Capítulo 2: Luna Creciente

75 10 1
                                    

Estoy en casa, mis apuntes ya están acabados, la verdad es que la materia no resulta muy difícil y los profesores son relativamente buenos explicando. El prestigio que tiene la escuela lo merece, aun así... son todos tan extraños.

Vuelvo a observar la cruz cicatrizada sobre mi mano, ¿cómo lo hizo? El simple tacto del dedo del profesor Uriel bastó para hacer que mi piel ardiese desde el interior, como si el infierno hubiese despertado en lo más profundo de mi ser.

Y después, los hermanos Gutiérrez, su comportamiento extraño, siendo siempre tan iguales a la hora de moverse y expresarse, como si estuviesen obligados a ser copias exactas el uno del otro.

Y Madeleine, con su autoestima herida, y aquello que dijo sobre mí.

Lo mismo que Joshua.

''Mujer destinada a arder en los infiernos''

''Corrupción que romperá la pureza de nuestro santo pueblo''

Una sonrisa torcida se dibuja en mi cara, es provocada por los nervios.

Ellos no lo saben.

-No lo saben- Repito en voz alta, sabiendo que no es más que una ridiculez pensar que de alguna forma lo hayan averiguado, tan solo es un juego psicológico para implantar el miedo en los nuevos alumnos, estoy segura. Una forma de control mental.

Además, así era como funcionaban las sectas y este centro parecía estar muy cerca de ser uno.

Adoraba a Dios, sí, ¿pero a qué tipo de Dios? Era lo que no tenía aun del todo claro.

Yo no creía en dioses, ni religiones, tampoco en demonios, era totalmente atea. Creía en la conciencia, en la autodeterminación, los prejuicios y los valores humanos.

Si, nosotros éramos nuestros propios jueces.

Mis párpados bajan lentamente, desviándose mis orbes de nuevo a la cicatriz.

¿Por qué entonces él se atrevió a imponerme un castigo?

Él

Él

''Él''

La voz de Madeleine pronunciando esa palabra, con tanta adoración y a la vez obsesión, aromatizando con unas lágrimas de reproches y a la vez un triste tono de rabia, me parecía de lo más desconcertante.

¿Amor?

Quizás estaba enamorada de quien fuese ese tal ''él'', cuyo nombre parecía innombrable, al menos, para ella.

¿Podría estar refiriéndose a uno de esos extraños chicos?

Joshua, Gabriel, Miguel, o tal vez... ¿Lucifer?

La piel se me pone de gallina.

La puerta de mi habitación suena a lo que casi me caigo de la silla, mamá entra caminando con torpeza, su enfermedad va avanzando a pasos gigantescos.

-Mamá, no quiero que hagas esfuerzos.

-Hija, te pasas el día aquí encerrada. - Comenta con una expresión triste, dejándose caer sobre mi cama para sentarse.- ¿Es que no te gusta este pueblo?

Echo la vista por la ventana, son las cinco de la tarde y ya está oscureciendo.

Gustar...lo que es gustar...

Acabamos aquí por el sencillo motivo de la carencia de dinero para buscar algo mejor, esta casa era de mis bisabuelos, papá murió en un accidente de tráfico, era camionero. Mamá y yo nos quedamos solas.

ÁNGEL CAÍDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora