veo que me muestra una carreta que va desde un pueblo a otro, Villa Oscura no figura en el mapa.

¿Qué diablos?

-Es como si no existiera...- Pienso en voz alta.

Decido buscar información en Google, no hay nada relacionado con este pueblo.

Que cosa tan extraña

Guardo el teléfono, caminando a paso ligero, a pocos metros, hay un hombre de edad adulta caminando en mitad de la oscuridad, lleva una gorra y el rostro fijado en sus pies, las manos dentro de los bolsillos.

Me aclaro la garganta, acercándome un poco.

-Disculpe, señor, ¿sabe dónde hay una farmacia de guardia por aquí?

ÁNGEL CAÍDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora